La hija de Snape (Draco y tú)

Capitulo 11

Los sentimientos suelen ser difíciles de comprender, en especial cuando los sentimos por primera vez. Y es que muchas veces no sabemos cómo reaccionar ante la manera tan desconcertante con la que nuestro pecho es golpeado por un latente corazón agitado, o el incomodo nudo que se forma en la garganta y está a punto de dejarnos sin respiración. Tal vez si existiera un manual que explicará porque es que nuestro cuerpo reacciona de esa manera, sería realmente útil para disminuir el miedo y los malos entendidos por no saber que es lo que sentimos. Sin embargo la felicidad es siempre lo que buscan en este y cualquier otro mundo, tanto así que algunos solo dedican su vida a ignorar los demás sentimientos para engañarse en sentirla el mayor tiempo posible, aunque como todo, este no es más que un sentimiento pasajero, uno realmente hermoso pero fácil de pasar a segundo plano, en especial cuando te sientes culpable.

Esto lo había comprendido ___ a tan corta edad, pues justo hace un momento estaba completamente alegre leyendo cada una de las notas que su madre había escrito en aquel viejo diario médico.
Solo hacia un par de minutos que estaba sonriendo, pero algo se movió dentro de ella; una sensación ya conocida la invadió sin poder evitarlo, tristeza, culpa, miedo tal vez.
Pensamientos de que esto hubiera sido diferente si su adorada madre siguiera viva, si ella estuviera en este mundo seguro que se estaría encargando de enseñarle cada una de las cosas que estaban escritas en aquel cuaderno.

Pero el hubiera no existe y ella lo sabía, vaya que lo sabia pues la vida le había enseñado muchas cosas a tan tierna edad, así que lo único que le quedaba era imaginar aquello que tanto deseaba: poder conocer a su madre y pasar todo el tiempo que pudiera con ella.

Ya era de noche y la navidad había terminado, trayendo consigo a la nostalgia, esto era lo que había causado que la pequeña pelinegra se encontrará llorando en su habitación sin poder dormir, pues estaba segura de que tendría alguna pesadilla.
Ya pasaban las 12 am y por más vueltas que diera no lograba conciliar el sueño, así que decidió levantarse de su cálida cama, se aferró al diario y salió de los dormitorios para ir en busca de su padre, tal vez podría pasar la noche con él, o podría darle alguna poción para evitar sus terrores nocturnos.

Caminaba por los oscuros pasillos con un lumos que iluminaba solo un par de metros frente a ella (no quería alertar al señor Filch de que había un estudiante fuera de la cama) y siguió el frío camino con algo de miedo, debía admitir que los castillos daban ese aspecto de tenebroso y su pequeña e imaginativa mente no ayudaba demasiado a calmarse, tal vez una araña saltaría sobre su cabeza o cualquier otro asqueroso bicho que encontrará atractivo molestar a una pequeña de primer año.

La torre de Ravenclaw se encontraba algo cerca de la biblioteca (si es que un par de pisos se consideraba cerca) y eso era genial la mayor parte del tiempo, excepto esa noche, pues en medio del frío viento que se colaba por las instalaciones de la escuela se escucho un horrible grito que provenía de aquel que se supone sería un lugar pacifico y para el aprendizaje. Era un chillido tan fuerte y aterrador que erizo por completo la piel de ___ haciéndola saltar y apagar el lumos en un acto reflejo de no ser encontrada por lo que fuera que hubiera hecho aquel desgarrador sonido.

No tardo mucho para que los pasos del celador se escucharán cerca de donde se encontraba, así que decidió esconderse lo antes posible yendo por uno de los pasillos cercanos, siguiendo adelante sin saber bien hacia donde iría, para finalmente colocarse detrás de una armadura que había encontrado en aquel corredor al que había llegado, estaba justo enseguida de una pequeña torre de soporte y con suerte entre aquellas dos superficies no la vería.

Escucho pasos cerca de ella pero no había nadie más allí, creyó que algún ente la estaría siguiendo así que cubrió su boca y apretando el diario contra su pecho cerro los ojos, pero nada ocurrió. Los pasos pasaron de largo y pensó que estaba a salvo, de no ser porque escucho una voz que reconocería de dónde fuera.