VIII

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Eyeliet


Miro por encima del hombro a Tybalt, que me sonríe como un cazador que finalmente encontró a su presa. Tiene las manos cruzadas en la espalda y una postura erguida que lo hace ver más alto de por sí.

Lo miro con cara sombría, en estos instantes me siento muy molesta por lo que esta sucediendo.

—¿Qué deseas? —en cambio el tono de mi voz es dulce, lleno de inocencia.

Tybalt sonríe.

—Te fuiste de la fiesta con la aparición de mi hermanito —se acerca lentamente con rostro juguetón —. Zahrya no hace bien su tarea.

Levanto la cabeza para mirarlo a los ojos. Me regresa la mirada un poco impactado.

—Tus ojos son una maravilla deleitable —murmura.

Entrecierro los ojos.

—¿Qué deseas? —repito con un leve destello de insistencia, no quiero estar a solas con él.

—No llevas un día completo aquí y haz avivado el interés de muchos hombres. Es un tanto exasperante no tener tu atención de la forma que anhelo.

Me río y ladeó la cabeza.

—No es mi problema —canturreo.

Mis palabras le disgustan. Aprovecha para agarrarme el brazo en un acto posesivo. Sus ojos negros parecen taladrarme, queriendo descubrir todo acerca de mí. Sonrío con burla, ignorando la fuerza con la que quiere someterme.

—Me gustas, sin embargo eres muy arrogante.

—Soy una princesa, la futura reina del sol, mi porte debe ser el orgullo y mis palabras no deben ser entregadas a cualquiera —hago énfasis en lo último —. Ser un bruto conmigo no te beneficia en nada, solo obtienes mi desprecio.

Ahora es su turno de reír. Me suelta sin medir el acto y caigo al suelo de arena.

—Mírate, indefensa y desprotegida. Mi hermanito hizo una excelente jugada al separarte de tus caballeros.

Aprieto los puños con enojo, pero relajo mi expresión. Me levanto con elegancia, sacudiendo la arena de mi atuendo.

Sin esperarlo conecto mi puño directo en su mejilla, dándole un golpe bastante fuerte.

Tybalt cae al suelo, tocándose la mejilla con el rostro estupefacto. Una fina línea de sangre se escurre de su boca y mancha su ropa, el hombre observa la sangre atónito. Ahora soy yo quien lo mira desde arriba con una expresión severa cargada de soberbia.

—No me vuelvas a tocar.

Se levanta, lame la sangre y sonríe.

¿Perdió la cabeza?

—Buen golpe, ciertamente no lo esperaba —se acerca con grandes zancadas, yo voy retrocediendo, no me gusta su cara —. ¿Quieres huir?

—Mantén la distancia —le digo cuando mi espalda toca la pared de arena que rodea el jardín —. No te quiero lastimar Tybalt.

Se ríe con malicia.

—Me tomaste desprevenido —esta a punto de agarrarme por el cuello.

"Eiri-".

—¿Qué haces Tybalt? —la voz imponente del rey se cuela en el jardín.

Tybalt retrocede lentamente, su mirada me dice que esto no acabará aquí. Gira hacia su padre que viene en nuestra dirección. El rey es mucho más alto que sus hijos, yo parezco una hormiga a su lado. Sus caballeros se mantienen al margen ante cualquier acción, se ve que son peligrosos y que fueron rigurosamente entrenados.

El romance de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora