Capitulo 9: Eres Una Niña.

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—¡Oh, por Dios! —exclamó Annie, llevándose instintivamente las manos al rostro, consciente de que el presidente acababa de descubrir su identidad. Sus palabras se entrecortaron mientras las lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas, incapaz de controlarlas.

John quedó atónito al ver lo que tenía frente a él. Su secuestradora resultaba ser... solo una niña. Aunque nunca había visto a una niña tan increíblemente hermosa, con un cabello castaño claro ondulado y unos ojos celestes impresionantes. ¿Cómo era posible que una belleza así estuviera envuelta en todo esto?

—Así que no te llamas Noreen —dijo John finalmente, recuperando las palabras.

—Lo siento, no quería mentirle —respondió Annie, bajando la mirada avergonzada—. Tenía miedo de que descubriera mi identidad, pero ya no puedo esconderme de usted.

—Hicimos un trato, no tienes por qué tener miedo de mí —le recordó John, sin poder apartar la vista de ella. Era un rostro tan angelical, dulce... no podía creer que estuviera pensando en estas cosas frente a una jovencita que bien podría ser su hija.

—Sí, lo sé, pero después de que todo esto terminara, usted me enviaría a la cárcel y si no sabía mi verdadera identidad, quizás no podría encontrarme tan fácilmente. Ahora ya sabe quién soy.

—Deja eso por ahora. Pero no puedo creer que seas tan joven... ¿Cuántos años tenías?

—21 años, señor presidente —respondió Annie.

—Dios mío... Annie, ¿qué te llevó a hacer semejante locura? —preguntó John, sintiendo compasión por ella, ahora más asustada que nunca al ser descubierta.

—Ya se lo dije, necesitaba el dinero para mi madre... —en ese momento, el teléfono celular de Michel, olvidado sobre la mesa, comenzó a sonar. Annie lo tomó y vio en la pantalla un número desconocido, dudando en contestar.

—Atiende, Annie, podría ser algo importante —la alentó John. Ella siguió su consejo y respondió la llamada.

—¿Hola? ¿Quién habla? —preguntó Annie, oyendo solo respiración del otro lado.

—Tú debes ser Annie, la amiga de Michel —respondió una voz después de unos segundos.

—Sí, señor —respondió nerviosa. John le tomó la mano para darle fuerzas.

—Está bien, supongo que Michel no está aquí. Dile que me llame a este número cuando regrese.

—¿Quiere decirme algo más? Puede confiar en mí —intentó sonar segura, consciente de que cualquier señal de nerviosismo podría hacerle perder la confianza.

—Está bien, no te preocupes, solo dile que me llame.

—¿Puede decirme quién es usted?

—¿Por qué quieres saberlo tanto? —preguntó la voz confundida —No hablaré contigo, solo con Michel —respondió y luego cortó la comunicación.

—Lo siento, señor presidente, cortó la llamada —dijo Annie, desilusionada.

—No te preocupes, Annie, lo hiciste muy bien. Son profesionales, saben que no pueden confiar en cualquiera. Debes hablar con alguien de confianza, como Michel, para saber quién está detrás de esto.

—Sí, hablaré con Michel cuando regrese, él tiene que saber algo —dijo Annie, visiblemente dolorida, lo cual no pasó desapercibido para el presidente.

—¿Estás bien? —preguntó John, preocupado al ver su expresión pálida y débil.

—Sí, descuide, estoy bien —Annie intentó levantarse, pero al apoyar el pie se quejó de dolor y volvió a sentarse.

—¿Qué sucede? ¿Qué te duele? —John se dio cuenta del tobillo hinchado y magullado de Annie —Por amor de Dios, ¿qué te pasó? Tienes un hematoma grande. Necesitas ver a un médico.

—No se preocupe, Michel fue a la farmacia por analgésicos —John le aplicó hielo en el tobillo para aliviar el dolor.

—¿Qué pasó, Annie? ¿Quién te hizo esto? Escuché una pelea antes —John estaba confundido y preocupado por ella.

—Uno de los amigos de Michel... estaba borracho y empezó a molestarme. Michel intentó defenderme y terminaron peleando, me arrojó al suelo y caí sobre mi tobillo, nunca había sentido tanto dolor —respondió Annie, con lágrimas en los ojos.

—Tranquila... Todo estará bien —John le secó las lágrimas con un gesto cariñoso —Debes descansar, no debes caminar así. Necesitarás algo para ayudarte a moverte.

—No tengo nada, señor presidente, sería imposible conseguir muletas —respondió Annie, sintiendo la cálida caricia de John. No podía evitar sentir una atracción inexplicable hacia él, algo que nunca había experimentado antes. Sin embargo, era consciente de la disparidad entre ellos: él era el presidente y ella una joven sin recursos. Además, la diferencia de edad era evidente, John podría ser su padre.

—Por favor, Annie, llámame John —dijo él con suavidad.

—Lo siento... —balbuceó Annie, confundida y abrumada por sus emociones.

—Escucha, Annie, debo volver a mi habitación. Michel podría regresar en cualquier momento y no quiero que nos vea juntos. Ponte hielo y si necesitas algo, solo grita, ¿de acuerdo? —ella asintió con la cabeza.

—Gracias... John.

Media hora después, Michel volvió con analgésicos y una venda, que aplicó en el tobillo de Annie para mantenerlo inmóvil. Después de tomar el medicamento, se sintió un poco mejor y decidió preparar la comida para el presidente. Pero en ese momento recordó la llamada del desconocido.

—Michel, olvidé decirte que alguien llamó para hablar contigo cuando saliste.

—¿Sabes quién era? —preguntó Michel, confundido.

—No quiso decir su nombre, pero en el registro de llamadas está su número. Dijo que lo llames allí.

—Gracias, Annie, iré afuera a hablar con él.

—Está bien, vuelve pronto o tu comida se enfriará.

Michel salió y llamó al número. Minutos más tarde, la misma voz contestó la llamada.

—Hola, Michel.

—Hola, señor MMG. ¿Es el momento de liberar al presidente? —preguntó Michel.

—No... Los planes habían cambiado. Quiero que dentro de una semana, cuando yo lo indique, eliminen al presidente —respondió sin rodeos.

Un presidente enamorado. Una historia de amor, secuestro y Venganza.(en Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora