▪︎8▪︎

225 18 26
                                    

𖦹medusa𖦹

¿Sabían que hay algunas especies de cetáceos que lloran cuando están tristes? Así me sentía yo, con ganas de llorar todo el tiempo.

Pasó un mes desde la confesión de Sabito, desde que perdí a mi mejor amigo, y mi corazón dolía como si lo hubieran arrancado de mi pecho, lo hubieran estrujado, pisoteado y se lo hubieran comido en frente de mi cara.

¿Es así como se usan las metáforas?

Apenas había vuelto del trabajo, ni siquiera me había molestado en sacarme mi uniforme y me había encerrado en el closet de mi habitación, y por alguna razón había decidido que llevar conmigo al zorro de peluche que me regaló Sabito era una buena idea.

Pasaron quince minutos cuando ya no me quedaban más lágrimas para llorar, y fue entonces que escuché cómo alguien tocaba tímidamente la puerta del armario.

— Giyuu, tienes que salir de ahí, Tsutako se pondrá triste si otra vez no cenas con nosotros.

La voz de Kyojuro sonaba triste, pero también resignada a la idea de que muy posiblemente me iba a negar.

Cosa que obviamente hice.

— No — dije firmemente. Un suspiro pesado se escuchó al otro lado de la puerta.

— ¿Estás seguro? Giyuu, llevas encerrándote todos los días desde hace un mes ¿De verdad crees que vale la pena? Me tienes a mí, a Tsutako y a tu otro amigo... Misoguchi o algo así.

— Tanjiro y yo no nos vemos casi nunca, no desde que terminé la preparatoria — murmuré, suponiendo que se refería a él —. Y no es lo mismo. Sabito y yo hemos sido amigos desde que somos niños, él fue mi único amigo por mucho tiempo y me acompañó cuando estaba más sólo — me abracé un poco más, apretando mi pecho.

Rengoku soltó un suspiro y se sentó del otro lado de la puerta.

— ¿Puedo al menos acompañarte? — susurró.

Lo pensé algunos segundos, pero accedí. Abrí un poco la puerta, invitándolo a pasar. Tardó un poco en entender mi propuesta, pero no pasó mucho antes de que estuviera apretado conmigo dentro del armario. El espacio no era mucho, y la ropa usaba casi todo éste, pero era cómodo en cierto modo.

La escasa luz que se colaba por entre la puerta a penas sí me permitía distinguir la expresión del chico, pero pude ver un reflejo de gratitud y de alivio en sus ojos. Aparté mi mirada de la suya y solté un pequeño suspiro tembloroso.

— Desde que soy pequeño me gusta estar aquí cuando me estreso — le comenté. Kyojuro prestaba atención a lo que decía, mirándome fijamente —. Cuando me sentía mal y Sabito estaba conmigo, el entraba aquí conmigo y me abrazaba.

No pude evitar volver a sentir ganas de llorar al recordar eso. Mis ojos se cristalizaron, pero ningún quejido salió de mis labios. No hasta que Kyojuro rodeó mis hombros con sus brazos y me pegó a su pecho.

— ¿Y qué tal si yo te abrazo?

Me quedé helado. Usualmente me molestaba cuando alguien me abrazaba sin avisar, pero por alguna razón ésto se sentía reconfortante, de algún modo. Me dejé llevar, derritiéndome entre sus brazos y su pecho, dejando escapar un suspiro de alivio, no sin algunas lágrimas derramadas de por medio.

Donde cantan las ballenas || Kimetsu no Yaiba Fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora