Narrador omnisciente
Los cuervos de Merten, una orden enigmática de asesinos y espías, pertenecen a una élite temida y respetada en la jerarquía del reino. Desde jóvenes, sus miembros son entrenados en las artes oscuras del espionaje y la desaparición, adiestrados para ser sombras invisibles, expertos en matar sin dejar rastro, y leales al líder del clan, Cornius Merten, cuya impecable reputación lo convierte en el hombre de confianza del rey de Kreaston, Elam Lynxforge. Pero en esta ocasión, el trabajo no era para el propio Cornius. La misión recayó en su hijo, Ashven Merten, quien fue personalmente solicitado por una figura de la que hasta los guerreros más curtidos preferían mantenerse alejados: Drystan Zelleneres.
—¿Tanto dinero? —había dicho el pelirrojo con una sonrisa cargada de incredulidad al ver la bolsa rebosante de dinero en frente de él. Eran kritzeles.
Frente a él, Drystan Zelleneres se mantenía inmóvil, sus ojos fijos en el joven con un aire de superioridad que parecía proyectarse en el ambiente, envolviéndolo en una atmósfera pesada, tan densa que dificultaba la respiración. Drystan estaba sentado con las piernas cruzadas, en una pose relajada que contrastaba con la intimidante rigidez de su expresión. Era más que una simple presencia física; el aura sombría y peligrosa que emanaba de él podría poner en vilo hasta a los más imperturbables. Ashven tragó saliva, sintiendo cómo esa mirada despectiva lo atravesaba desde la penumbra de su sillón.
—Le estoy pagando por un buen servicio... señor Merten —la voz de Drystan era baja, con un tono helado que casi parecía llevar un eco siniestro. El desdén en su pronunciación era tan palpable como el peso del oro sobre la mesa—. Tengo entendido que mi prometida es... astuta.
La risa de Drystan era más una melodía lúgubre que un sonido natural; reverberaba en la estancia con un tono hueco, el eco de algo oscuro y antiguo. Los músculos de Ashven se tensaron involuntariamente. El aire alrededor de Drystan era casi opresivo, como si él mismo fuera un pozo de sombras. Podía sentir el sudor frío recorriéndole la espalda, y a pesar de su experiencia en misiones arriesgadas, no recordaba haber sentido tal nivel de inquietud.
—Quizás le sea difícil encontrarla. Pero le estoy pagando una suma generosa para que, si ella hace algo imprudente, tenga usted la capacidad de controlar la situación desde las sombras. No quiero que mi reputación se vea manchada por una mocosa insolente que no sabe cuál es su lugar —Drystan hizo una pausa, su sonrisa irónica transformándose en algo más oscuro mientras sus ojos chispeaban con una negrura escalofriante. Sus venas palpitaban, y sus manos se cerraron en puños sobre las rodillas, como si el mero pensamiento de la princesa despertara en él una furia controlada—. ¿Entendido?
Ashven apenas pudo asimilar el odio en aquellas palabras; estaba hipnotizado por la intensidad de la mirada de Drystan, pero sabía que no tenía opción. Se obligó a responder con un breve asentimiento, intentando mantener la compostura.
—Trato hecho.
Ashven no tenía más opciones, después de todo le estaban pagando una increíble suma de dinero por tan poco.
Desde un inicio, Drystan quiso contratar a Cornius Merten, pero este ya no puede ofrecer sus servicios a alguien más que no sea el rey. Por ende envío a su mejor carta.
Ashven se levantó de su silla e hizo una reverencia antes de marcharse convertido en cuervo, empezando inmediatamente con su misión. Le parecía la cosa más tediosa que le habían pedido, prefería asesinar o desaparecer personas antes que espiarlas, lo consideraba aburrido. En cambio esta orden fue dada por Drystan Zelleneres, un hombre absolutamente destructivo en todos los aspectos. Del mismo modo le invadía la curiosidad por saber que clase de mujer sería su prometida.
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El romance de una princesa
FantasíaLa poderosa princesa Eyeliet Lynxforge escapa de su reino en busca de una nueva aventura; con una alianza matrimonial a la vuelta de la esquina, decide viajar por todo el continente para luego entregarse a Drystan Zelleneres, un hombre sanguinario y...