Capítulo 5

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Tras gritar a su hermano toda la rabia contenida, salió de la enfermería apretando con suavidad la bolsa de hielo sobre su magullada mejilla. Sentía que los ojos le picaban por tratar de retener en vano las lágrimas que acudieron a ellos tras la bofetada que su padre le había dado, y todo por culpa de Tom.

—Bill, ¿ha pasado algo?—preguntó David al verle caminar con paso errático.

Le miraba pero sin llegar a verlo. Sentía que la cabeza se le iba por momentos y el estómago revuelto.

—¡Bill!—le llamó David más alto.

Corrió a su lado al verle dar un paso en falso, sujetándole con firmeza del brazo.

—Estoy bien—logró murmurar casi sin voz—¿Podemos irnos ya, por favor?

—Claro, ¿y Tom?—preguntó David mirando por donde había venido.

Se encogió de hombros como respuesta. En esos momentos su hermano ya no le importaba lo más mínimo. Gracias a él estaba pasando por un infierno.

—Ya viene—le oyó decir a David.

Esperaron hasta que les alcanzó y entonces salieron de la comisaría acompañados por el abogado. Se despidieron de él en la puerta, teniendo que soportar el cantante un último consejo de su parte.

—Ten más cuidado la próxima vez, las cosas pueden terminar de otra manera—le dijo con visible enojo.

Era el mejor de los abogados, no necesitaba casos como ese por muy famoso que fuera su cliente. Solo era un niño que no sabía lo que quería.

Asintió con la cabeza sin mirarle, sus ojos recorrían la calle a la espera de encontrarse con un paparazzi, pero por raro que sonara su encarcelamiento no había sido aún descubierto. Tal vez porque se dio a una hora muy temprana, y dudaba de que el director del hotel quisiera atraer mala publicidad y por eso no había dicho nada.

Sus ojos localizan a su padre, de pie apoyado en el coche que la discográfica había puesto a su disposición. Fumaba un cigarrillo, y en el suelo había dos más apagados. Estaba alterado por lo sucedido, como él, que en esos momentos se moría por una honda calada, pero cualquiera se la pedía...

Dejaron al abogado y caminaron hacia el coche. Jörg dejó de fumar y miró a su hijo pequeño, que aún sujetaba contra su mejilla la bolsa de hielo. Le miró sin decir nada y dando media vuelta entró en el coche.

Los hermanos ocuparon en silencio los asientos traseros y David se puso al volante deseando llegar al hotel cuanto antes y tomarse una copa sin importarle que no fueran las horas. Había sido una mañana muy larga y aún quedaba mucho trabajo por delante. Cancelar todos lo proyectos de un mes entero, redactar una nota de prensa por si se filtraba algo...






Llegaron al hotel y nada más entrar por la puerta el director les hizo una señal. Habló con ellos en privado para informarles de que al policía les había aclarado las causas de la muerte, y les ofrecía dos habitaciones, una nueva para el guitarrista y otra para el padre.

Jörg le dio las gracias y mandó a sus hijos a sus habitaciones. Tenía que hacer unas llamadas, una de ellas a su ex esposa, y se dirigió al bar a hacerlas dejando a sus hijos en manos del productor.

David les acompañó hasta el ascensor y subió con ellos en un incómodo silencio. Desde que el hermano menor fuera abofeteado por su padre, no se dirigían la palabra entre ellos y lo encontraba de lo más raro.

I will sacrificeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora