CAPÍTULO VI

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Nico había prometido algo y no era una persona que rompiera sus promesas —al menos no todas—, lamentablemente no fue tan fácil como pensó que sería. Bianca se la pasó todo el tiempo pegada a William como si fuera un cachorrito, así que Nico no sabía cómo empezar, tampoco se le hacía prudente llegar y simplemente arrebatar a la niña del lado de su padre y obligarla a convivir con él.

Así que esperó.

La buena noticia es que no tuvo que esperar mucho.

Resulta que la niña se la pasó toda la mañana contando como se había ido a tomar una malteada enorme que tenía muchas cosas con la tía Rachel, por razones que no comprendía, era irritante oír hablar de esa mujer, tal vez era porque no la conocía de todo o porque la Rachel que tenía en la mente y la Rachel que adoraba Bianca no podían ser la misma, debía ser por eso.

Sabía que era cercana a William, se había notado bastante con los dos abrazos que habían compartido, además ella había hablado con William el día que Nico se enteró sobre Bianca, no es que le importara, pero fue un poco raro ver llegar a alguien que era una completa extraña y que fuera tan cariñosa.

El caso es que la increíble experiencia de malteadas había hecho que Bianca se obsesionara un poco con preparar su propia malteada y hacerla perfecta. William le había dicho que en realidad no sabía hacer buenas malteadas, la niña tenía un puchero que probablemente se convertiría en otra rabieta, y Nico, bueno, él era bastante bueno haciendo malteadas. Bianca —su hermana— las hacía siempre para animar a Nico, cuando ella murió, él aprendió para que Hazel también pudiera tener esas malteadas de ánimo.

Y la famosa Rachel se lo había enseñado primero a Bianca, genial.

—Por favor —siguió suplicando Bianca.

William estaba a punto de hablar para negar, pero Nico se adelantó —aunque no sin un poco de nerviosismo— y dijo:

—Yo las sé hacer, puedo enseñarle.

William le dio una minúscula sonrisa, como si hubiera estado esperando eso —por supuesto que no lo hizo sentirse un poco orgulloso de sí mismo, ni nada—, además eran malteadas, no trigonometría, solo debías saber cuándo helado ponerle y por cuanto tiempo batirlo para que no quedara un licuado horrible.

Bianca parecía que estaba a punto de retractarse porque de repente se puso toda tímida, pero William le dio una mirada amable para que lo aceptara.

—Bueno —murmuró Bianca mirándolo como si de repente fuera a desaparecer.

—¿Hay alguna regla? —preguntó Nico a William, porque tenía que saber cómo tratar con la niña, era probable que la hubiera estado educando de alguna manera.

—Déjale hacer cosas sola, si se equivoca no pasa nada —dijo William.

Y bueno, Nico admiraba un poco eso. Normalmente cuando te equivocas, pasan muchas cosas, pero está bien.

Al principio fue un poco incómodo porque aunque había más o menos visto donde se encontraba todo, aún era un poco raro tomarlo como si nada, además Bianca estaba bastante silenciosa, solo siguiendo las indicaciones, William no estaba a la vista, como si no quisiera interferir o algo.

El silencio de Bianca afortunadamente se fue cuando llegó la hora de servir y decorar la malteada —porque las malteadas perfectas estaban decoradas—, así que Nico le enseñó cómo debía poner el chocolate en el vaso, servir la malteada y después ponerle crema batida —por lo menos algo recordaba—. El intento de la niña no fue perfecto, de hecho hubo más crema batida y chocolate en la mesa que en su vaso, pero la forma en que empezó a sonreír hizo que Nico se sintiera raro, como si algo burbujeara en su estómago, se sintió extrañamente cálido.

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