Fifteenth

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Empeora o vuelve

—Sentir el viento. —Inclinó una de sus manos y la hizo pasar por el lado de la otra, que estaba convertida en un puño.

«Sentir el viento» repitió Na’rya, entrecerrando un ojo, intentando imaginarse a Neytiri sobre un ikran. «Debía de ser peligroso» comentó, mirando hacia la Omatikaya, quién parecía más relajada que hace un rato.

—En comparación al arrecife, mucho, para mí era normal. —Se rascó la cabeza con vergüenza, con la sombra de una sonrisa pintada en la cara.

«Normal...».

—Totalmente —murmuró, ladeando la cabeza.

La tulkun soltó una suave risa incrédula. Si para ella hasta el océano de fuera del arrecife era peligroso, no quería imaginarse cómo era el bosque, con criaturas como Toruk, Thanator, viperlobos... Demasiados depredadores.

Neytiri se mordió el labio inferior, echaba tanto de menos su casa, la gente que había dejado allí..., los sitios que guardaban sus recuerdos más preciados, la gente que había muerto allí. Suspiró pesadamente.

Había tenido suficiente muerte por una vida entera.

Bajó la cabeza, encontrándose con unos ojos apenados que la miraban, pero no estaban muertos, como lo estaba su propio dorado, parecían... demasiado vivos. Se llevó una mano al pecho mientras levantaba la cabeza. No había visto eso, no había visto eso, no había visto a su hijo. Él estaba muerto, no podía... no podía...

«¿Neytiri?».

Era un reflejo, era un reflejo. Él. No. Estaba. Allí. No podía haber aparecido de la nada sin que se conectara al árbol, ¿pero y si Eywa intentaba hacer que fuera a la Ensenada de los Ancestros? Se moriría del dolor de nuevo. Pero quería verlo, ver a su hijo.

Neteyam, Neteyam, Neteyam...

Él no acababa de aparecer allí, ¿verdad? No podía... ¿Seguiría estando si bajaba la cabeza? Probó.

No estaba, no estaba.

«Neytiri» llamó Na’rya, preocupándose por la mujer al ver que seguía sin responder.

—¿Qué? —musitó, volviendo a mirar a la tulkun.

«¿Estás bien? Parece que hayas...» se interrumpió, para pensar mejor lo que iba a decir, sin embargo, no se le ocurrió nada.

—¿Qué haya qué? —la instó a seguir, aunque le dio la sensación de que estaba siendo algo grosera.

«Visto un fantasma» respondió, mirándola de forma apenada.

Neytiri giró la cabeza hacia el agua, evitando tener que ver directamente los ojos de Na'rya. Bajó las orejas hasta apretarlas contra su cabeza, las mantuvo agachadas incluso cuando los músculos comenzaron a protestar.

—Lo vi —murmuró, la tulkun entrecerró un ojo con extrañeza—, lo vi a él.

Na’rya hizo lo posible por fruncir el ceño, exteriorizando su confusión. Él, él, él... ¿De quién hablaba? Lo pensó durante un momento y entonces asoció su estado a su voz apagada: había visto a su hijo, a Neteyam. ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuándo, ahora?

Virago ||A history about Neytiri|| (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora