Capítulo 8: Yo te sigo.

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Si querés oír con música esta historia lo podés hacer. Yo te recomiendo que escuches este capítulo con: C'MON DOWN DE POOR MAN'S POISON.

_Voy...

Clamó Alejo, tomando asiento en el borde del acceso con las piernas colgando. El infectado se relamía a probar ese pedazo de jamón que iba caer del cielo. Emanuel, agachado con la boca en unos de los oídos del panzón continuaba con las indicaciones.

_Escuchá, gordo... agarrate de este borde y usa tu peso para patearle la cara.

_Ya me quedó claro, loco... tranquilo, narigón.

_Gordo, antes de caer doblá las rodillas y separá las piernas, parece una caída muy alta. Si caes mal, te podés lastimar.

Sugería el de un solo brazo. Alejo, contemplaba nuevamente la caída, veía a ese que lo esperaba ahí abajo y no temía, parecía ansioso de entrar a dar pelea.

_Dale que tengo hambre, loco. Si hay un Milanguche de sangüinesa es mío eh...

Advertía en un juego de palabras aquello que requería el de ojos verdes.

_Dale, si encontramos uno, es tuyo...

Concordó el de la gran nariz, mientras contemplaba a su valeroso y ancho amigo, que respiró previo a arrojarse por el conducto. Colocó las manos en el borde que tenía en frente y con audacia se lanzó furioso hacia la cara del infectado, que recibió la punta del zapato izquierdo entre los ojos.

_Tomá, puto.

El golpe fue certero, sin embargo, no hizo más que tambalear al no muerto. Al rehacerse volvió a levantar los brazos tratando de atrapar las piernas de esa que parecía una piñata.

_No dejes que te agarre, gordo.

Volvió a ordenar Emanuel.

_No, puto.

Alejo, sin llegar a desesperarse pataleó hasta embocar otra patada, que esta vez calzó en la frente del solitario infectado. Acierto que sirvió para echar al mordedor.

_Se cayó, soltate, gordo.

Indicó Mauro, cuando el conductor soltó el borde del acceso. El descenso fue rápido, sus rechonchos pies no pudieron afianzarse del todo en el suelo. Tras un quejido, Alejo cayó sobre su propio culo, puteó antes de pedir apoyo.

_Puta madre... vengan.

_Voy yo.

Se oyó de Emanuel antes de que se perdiese por el acceso, con el machete en alto. Su caída fue más leve, él pudo mantenerse sobre sus pies. Rápidamente miró al infectado notando como este levemente se iba incorporando, le daba el tiempo, por lo que se volvió sobre su caído amigo.

_ ¿Estás bien, gordo?

_Sí, dale, matalo antes de que se pare.

Ema pegó otra media vuelta y encaró al infectado que ya se hallaba de rodillas. Sin medir demasiado, alzó el machete y de un solo tajo, enterró la mitad del arma en el cráneo de ese que finalmente terminó siendo un cadáver más.

_Eso, narigón... Mauro, antes de bajar, tirá mi mochila y mi bate y trae tus cosas también.

Solo eso hizo falta para que Mauro obedeciera al derrumbado.

_ ¿Seguro que no venís?

Interrogó Mauro a ese que permanecía a su lado. El silencio fue ganando segundos muy rápidamente, haciéndose merecedor de otras palabras.

_Negro, somos todo lo que tenemos, no nos dejes solos.

Esa frase fue la que hizo a Rubén volver al ruedo que levantó los ojos hasta los de Mauro.

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