─ sixteen ─

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Apenas entré a casa, aventé el abrigo hacia el sofá y cerré rápidamente la puerta con seguro, atrancándola con una silla del comedor por cualquier cosa. Me quité los tacones mientras avanzaba y me aseguré de cerrar bien las ventanas y cortinas de casa, apagando también la lámpara que estaba prendida en la sala.

— ¿Por qué llegas hasta ahor—

— Cállate y cierra esas cortinas —respondí mientras ponía seguro a las ventanas de la sala. NamJoon no preguntó nada y se limitó a hacer lo que le pedí. 

Ambos corrimos a las recámaras para cerrar bien las ventanas, ignorando completamente que YoonGi estaba despierto aún a las dos de la mañana, este ni siquiera se inmutó cuando nos vio tan ansiosos. 

La situación era la siguiente: Mientras JungKook y yo discutíamos —y nos besábamos— a mitad de la carretera, sentimos, mejor dicho, JungKook tuvo la sensación que alguien nos estaba observando a lo lejos. Arrancó el auto inmediatamente y aceleró hasta que llegamos a una gasolinera, donde nos quedamos un largo rato mientras esperábamos que un par de carros avanzaran.

Aunque la cosa no terminó ahí, pues nos encontramos un auto que a ambos nos parecía familiar. El no me quiso decir mucho, pero se había puesto muy tenso en el momento que identificó las placas del auto, poniéndose en marcha con el pantalón desabrochado. 

Tuvo que tomar un par de atajos —cruzar un terreno baldío— para poder llegar a mi casa y ganar un poco de tiempo para que el huyera, pero me dijo que por mi seguridad me dejaría un par de calles lejos de mi casa. Irónicamente, me había dejado en el área peligrosa del barrio donde vivía. Lo único bueno es que me había dado una de las armas que llevaba bajo su asiento, pidiéndome que si me encontraba en peligro no lo dudara y la usara, ya se haría cargo él de sacarme de la cárcel si cometía un homicidio. 

Mi chico se vio tan genial diciendo eso.

La parte divertida, fue que tuve que caminar completamente sola hasta mi casa, con un arma escondida en el bolso de mi abrigo: como en una película de acción y suspenso. O terror. NamJoon decía que admiraba que yo no le tuviera miedo a nada, que fuera tan valiente siempre, no importándome el peligro por el que estuviera atravesando. Bueno, por primera vez desde que tenía doce años, sentí que los ovarios se me subieron a la garganta. Ahora comprendía lo que tanto usaban los hombres como frase.

— ¿Ya vas a decirme que pasa? —preguntó NamJoon, tomé mi teléfono y marqué rápidamente al número de JungKook, únicamente para que supiera que había llegado a casa bien. Aunque jamás me contestó la llamada.

Le envié un mensaje y bloquee mi teléfono, al fin dejándome caer en mi cama. Mi corazón aún latía a mil por hora, pero sentir a NamJoon rodearme con sus fuertes brazos me ayudó a controlarme un poco. 

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