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𖦹donde mar y tierra se encuentran𖦹

La entrevista para conseguir el puesto que buscaba fue algo tediosa, pues nunca me gustaron mucho las reuniones. La sala estaba muy cerrada para mi gusto, y la poca luz que lograba pasar a través de las persianas no era suficiente. El aire se hacía pesado, e incluso el sonido de mi respiración me ponía los pelos de punta. La reunión llevaba apenas unos veinte minutos, pero sentía que mis piernas se hundían en el suelo y el corazón latiendo en la boca. No estaba yendo a ninguna parte, y eso no me gustaba para nada.

No podía evitar golpetear el suelo con mi pie, mientras jugaba sutilmente con mis manos, que sudaban sin parar. Sentía que la mirada de mi futuro jefe (si es que tenía suerte), el señor Urokodaki, penetraba en mi alma como si de una navaja se tratara. Podría decir, incluso, que era casi un dolor físico.

El señor Urokodaki era un hombre viejo, de unos setenta y cinco años, a juzgar por la vista. No podía distinguir muy bien sus expresiones. No sabía si lo estaba mirando demasiado fijamente, o si no lo veía lo suficiente a los ojos, cosa que me agobiaba un poco. Su mirada era seria, y en general la sensación que causaba era una de gran formalidad. Cada vez que preguntaba algo, yo me ponía más tenso. Tragué grueso.

— Entonces, señor Tomioka — comenzó, después de algunos minutos en los que ninguno dijo nada—. Usted dice que nunca antes había tenido empleo.

Negué con la cabeza. — No, señor — pero tengo algunos conocimientos sobre biología marina — comenté, aún sin verlo a la cara. No creía que con eso bastara para conseguir el trabajo, pero tal vez ayudaría un poco a ganarme su aprobación.

La habitación parecía más silenciosa tras mi respuesta, solo interrumpida por el zumbido distante del aire acondicionado. La mirada del señor Urokodaki era intensa, como si estuviera evaluando prácticamente cada palabra que salía de mi boca, aunque la verdad es que no sabía bien qué demostraba su expresión. ¿Molestia, tal vez? ¿Incomodidad?

Golpeé el suelo con más fuerza, respirando pesado, como si eso fuera a aligerar un poco la tensión. Estaba tan angustiado que sentía casi como que el sonido, por algún motivo, fuera más molesto para mí.

— ¿Y cómo es que eso ayudaría? Tu trabajo, en el caso hipotético de que te acepte, es recibir a la gente y asegurarte de que paguen — me dijo secamente, de modo casi desafiante. Respiré hondo y pensé mi respuesta. Seguro me estaba poniendo a prueba. Había oído que eso era común en las entrevistas de trabajo.

— Podría decirles datos interesantes — dije por lo bajo —. Los tiburones hembra tienen la piel más gruesa que los machos, por ejemplo. Oh ¿Sabía que, en teoría, no tienen huesos? Su esqueleto está formado por cartílago. Creo que son geniales — comenté con una pequeña sonrisa, aunque aún no me atrevía a mirarlo a la cara.

En ese momento, sentí que la tensión del ambiente se desvaneció un poco. Aunque aún no volteaba a verlo, sentí cómo su mirada se suavizaba un poco ante mi entusiasmo.

— Lo sabía, sí. Estudié biología marina — oh, eso me decepcionó un poco. El hecho de que lo supiera, cabe aclarar. No me gusta decir cosas que la gente ya sabe —. Pero me sorprende que lo sepas aún sin haber estudiado una carrera relacionada al tema, debes leer mucho. Si realmente te interesa, creo que serías un gran aporte al acuario. Me gusta tu personalidad.

Levanté mi vista, sorprendido. El hombre me miraba con una sonrisa suave, lo que hizo que me emocionara un poco. Sonreí de vuelta, jalando mi camisa por debajo del escritorio intentando controlar un poco mi emoción.

— ¿Lo estoy haciendo bien? — pregunté, apenas atreviéndome a mirarlo a los ojos. Urokodaki rió un poco.

— Lo creas o no, me agradas. Creo que podría considerar contratarte.

Donde cantan las ballenas || Kimetsu no Yaiba Fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora