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Eyeliet


Los gemelos Derian y Lerwin me ofrecen su cantimplora para que tome un poco de agua, luego de escapar del castillo no hemos detenido nuestro galope ni saboreado alguna clase de alimento, conozco mi metabolismo se perfectamente que puedo soportar una semana más sin comer solo que estos chicos testarudos jamás lo permitirían.

—Princesa ¿Tiene hambre?

Miro a Derian con molestia, no ha dejado de hacerme la misma pregunta y lo entiendo, me he negado a comer para administrar los suministros a lo largo de nuestro viaje que recién está comenzando.  No tuvimos tiempo de organizar nuestro plan de manera detallada.

—Te he dicho que no me llames princesa cuando estemos solos, llámame Yelly.

—Quisiera pero me siento extraño al llamarla así.

Le arrebató la cantimplora con un movimiento brusco llevándola a mis labios, el líquido inmediatamente se vuelve refrescante para mi garganta, en definitiva, lo necesitaba.

—Estamos cerca de un lago —es todo lo que les digo antes de galopar con Neytan, me siento en la urgencia de bañarme, hace dos días que no lo hago.

Los chicos al igual se apresuran detrás de mi siguiéndome el paso. Llegamos a un hermoso lago con un reflejo precioso de la luna sobre sus aguas, se puede ver que no está contaminado e incluso hay luciérnagas que merodean por encima. Hace mucho tiempo se desató una peste que contamina bosques, ríos y lagos, por ende, ver esta agua cristalina es signo de que hay seres mágicos cerca. Maravillada me empiezo a desabotonar la capa, escucho una tos incómoda a mi espalda lo que me hace girar en dirección a los gemelos que un poco ruborizados agachan la mirada al piso.

—Iremos a vigilar, tómese su tiempo, pero no tarde mucho que se puede resfriar —Derian me extiende un paño con el cual mas tarde secar mi cuerpo.

Confundida los miro.

—¿No se bañarán conmigo?

—¡Claro que no! —Lerwin alza el rostro mirándome indignado, vuelve a agachar la mirada.

—Antes lo hacíamos, no entiendo porque ahora no.

—Eso era antes princesa, debe comprenderlo, somos caballeros y tenemos un voto sagrado que no podemos romper.

Los observó disgustada.

—Bien, se pueden marchar, les aviso cuando termine.

Ambos asienten para luego perderse entre los árboles y matorrales. Suelto un suspiro un tanto molesta; cuando éramos pequeños siempre nos bañábamos en el río Nux que hay en Kreaston, se que los tiempos han cambiado, mi cuerpo está más desarrollado que antes e incluso los gemelos se han fortalecido y convertido en verdaderos hombres. Entiendo su precaución en estos momentos, ambos se separaron mucho tiempo de mi para postularse como mis caballeros, no puedo estar más que agradecida con eso y al mismo tiempo solo deseo recuperar aquel lazo de amistad que teníamos antes de que ellos se marcharan. Sin más divagaciones me sumerjo al agua helada, nado hasta el fondo por varios minutos aguantando la respiración; viendo cómo se me acercan unos peces con escamas luminosas que se enredan en mi cabello. Voy hasta la superficie donde dejo mi cuerpo flotar, del mismo modo algunas luciérnagas se acercan rodeándome. Confirmando mis sospechas de los seres mágicos un hada se acerca y se posa en mi pecho. Lleva un vestido morado hecho de tul, sus alas son azul marino con líneas negras y su cabello corto de un color verde. La hermosa y diminuta criatura me esta hablando en susurros que comprendo con claridad.

—No tengo esa clase de objetos, pero te puedo crear algo mucho más brillante —le respondo.

Trazó un círculo en el aire formando una esfera, la alzó con cuidado y la hago explotar, salen destellos en polvo que se convierten en objeto de atención de las hadas que se acercan tratando de agarrar los pequeños fragmentos de luz brillante. Suelto una risa un tanto culpable al ver como el destello va desapareciendo en el agua.

El romance de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora