Capitulo 27: Ten Cuidado Con Él.

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Annie fue llevada a una de las celdas de la estación de policía, donde aguardaría ser trasladada a una prisión real. Estaba desconsolada, incapaz de creer que John le hubiera hecho esto. Había confiado en él, qué tonta había sido al pensar que el presidente no la haría pagar por lo que había hecho.

Sumida en la confusión, se preguntaba qué significaba eso de que ella no se llamaba realmente Annie Taylor. Ese era su nombre, al menos el único que conocía. Parecía una artimaña para acusarla de mentirosa y encerrarla en la cárcel, algo que John había deseado desde el principio.

Sentada en su celda, con los ojos empañados en lágrimas, Annie reflexionaba sobre lo sucedido. En ese momento, una mujer se acercó y la sacó violentamente de la celda. La arrastró hacia una habitación espaciosa donde la esperaba alguien. ¿Sería John arrepintiéndose y viniendo por ella? Pero Annie se sorprendió al ver que era el vicepresidente de la nación, Maxwell McGregor, quien la recibió con una sonrisa cínica en el rostro.

—Por fin estás aquí, niña estúpida. Era hora de que John abriera los ojos—, comentó Max con una felicidad imposible de disimular en su rostro.

—¿A qué ha venido, señor vicepresidente?— preguntó Annie, sintiéndose incómoda en su presencia. ¿Por qué le resultaba familiar esa voz, si era la primera vez que lo veía en persona?

—Vine a verte, señorita Taylor... si es que te puedo llamar así...— Su sonrisa era tan cínica que a Annie le revolvía el estómago. Era evidente que aquel hombre era siniestro. —Solo estoy aquí para asegurarme de que pagues por lo que le hiciste al presidente. Si pensaste que podrías salirte con la tuya enamorándolo, estabas muy equivocada."

—Está usted muy equivocado... no es así—, intentó explicarse Annie, pero fue en vano. Aquel hombre era como un demonio. —¿John sabe que estoy aquí?—preguntó, esperanzada de que todo fuera una artimaña de Max.

—Por supuesto que lo sabe. Gracias a su denuncia estas encerrada—, respondió Max recostándose en la silla para observar a Annie. —Debo reconocer que mi amigo John no tiene mal gusto, eres una belleza.

—Quiero que se vaya, señor. Le pido que no vuelva más por aquí—, lo enfrentó.

—Tienes demasiado valor para ser mujer. Aun así, no eres nadie para enfrentarme. Vendré las veces que quiera, iré a verte cuando estés en la cárcel. Me encargaré de enviarte a la prisión más peligrosa, quiero que sufras y vendré personalmente a ver tu tormento.

—No puedo creer que usted sea amigo de John... son tan diferentes—, manifestó Annie.

—Tienes razón. John es muy blando y de buen corazón, fácil de manipular. Por eso estoy aquí para protegerlo."

—¿Por qué siento que ya lo conozco?— preguntó Annie, sorprendiéndolo. ¿Sería posible que ella supiera quién era? Si así fuera, tendría que acabar con ella para no ser delatado.

—No nos conocemos. No me relaciono con gente como tú.

—Por favor, lárguese. No quiero volver a verlo—, suplicó Annie, levantándose de la silla.

—Muy pronto nos volveremos a ver, Annie Taylor—, dijo Max mientras salía de la estación de policía y se subía a un auto donde encontró a John, muy angustiado.

—¿Cómo está ella?—, preguntó preocupado. Sabía que todo esto había sido una locura, pero bajo los efectos del alcohol, se había dejado llevar por las palabras de Max y ahora se arrepentía profundamente.

—Estará bien, John. No te preocupes por ella. Es una criminal y está donde debe estar.

—Max...— John no pudo soportarlo más e intentó bajarse del auto, pero su amigo lo detuvo.

—Escúchame, John. Eres el presidente de la nación. Fuiste secuestrado y ella es una de las culpables. Todo el mundo lo sabe. Si la dejas en libertad, ¿qué pensarán de ti? Que eres un presidente débil e inmaduro..."

—No me importa lo que piensen los demás... solo necesito verla. Debe estar aterrorizada.

—¿Estás escuchándote, John? Eres patético. Controla tus emociones, por favor—, lo reprendió Max. Nunca había visto a su amigo en un estado tan confundido y enajenado por una mujer.

—Es solo una niña, Max...

—Como tú mismo lo dices, es una niña. No puedes estar enamorado de ella. Hay demasiada diferencia de edad entre ustedes.

—No pretendo estar con ella. Solo quiero ayudarla. No tiene a nadie.

—Está bien, John. Haz lo que quieras. ¿Quieres ir con ella? Vete—, le contestó Max, enfurecido.

—Realmente no te reconozco. No sé quién eres... —confesó John.

—El que está desconocido eres tú. Después de tu secuestro y de conocer a esa mujer, no eres el mismo...— John terminó de escuchar el sermón de Max y salió del auto.

Necesitaba ver a Annie una vez más, pedirle que le dijera toda la verdad y, quizás, poder llegar a perdonarla. Sabía que no pensaba en un futuro con ella, solo quería darle una vida mejor, un trabajo, una educación, y al menos ser una figura importante para ella, como un padre, aunque nunca pudiera verla como una hija.

Annie se sorprendió cuando la misma mujer la sacó nuevamente de su celda con violencia, llevándola a la misma habitación de antes. Seguramente era Max, que se había olvidado de decirle algo. Pero se quedó boquiabierta al ver que su visitante era John. Nunca había imaginado volver a verlo, mucho menos en aquel lugar. ¿Acaso había venido a burlarse de ella, como su amigo?

Cuando Annie se acercó a la mesa donde estaba sentado el presidente, John se puso de pie.

—Hola, Annie...—, fueron las únicas palabras que pudo articular en ese momento. ¿Por qué se sentía tan nervioso? Era el presidente de la nación, no era la primera vez que estaba frente a una mujer.

—Hola, señor presidente. ¿Qué hace usted aquí? Pensé que no lo volvería a ver nunca más—, respondió Annie formalmente, con respeto, pero claramente molesta.

—¿Por qué me hablas así, Annie?— preguntó John con un dejo de dolor en su voz.

—Porque no debo olvidar que usted es el presidente de la nación.

—Annie, escúchame... Sé que estás enojada conmigo, pero fue la única forma de encontrarte. Sabía que te marcharías y no podría hacerlo. Además, estaba furioso al descubrir tu mentira."

—¿Mi mentira? Nunca te mentí. Siempre fui sincera contigo. Soy Annie Taylor, ese es el nombre que me fui mi madre.

—Está bien, Annie... te creo. Quizás tu madre no te registró al nacer, por eso no apareces.

—John...

—Dime, Annie...

—Quiero que te vayas. No quiero volver a verte, ni a ti ni a Maxwell. Por favor.

—Annie, escúchame...

—¡Solo vete! ¿No lo entiendes? No quiero verte. Confié en ti y me defraudaste. Ahora déjame enfrentar la justicia por lo que te hice—, dijo Annie levantándose de la silla. Pero antes de irse, se detuvo. —John...

—Dime, Annie...

—¿Puedo pedirte un favor?—, preguntó con lágrimas en los ojos, dándole la espalda.

—Sí...—, respondió John.

—Prométeme que tendrás cuidado con Maxwell. Es una persona muy siniestra y siento que tiene algo que ver con tu secuestro—, dijo Annie mientras salía de la habitación, dejando a John profundamente confundido.

Un presidente enamorado. Una historia de amor, secuestro y Venganza.(en Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora