▪︎4▪︎

148 20 24
                                    

𖦹Estrella de mar𖦹

No fue sino hasta mi tercer día de trabajo en que volví a ver a ese chico que brillaba por sí solo, como un pez abisal. Pero, a diferencia de éstos, Kyojuro si era bonito. No es que los peces abisales sean feos para mí, pero Kyojuro era innegablemente hermoso desde cualquier punto de vista socialmente aceptable.

Estaba atendiendo a la gente, que aún sigo sin entender qué problema tiene con hacer filas, cuando distinguí su hermoso cabello entre la gente. Al principio no supe qué hacer o qué decir, pues aún no era su turno para comprar su entrada, pero quería saltar de la emoción, deseando incluso que fuera parte de aquellas personas sin respeto por los demás que hacían la fila. A penas se acercó al mostrador, jalé el borde de mi camisa por debajo de éste, mordiendo ligeramente mi labio inferior y golpeteando el suelo rápidamente con mi pie. Incluso sentí mi corazón latir más rápido.

— Hola — saludé tímidamente.

— Buenos días — respondió sin más.

No sabía si me había reconocido, pues simplemente pagó su boleto e ingresó al acuario sin decir nada más. Me quedé pensativo ¿Tal vez volvería luego? ¿O tenía mucho en qué pensar?

Seguí atendiendo a los demás clientes sin mucha motivación, pero de mejor humor ahora que había, por lo menos, saludado a Kyojuro, cuando de pronto, el mismo chico se acercó de nuevo a mi puesto.

— ¿Sí? — pregunté, con esperanzas de que ahora sí me reconociera.

— Perdone, ¿Sabe dónde hay alguna cafetería?

Oh.

Asentí, algo desilusionado, apuntando hacia la izquierda. — Camine y dos cuadras más adelante hay una.

El muchacho se inclinó un poco para agradecerme y siguió su camino, como si se hubiera olvidado por completo de mí.

¿Qué demonios acababa de pasar?

Aunque la interacción había sido mínima, sentía cómo mis manos temblaban ligeramente y mis mejillas, una vez más, quemaban, y mi frente sudaba. Culpé al hecho de que soy muy malo socializando y a que probablemente había hecho algo mal y seguí con mi trabajo.

El aire ya no era tan pesado como antes, pues Tsutako me había regalado un pequeño ventilador azul para hacer un poco menos denso el aire en mi área de trabajo. Obviamente lo decoré con algunos stickers de peces y caracoles para que no se viera tan blando, aunque el color no estaba mal. Gracias a éste, ya no sufría del calor sofocante que me había molestado los días anteriores, y mi escritorio ya no se veía tan vacío. Ya había mejorado un poco.

Seguí con la nueva rutina que estaba forjando. Constaba en decirle "buenos días" a los visitantes, cobrarles la entrada y dejarlos pasar. Por lo menos no habían imprevistos, por lo que no tenía que preocuparme demasiado por hacer algo más. Era un trabajo bastante tranquilo y eso me agradaba mucho.

No obstante, pasado un tiempo comenzaba a aburrirme. Ver a los peces al rededor y no poder hacer absolutamente nada por ellos, ni siquiera acercarme a verlos, se volvía insoportable. Es como si pusieras a un tiburón en un estanque lleno de peces y esperar que no mate a ninguno. Eso es imposible.

Para distraerme, ese día había llevado un libro sobre delfines que me había regalado Sabito unos meses atrás, en mi cumpleaños. Sinceramente esos animales no me gustan tanto, pues tienen comportamientos que no me agradan del todo, pero el libro era interesante. Llevaba bastante tiempo de que no venía ningún cliente al mostrador, por lo que podía aprovechar para relajarme un poco.

Donde cantan las ballenas || Kimetsu no Yaiba Fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora