𖦹Una estrella en el fondo del mar𖦹
No sé si la gente me tiene más miedo a mí o si yo le tengo más miedo a la gente. Soy como un tiburón.
Tal vez es porque las personas me ven como algo diferente, desconocido como las profundidades del océano. O puede ser que sea por mi incapacidad de relacionarme con la gente. Yo creo que es un poco de ambas opciones.
— Tsutako, te llaman del trabajo — corrí hacia ella con su teléfono en la mano.
— Gracias — lo recibió y contestó rápidamente —. ¿Hola?
Luego de unos largos segundos, el rostro de Tsutako palideció. La miré confundido —. ¿Qué pasa?
Colgó la llamada, su cara tan larga como una serpiente marina. Hydrophiinae. Volteó a verme con una expresión vacía y habló con la voz temblorosa.
— El restaurante cerró — musitó —. Estoy sin empleo.
𖦹
Hola. Mi nombre es Giyuu Tomioka.
El día en que yo nací, hacía mucho frío, tanto que la nieve pintaba toda la prefectura de Tokio de blanco, y la brisa hacía que los pelos se te pusieran de punta. Mi hermana Tsutako dice que mi mamá estaba histérica, no quería que su hijo naciera con aquel clima, decía que me iba a enfermar. Por suerte no fue así. Fui un niño muy sano, o eso es lo que dicen.
Me gustaría haber sido una foca, ya que estas aguantan las temperaturas bajo cero por la capa gruesa de grasa que las cubre. Incluso pueden nadar sin problemas en el agua congelada.
Cuando yo llegué al mundo, mi hermana ya tenía diez años. Mi padre era un hombre de negocios, por lo que el dinero no era un problema en ese momento. Mi madre, por su parte, era una mujer sencilla que se dedicaba al cuidado del hogar. Esa era, básicamente, mi familia.
Mi papá llegó al hospital una hora después de que yo nací, pues tenía una reunión importante por su trabajo, y mi nacimiento fue un imprevisto, nací dos semanas antes de lo pensado. Mi mamá no estaba muy feliz con el atraso de mi padre, pero sirvió de consuelo que trajo consigo un peluche como tregua.
Un tiburón blanco.
Oh, y como amaba ese pequeño tiburón blanco. ¿Sabían que su nombre científico es Carcharodon carcharias? No, no del de peluche. El de verdad. Uno de verdad no cabría en mi habitación, miden de entre 3.4 a 4.9 metros. El mío se llama Kanzaburo.
Mi hermana me cuenta que, desde pequeño, no podía soltarlo, lo cual me parece curioso. Lo llevaba hasta el baño, lo que ahora se me hace completamente repugnante.
Me gustaría decir que yo fui un niño relativamente normal, pero ciertamente eso sería una mentira. Nunca hice un amigo, no en mis primeros seis años, seguro es porque no aprendí a hablar hasta esa edad. Curiosamente, podía decir algunas pocas palabras, pero supongo que decir nombres de animales marinos sin contexto no era muy interesante para los otros niños. Incluso, probablemente pensaban que era raro.
Mis padres me llevaron a distintos especialistas, pues no sabían a que se debían mis diferencias con los demás niños de mi edad. Por lo que he oído, además de no hablar, no miraba a la gente ni respondía a mi nombre, incluso llegaron a pensar que era sordo. No culpo a mis padres por preocuparse. Pasé mi infancia, o al menos hasta los seis años, yendo de psiquiatra en psiquiatra, navegando a la deriva hasta que por fin recibí un diagnóstico claro.
El diagnóstico que recibí: soy autista, cosa que impactó mucho a mi familia en un principio. Recuerdo que mamá no dejaba de llorar, y mi papá apenas y sí podía procesarlo, estaba casi enojado. Tsutako lo aceptó más fácilmente, tomándolo con calma, pero no dejó de ser un golpe bajo para ella, después de todo, pasar de ser hija única a hermana mayor de un niño como yo no pudo haber sido cosa fácil. De todas maneras, también significó un alivio para ellos, una explicación. ¿Para mí? No lo sé, aún era muy pequeño para entenderlo, y he vivido toda mi vida sabiéndolo.
Ahora, ser autista no es algo que me moleste, pero tampoco algo que me agrade. Diría que es sólo parte de mí, tanto como que tengo el cabello negro y los ojos azules, y se acabó. No es algo a lo que me guste darle muchas vueltas, pero me gusta que la gente lo sepa. Al menos así evito que la sociedad me ponga otras etiquetas. O bueno, esa es la idea. De todas maneras, la escuela fue un infierno. Los niños honestamente no me querían, sabían que había algo diferente en mí.
Fue entonces que conocí a mi primer amigo, Sabito.
Sabito era distinto a los otros niños, pero sabía cómo encajar con ellos, o al menos sabía cómo hacer pasar desapercibida su "diferencia". Él, obviamente, fue el que se me acercó y no al revés. Aún recuerdo haber estado sentado sólo en el patio del jardín de niños, cuando un chico de cabello color salmón se acercó a ver el peluche del que no podía separarme. Gracias a eso tuvo que soportar a un Giyuu de seis años explicándole cómo diferenciar un tiburón blanco de un tiburón mako por, aproximadamente, quince minutos. No le importó. Hasta el día de hoy somos amigos.
De todas maneras, el tener un amigo sólo alivió un poco la carga de ser el "niño raro", el "chico que se obsesiona" o "el rarito que no habla". Aunque no lo demostraba, nunca me gustó realmente estar sólo. Sólo soy una persona que aprecia mucho su espacio personal. Pero los niños, aunque no lo crean, son más crueles de lo que parecen. Sabito no podía hacer mucho por mí, pero al menos su presencia hacía las cosas un poco menos duras.
Las cosas no fueron muy diferentes ya de adulto. A pesar de que he aprendido a ocultar lo extraño que le puedo parecer a los demás, aún seguía esforzándome cada día para no lograr nada en absoluto.
Las cosas comenzaron a cambiar cuando yo tenía veintiún años. Tres años antes acababa de graduarme de la escuela, lo cual fue un alivio para mí, no la soportaba. Tsutako trabajaba en un restaurante como cocinera, y se las arreglaba bastante bien para mantenernos a ambos. Yo solamente ayudaba en las tareas del hogar, pero con eso bastaba. Realmente nunca había pensado en estudiar una carrera profesional, y tampoco es como si me hubiera sentido capaz de hacerlo. Nunca nadie me hizo sentir que lo fuera, sinceramente.
El caso es que, después de que el restaurante quebrara, mi hermana quedó sin empleo, por lo que el dinero, por primera vez en años, comenzó a ser un problema. No pasó mucho para que Tsutako consiguiera un trabajo en una tiendita de conveniencia, pero no era suficiente. A penas y nos alcanzaba para pagar las cuentas y la comida.
Hasta entonces nunca me había planteado tener un empleo o hacer algo con mi vida en general, pero en ese momento, supe que era necesario un cambio.
Oh, cómo odio los cambios.
𖦹
Holaa :)
Tengo dos fanfics pendientes, sí. Pero realmente quería hacer un fanfic con esta premisa, y es algo mucho más personal, ya que está muy ligado a mi vida y a la de otras personas cercanas.
En mi última historia, también existe el headcanon de Giyuu siendo autista, pero sólo era un dato en la historia y siento que no lo aproveché como pude. Así que, adaptando esta historia a un contexto actual, puedo aprovechar mucho mejor éste concepto.
Porque, si es que hay alguna personita autista leyendo esto ¿Nunca se han sentido fuera de lugar? ¿Como si este mundo no fuera para nosotros? En esta historia quiero hablar de los problemas que tan poco se hablan, de los estigmas que tanto cuesta quitarnos de encima. Vengo a hablar de cómo el sistema educativo nos ha fallado y de cómo las personas no han ayudado. Con esta historia quiero contarles un poco de nuestra vida, y que todos nos veamos un poquito en ella.
Ojalá les guste ♡
ESTÁS LEYENDO
Donde cantan las ballenas || Kimetsu no Yaiba Fanfic
FanfictionFanfic rengiyuu. Giyuu Tomioka, un chico autista, descubre que ser adulto no es fácil. Cuando su hermana mayor y cuidadora legal Tsutako se ve en bancarrota, Giyuu decide ayudarla consiguiendo un empleo en el acuario local. ▪︎AU moderno ▪︎Éste fanf...