Capitulo 58: Lo Esperaré Por El Resto De Mi vida.

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Durante esos cinco años, la vida cambió drásticamente para todos.

Annie finalmente completó sus estudios y estaba a punto de ingresar a una de las universidades más prestigiosas del país, no por ser la hija del presidente, sino debido a su notable inteligencia. Decidió estudiar ciencias políticas, siguiendo los pasos de John.

Ronald logró ganar las elecciones presidenciales y durante varios años fue el líder del país, manteniendo los mismos ideales que su amigo. Se convirtió en un presidente muy querido por su pueblo.

Después de años separado de su hija, ahora llamada por su verdadero nombre, Sarah Marshall, y de Katherine, el amor de su vida, finalmente pudieron casarse con la bendición de William Marshall, quien pidió perdón a ambas mujeres. Desde entonces, disfrutaron de una relación familiar armoniosa.

Michel también transformó su vida de manera positiva. Gracias a la ayuda de Annie y del presidente, dejó atrás la delincuencia, completó sus estudios e intentó ingresar a la misma universidad que su amiga para estudiar derecho.

A pesar de que pasaron varios años y todos intentaron convencerla de lo contrario, Annie no pudo superar la muerte de John. Seguía creyendo que todos la habían engañado, sin entender por qué. No rehízo su vida. Aunque muchos hombres intentaron acercarse a ella, ninguno tuvo éxito. Jamás volvió a enamorarse con la misma intensidad, y seguía creyendo que John volvería algún día. En su corazón, solo había espacio para él.

Era un nuevo día en la casa presidencial. Después de ayudar a su padre con algunos documentos importantes, se reunió en el jardín con su madre para tomar una taza de té mientras organizaban su fiesta de cumpleaños, que se celebraría el próximo fin de semana.

-Mi niña, no puedo creer que ya vas a cumplir 26 años -exclamó Kathe emocionada- y que pueda estar contigo para celebrarlo.

-Ay, mamá, no sabes lo agradecida que estoy a Dios y a... -en ese momento tragó saliva- John... Gracias a ellos te tengo a mi lado.

-Sarah... ¿Cuándo te olvidarás de él? Algún día tendrás que entender que se ha ido, hija, y que no volverá. Debes conocer a un buen chico, casarte y formar una familia.

-No lo haré, mamá. Jamás creeré que John está muerto. Prometió que nunca me abandonaría, y estoy segura de que algún día volverá. Lo esperaré el resto de mi vida, si es necesario -exclamó Sarah, sorprendiendo a su madre. Durante años había fingido haber superado su pérdida para evitar que pensaran que estaba loca, aferrada a una ilusión. Pero ya no le importaba lo que pensaran; seguía sintiendo que John estaba vivo y nada la convencería de lo contrario.

-Sarah, pensé que habías aceptado su muerte.

-Lo intenté, mamá. En realidad, lo hice para que me dejaran en paz, pero nunca lo haré. Sé que John está vivo y tarde o temprano volverá -confesó.

Después de compartir una taza de té y el pastel de chocolate favorito de John con su madre, Sarah se retiró a su habitación. Tenía mucho que estudiar para el examen de ingreso a la universidad. En ese momento, sintió que su teléfono vibraba. Lo sacó del bolsillo y leyó un mensaje de WhatsApp de un número desconocido y sin foto de perfil:

"Hola Sarah, ¿cómo estás? Soy un amigo de tu padre. Me gustaría tomar un café juntos para conocernos."

Sarah sabía de quién se trataba: Christopher Lorent, hijo de un amigo de su padre. Ronald había tenido la brillante idea semanas atrás de presentarle al joven para que Sarah se distrajera y olvidara a John de una vez por todas. A pesar de la insistencia de Christopher, ella nunca había aceptado salir con él. Evidentemente, el presidente le había dado su número de teléfono para que siguiera intentándolo, y al parecer, el joven no se daría por vencido tan fácilmente.

"Hola Christopher, estoy bien. Solo quiero pedirte que dejes de insistir. Jamás saldré contigo. Perdona mi sinceridad, pero es mejor que lo sepas", respondió Sarah. Segundos después, recibió su respuesta:

"No te preocupes, nos conoceremos personalmente en tu fiesta de cumpleaños."

Sarah no podía creer el atrevimiento de su padre. No debería haberlo invitado a su cumpleaños; no se conocían en absoluto. La celebración sería sencilla, solo con la gente importante para ella, pero esto no iba a quedar así; el presidente iba a escucharla.

Rápidamente, se acercó al despacho de su padre y abrió la puerta sin llamar, encontrándolo hablando por teléfono. Solo alcanzó a escuchar: "se ha vencido el plazo" antes de que la llamada se cortara, pero no le prestó atención; seguramente tenía algo que ver con alguno de sus negocios.

-¿Qué manera de entrar es esa, hija? -preguntó, sorprendido por su actitud-. ¿Por qué estás tan molesta?

-Papá, es el colmo. No puedes meterte en mi vida. Sé que lo haces para verme feliz, pero no es la manera.

-No entiendo. ¿A qué te refieres, Sarah? -exclamó confundido.

-Sé que fuiste tú quien le dio mi número a Christopher Lorent. No quiero saber nada de él, y mucho menos que venga a mi fiesta de cumpleaños. -Ronald estaba aún más confundido; no entendía qué estaba pasando.

-Sarah, escúchame... Yo... -guardó silencio. Imaginaba lo que debía haber ocurrido. Tenía que seguirle la corriente a su hija o arruinaría la sorpresa de su cumpleaños-. Sí, le di tu número porque necesitas rehacer tu vida. Debes olvidarte de John y conocer gente nueva.

-No lo haré ni ahora ni nunca, papá. Amo a John y sé que algún día él volverá.

-Sarah... Deja de decir esas cosas. Cualquiera pensará que te has vuelto loca.

-Que piensen lo que quieran, papá. Mi corazón me dice que John está vivo y nunca se ha equivocado.

Rápidamente llegó el día de su cumpleaños. Cuando Sarah se levantó esa mañana, pudo ver que la casa estaba revolucionada, no solo por la fiesta de esa noche, sino porque todas las empleadas querían agasajarla. Era tan buena con ellas que querían agradecerle preparándole un increíble desayuno en el jardín, donde sus padres la esperaban junto a Michel, Marcus y otra persona a la que corrió a abrazar con mucho cariño.

-Hacía tanto tiempo que no te veía -exclamó Sarah, abrazando a Paulie, la hermana de John. Después de su supuesta muerte, ambas se habían vuelto inseparables, pero unos meses atrás, sus padres la habían enviado al extranjero y perdieron el contacto.

-Hola, mi querida Annie. Oh, perdón, ahora te debo llamar Sarah. ¡Feliz cumpleaños! Logré adelantar mi vuelo para estar en tu fiesta.

-Paulie, no puedo creer que estés aquí. Hace meses que no sabía nada de ti.

-Lo siento, Sarah. Fue imposible ponerme en contacto contigo. Mis padres me mantuvieron muy ocupada -se excusó.

-No importa, Paulie. Estoy feliz de que estés conmigo y espero que no te vayas de nuevo.

-No lo haré, amiga. Estamos de vuelta para quedarnos.

-¿De vuelta? -preguntó Sarah, sorprendida.

-Sí, con mis padres -respondió Paulie, un poco nerviosa. En ese momento, una de las empleadas entró con un hermoso ramo de rosas rojas, las flores favoritas de Sarah. Seguramente era un regalo de cumpleaños.

-Señorita Sarah, esto llegó para usted.

-Gracias, Molly. Ponlo sobre la mesa. ¿Hay una tarjeta? -Sarah buscó entre las flores y finalmente encontró una:

"Feliz cumpleaños, nos veremos esta noche."

Sarah dejó la tarjeta sobre la mesa, con la certeza de quién podría ser el remitente del presente. Sin dedicarle más atención, tomó con cuidado el ramo entre sus manos y lo llevó adentro de la casa para colocarlo en un jarrón con agua fresca. Las flores, de una belleza notable, no tenían culpa de la insistencia con la que habían sido enviadas.

Un presidente enamorado. Una historia de amor, secuestro y Venganza.(en Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora