Capitulo 35: No Quiero Que Te Ilusiones

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Annie estaba desconcertada por la situación. Después de intentar sin éxito despertar a John, quien seguía profundamente dormido e inconsciente de sus esfuerzos, se preguntó con asombro:

-¿Qué habrá sido eso? ¿Fue un sueño o una confesión que se le escapó estando ebrio? Si fuera así, sería la persona más feliz del mundo, pero... ¿Por qué habían huido de esa manera? ¿Los habría capturado alguien? ¿Los tendrían cautivos?- Eran preguntas sin respuesta mientras John permanecía profundamente dormido.

Sabía que era inútil seguir intentando despertarlo, así que decidió relajarse. Cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño nuevamente.

Al despertar al día siguiente, los rayos del sol que se colaban por la ventana la hicieron abrir los ojos lentamente. Se encontró con la imagen más maravillosa que había visto en su vida.

John, aparentemente habia despertado durante la noche, aún dormía tranquilamente, solo cubierto por las sábanas y vistiendo solo su ropa interior. No podía culparlo; seguramente había despertado sofocado por el calor y se había despojado de la ropa antes de seguir durmiendo.

Sin embargo, Annie no podía apartar los ojos de él: su pecho desnudo, sus brazos musculosos, su rostro sereno. Se sintió avergonzada por tener pensamientos tan intensos, pero despertarse a su lado de esa manera hacía que su cuerpo reaccionara de formas inesperadas. Tenía ganas de acercarse, de tocarlo, de sentir su piel bajo sus dedos.

Decidió seguir su instinto y se acercó lentamente a John, extendiendo la mano para explorar su torso desnudo. Nunca había sentido algo así: la suavidad y calidez de su piel contrastaban con la aspereza de sus propias manos. Dejándose llevar por el deseo y la curiosidad, recorrió con sus dedos cada línea marcada de sus músculos. Era un cuerpo maravilloso, capaz de enloquecer a cualquier mujer, y ella no era una excepción.

Mientras continuaba su exploración, Annie no se dio cuenta de que John la observaba despierto. Él la miraba con deseo, aunque se contenía por respeto a ella y a la situación.

-Buenos días, Annie -dijo finalmente, rompiendo el silencio. Ella quedó paralizada al instante al escuchar su voz. Las palabras se le atascaron en la garganta y su rostro se tornó casi morado. John no pudo evitar soltar una carcajada al ver su incomodidad, y tomó la mano de Annie entre las suyas.

-¿Por qué te detienes? Estaba disfrutando de tus caricias -dijo con una sonrisa pícara.

-Por favor, suéltame -respondió Annie, intentando liberar su mano, pero John no se lo permitió. Disfrutaba jugando con su nerviosismo.

-Annie... Mírame... Era solo una broma, mírame... -añadió John, tomando su barbilla y levantando su rostro para que lo mirara a los ojos. Al notar su incomodidad, decidió dejarla ir-. Iré a preparar el desayuno -dijo finalmente, levantándose de la cama y olvidando momentáneamente que solo llevaba puesta su ropa interior, lo cual avergonzó aún más a Annie. Ella le dio la espalda, evitando mirarlo -lo siento, olvide que estaba en ropa interior -comentó mientras recogía sus cosas y se dirigía a la cocina -ve y date una ducha. Yo me encargaré del desayuno. Tenemos muchas cosas que hacer hoy -añadió, intentado restar importancia a la situación.

Minutos después, Annie salió de la habitación con la misma ropa que John le había comprado el día anterior, decidida y con el corazón acelerado. Encontró al presidente casualmente vestido, con el cabello mojado y despeinado, señal de que también se había duchado.

Se sentó frente a John, quien la esperaba para desayunar.

-Buenos días de nuevo. Una buena ducha me ha cambiado por completo. Aún tengo imágenes confusas en la cabeza sobre lo de anoche. Lamento haberte causado tantos problemas. Cuando me emborracho, a veces actúo como un niño.

Un presidente enamorado. Una historia de amor, secuestro y Venganza.(en Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora