Capítulo 27: ¿Me Enseñarías a Rezar?

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Si querés oír con música esta historia lo podés hacer. Yo te recomiendo que escuches este capítulo con: REDEMPTION DE POOR MAN'S POISON / LET US ALL DOWN DE POOR MAN'S POSION. 

El cielo era cubierto por gigantescas nubes trayendo consigo la lluvia. Una ventisca llegó del sur. Ambas miradas fueron hacia lo alto deteniendo sus paladas.

_Parece que va a cambiar el clima... que mala suerte que quemamos muchos cobertores en el colectivo.

Expresó un agitado Alejo que era carcomido vivo por ese virus que se llevaba su luz, su fuerza y el color de sus ojos. Rubén vio a su último compañero un segundo solo para dejarlo tranquilo.

_No te preocupes, loco, con lo que tengo me alcanza. Pero vamos a seguir con esto porque la lluvia nos va a complicar.

_Me parece que hay que buscar baldes también... si es mucha lluvia podés juntar el agua para tomar, en caso de que tu viaje sea muy largo.

Alejo entregaba soluciones a ese que debía continuar.

_Gracias, gordo, ahora busco, no te preocupes.

El sol permanecía oculto detrás de las nubes. Y los cuerpos de Emanuel y Mauro reposaban en el suelo debajo de una sombra que ya no se percibía, ambos con un trapo cubriendo sus rostros. Sus cuerpos estaban uno al lado del otro como lo estuvieron en vida.

Rubén permanecía adherido a su tarea, nada lo quitaba de foco, el viento fresco yo ayudaba a soportar el calor corporal. Pero por dentro sufría de una tortura que lo acompañaría hasta el resto de sus días. Su pala golpeaba una y otra vez con violencia esa dura tierra que no lo ayudaba a descargar sus penas. Lagrimas suyas se habían perdido en la arena, cuando muchas otras quedaron en el hombro de ese compañero que aún le quedaba.

En Alejo las cosas no eran muy diferentes, no le estaba importando el momento de su transformación. El dolor de su alma también le era interno, como eso que lo estaba devorando por dentro. La punta metálica de su pala se iba quedando sin fuerzas, pero no se trataba de su herramienta, su cuerpo se estaba rindiendo y aquello lo estaba frustrando.

La fosa que iba haciendo el moreno era más larga que la que intentaba el bateador. El sudor envolvía su rostro. Con sed, cansancio, con el mismo tiempo en contra el moreno no renunciaba a terminar con su tarea.

Alejo, en la misma que el moreno, se estaba quedando atrás, la fosa de la que se estaba haciendo cargo era deforme, con irregularidades, no era profunda. Los golpes que le daba a la tierra cada vez eran más débiles y ocurrían cada vez con más intervalos. Tras cada minuto el cuerpo iba renunciando a las tareas que le ordenaba su cerebro. Ojos cansados pesaban kilos enteros, los brazos agotados ya no querían sostener la pala, hasta que esa cayó al suelo.

Rubén, vio la herramienta en el suelo, lentamente levantó la mirada para ver a los ojos al bateador.

_ ¿EstáS bien, gordo?

_Perdoname, negro, pero ya no puedo más.

Alejo jadeaba como un perro, el aire luchaba por ingresar en él, sin embargo, cada esfuerzo parecía inútil. Rubén vio el foso de su cansado compañero, antes de cuestionarle.

_ ¿Esa es para vos?

_No... pensé en hacer esta para Mauro y después una para mí, pero, el cuerpo ya no me da para más. Perdoname, loco, creí que iba a poder, pero te juro que ya no puedo.

Cada tres palabras, el panzón se detenía para intentar cargar aire. Su piel de por sí era pálida, pero el tono que iba tomando por el avance del virus daba miedo. Rubén lo vio con orgullo y sobrado respeto, después de todo hasta casi muerto el gordo seguía preocupándose por sus amigos, por más que estos ya no estén.

Muertos de HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora