CAPITULO IV

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Hazel se había detenido frente a una casa de un solo piso pintada de gris, con una puerta de madera y un pequeño jardín en el frente, era pequeña —para nada comparada con la mansión de su familia—, pero daba la sensación de ser acogedora.

A Nico se le hizo un nudo en el estómago.

—Vamos —dijo Hazel alegremente.

—Espera, ¿cómo sabemos que hay alguien en casa?

Y era una pregunta tonta, porque podía ver un carro estacionado en el garaje.

—En cuanto llegué, Will se regresó, así que le dije que pasaría a recogerte algo de ropa.

Ese era un pretexto absurdo y ambos lo sabían, de necesitar ropa solo la podría haber ido a comprar.

—Creo que esto no está bien —murmuró Nico—. Deberíamos irnos.

—Hicimos un trato y recuerda que nuestros tratos no se deshacen.

Nico rodó los ojos y se arrepintió de su estupidez al aceptar ese trato.

—Pero tal vez deberíamos irnos, no está bien llegar de sorpresa a la casa de alguien, se podrían volver a poner de acuerdo —Nico volvió a intentar, la verdad es que se sentía como un ratón de laboratorio intentando cruzar por un laberinto.

—Es tu casa.

—No lo es, y dijiste que el plan era llevarme a otro lado, puede que ni siquiera nos estén esperando —sabía que sonaba como un niño asustado, pero así se sentía, se sentía incluso más pequeño que su hermana y no tenía nada que ver con la pérdida de los recuerdos.

—No te preocupes por eso —dijo Hazel con una sonrisa que intentó darle ánimos, pero Nico en cada momento se arrepentía más de aceptar el trato.

Hazel se bajó del carro, agarró su bolsa y fue hacia la puerta de pasajero para ayudarlo a bajar, el pulso de Nico se aceleró, apretó con más fuerza el sobre amarillo que tenía... ¿por qué no simplemente le daba el sobre a William y se olvidaba de este estúpido trato?

Era lo más fácil y también lo más sensato, pero además de la expresión de desolación de su hermana cuando dijo que cortaría todo contacto con ellos si Nico quería, había otra cosa que lo detenía, solo que no sabía decir que era.

Con ayuda de su hermana bajó del coche, Nico le aseguró que estaba bien y ella se adelantó un poco para tocar la puerta.

Las manos de Nico sudaban y sentía una opresión en el pecho, se sentía fuera de sí, tenía que dominar sus emociones, sabía que estaba arrugando los papeles, pero no le importaba —de cualquier manera serían efectivos—, tuvo que seguir caminando y concentrándose en regular su respiración, sentía como si en cualquier momento se pudiera echar a llorar de los nervios y el estrés que tenía, sumando a eso que aún se sentía débil, era mucho para procesar.

Hazel volvió a tocar la puerta, se sintió como una eternidad antes de que la abrieran.

William se veía como un total desastre y no era porque la opinión de Nico estuviera sesgada, en realidad parecía un desastre —incluso más que en el hospital—, su cabello estaba despeinado, como si hubiera estado pasando sus manos por él, sus ojos se veían hinchados, sus iris se veían de un azul apagado.

Se dio cuenta del momento en que se registró su presencia, William lo miró como si no supiera que pensar de él.

Nico se sentía de la misma forma.

Sus miradas se cruzaron y se quedaron viendo por unos segundos, Nico apartó la mirada primero.

—Cambio de planes —dijo Hazel.

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