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𖦹un pez fuera del agua𖦹

Un dolor de espalda punzante me despertó, como de costumbre. El sol me cegó un poco, no recordaba haber dejado las cortinas abiertas, pero la cama estaba muy cómoda como para abandonarla todavía, las mantas prácticamente me amarraban a ella.

Me levanté a eso de las diez de la mañana con mucha dificultad y bajé las escaleras torpemente, con los pies arrastrándose perezosamente por los escalones, pues aún estaba un poco dormido. La luz que se filtraba por las cortinas entreabiertas sólo me molestaba aún más, empeorando mi dolor de cabeza. Yo no soy alguien que despierte de buen humor. Generalmente despierto molesto y con ganas de matar a alguien.

Eso es una exageración, por si no quedó claro. Yo no mataría a alguien.

Cuando llegué a la cocina, me percaté de que Tsutako ya había salido, probablemente un par de horas antes, a su trabajo. Una notita en el refrigerador llamó mi atención. La saqué con cuidado y leí:

"Si es que al fin te dignaste a despertar, lava los platos y trapea el comedor. Besitos, Tsutako".

Rodé los ojos, pero asentí inconscientemente. Me pareció tierno que, junto al texto, había un pequeño dibujo de un tiburón, muy mal hecho por cierto, pero se aprecia el esfuerzo. Arrugué el pequeño papel y lo tiré al cesto de basura antes de poner a tostar un pan (no mucho tiempo, porque si se pasa un poco de tostado, entonces ya no me gusta).

Me senté a la mesa con mi desayuno de cada día: un pan tostado y un café. Mi hermana decía que no es saludable, que debería comer un plato de arroz como ella. No me importaba, mi café es sagrado.

Pensaba. Mis momentos filosóficos del día son dos: el desayuno y las tres de la mañana, cuando no puedo dormir. ¿En qué pensaba en aquella ocasión? eso ya es un misterio, ni siquiera yo lo sé. Probablemente en lo aburrido que es vivir siendo un adulto joven sin vida social. Y también en el hecho de que mi pequeña familia estaba prácticamente en la quiebra y yo no podía hacer nada al respecto. Eso me dolía un poco.

No me di cuenta de cuando terminé mi desayuno, pero fui lo suficientemente buena persona como para hacer lo que se me pedía. Odio lavar los platos, la sensación se me hace de verdad insoportable, pero no soy un mal hermano. Me disponía a lavar una olla, lo que más detesto, cuando mi teléfono comenzó a sonar. Mierda, cómo odio las llamadas. Pero, como no quiero aparentar ser un antisocial insoportable, contesté, y esperé hasta que la otra persona hablara. Yo nunca hablo primero.

— ¿Giyuu? — reconocí inmediatamente aquella voz. Aunque, siendo sincero, no era difícil adivinar quién era. Sólo tenía un par de amigos.

— Sabito ¿Qué quieres? — contesté secamente. No estaba muy feliz que digamos, y lavar los platos no ayudaba en lo absoluto.

— Ay, que seco. Oye, estoy muy aburrido ¿Vienes a mi casa? Sobró salmón de la cena de anoche, sólo si te interesa.

Salmón. Esa palabra llamó mi atención. Si hay algo que me gusta en esta vida, es el salmón. Asentí, como si Sabito pudiera verme. Eso es algo que me pone de buen humor

Estar de buen humor, para mis estándares, es no querer desaparecer de la faz de la tierra.

— Dame una hora, todavía tengo que terminar de lavar los platos y trapear — respondí, cortando rápidamente la llamada antes de que Sabito pudiera contestar de vuelta. No sé si eso es socialmente aceptable, pero Sabito ya está acostumbrado a esa costumbre mía.

Dejé pesadamente el teléfono en la mesa y suspiré. Honestamente no tenía ganas de hacer vida social, pero tampoco pensé que sería correcto dejar plantado a mi mejor amigo. Y vamos, había salmón de por medio (¿Sabían que los salmones migran de los ríos al océano, sólo para volver al agua dulce a procrear? Eso es muy loco).

Donde cantan las ballenas || Kimetsu no Yaiba Fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora