Llevaba casi dos meses tratando de hablar con ella, disculparse tal vez. Pero ella no quería hablar de lo que había pasado, no con él, no todavía. Se sentía mal al agradecer que sus hijas lo mantuvieran alejado, pero simplemente no podía.
Y menos lo hacía cuando se dio cuenta de que su vientre se estaba abultando más de lo que debería. Dos niños... Todavía no se lo creía, pero estaba claro que necesitaba hacerlo pronto. Pero no sabía cuando iba a ser pronto.
Sintió un pinchazo en su vientre bajo, provocando un bajón de orejas repentino. Todavía no se acostumbraba a tener esas sensaciones y no tenía ni la más remota idea de si era malo o si solo estaba exagerando. Esperaba que fuera la segunda, rezaba por que lo fuera.
Sintió los ojos de su esposo sobre ella antes incluso de sentir su presencia, su hija menor se acercó más, abrazándola con mimo. Cariño que fue totalmente apreciado y devuelto tras dejar la cesta que estaba tejiendo a un lado.
Jake volvió a desaparecer, tranquilizándola un poco, aunque el pinchazo de su vientre no desapareció hasta un muy buen rato después. Tuk había aprendido a leer a su madre en esos dos últimos meses y casi podía adivinar que se sentía mal por no querer o no poder hablar con su padre.
No sabía cuál de las dos era, pero, si fuera completamente sincera consigo misma, no le importaría mientras su madre estuviera bien. Tal vez era duro para alguien saber que una niña de ocho años pensaba así sobre la relación de sus padres, pero nadie estaba realmente bien todavía como para preocuparse por la cantidad de preguntas sin respuesta que tenía su cabecita pensante. Alguna vez creyó que iba a explotarle. Pero por ahora seguía en su sitio, así que estaba perfecto.
Bueno, se mentía a sí misma haciéndose creer eso.
—¿Podemos ir con Na’rya? —preguntó.
Neytiri miró a su hija menor, su relación con la tulkun había mejorado muchísimo tras aquellos primeros días, y a falta de poco más de un mes para que los tulkun volvieran a migrar al sur, Tuk y ella querían estar con la tulkun todo lo posible.
Asintió, con la sombra de una sonrisa adornando su cara. Desde hacía un par de semanas había empezado a hacer eso, y Tuk no podía estar más encantada.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Raro era un eufemismo. Ya había visto a su esposa embarazada y no daba crédito con lo que veía. ¡Parecía estar de siete meses en vez de cuatro! No le cabía duda de que Neytiri ocultaba algo, o ese bebé era enorme. Cosa que no podía ser, los na’vi no eran tan grandes.
Pero tampoco podía acercarse a ella con tranquilidad, sus hijas se lo impedían. Y sabía que su hijo también lo haría si estuviera más presente. Pero ahora parecía que todos habían cambiado a la familia por los tulkun.