Capítulo 25: Mi Primer Añito.

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Si querés oír con música esta historia lo podés hacer. Yo te recomiendo que escuches este capítulo con: MISTRESS FOR CHRISTMAS DE AC-DC / THROUGH THE VALLEY DE SHAWN JAMES 

_ ¿Seguro que querés entrar a ver, narigón?

Cercioró el del bate, Emanuel, era cargado por Mauro y Rubén, su cuerpo ya no respondía, era un lastre que sus compañeros arrastraban con ellos, como si llevaran el cuerpo de un ebrio.

_Sí, loco. Hay que fijarnos si ese lugar tiene algo útil para que el negro siga con su viaje.

Rubén con el brazo izquierdo de Emanuel sobre sus hombros explicó.

_Tranquilo, loco, con lo que queda en el depósito voy a andar mucho tiempo, hay agua, fideos, latas de un montón de cosas, voy a andar bien.

Por más que la presencia del sol comenzara a llenar la mañana, la oscuridad aún reinaba en el restaurante, hacía calor, todo en ese lugar estaba apagado. Sus linternas volvieron a iluminar el interior de esa tumba, la primera puerta se hallaba abierta, aquella que al principio permanecía cerrada y la razón por la que tuvieron que ingresar por el techo. Las linternas apuntaban a las esquinas y a los accesos, cosa de que no se hayan olvidado de matar a ningún infectado. Alejo iba adelante con su linterna en la izquierda y el bate en la derecha que mecía como un péndulo, movía el brazo porque los dolores corporales molestaban.

La segunda puerta también estaba abierta, esa que los separó de sus alimentos.

_Acá vas a tener que venir a buscar todo lo que te falta, negro.

Mencionó el unidiestro, recordando la comida que se habían dejado. Rubén solo asintió.

_Esperen...

Expresó Mauro estirando su cuerpo, el cuerpo lo sentía pesado y la respiración comenzaba a escasear para sus pulmones.

_Está avanzando muy rápido...

Reflexionó de nuevo.

_Debe ser por tu cáncer, tu cuerpo está luchando contra dos venenos diferentes, Mauro...

Expresó el pobre lastre de Emanuel, llegando finalmente a esa tercera puerta, que, abierta de par en par, decía "bienvenidos". Antes de ingresar, Rubén cayó preso de los nervios volviendo a jugar ese pasatiempo suyo.

_Alexis Sánchez, Buonanotte... Cali Izquierdos.

Juego que fue interrumpido por el gordo del bate.

_Callate un poco, negro, no pasa nada, no queda ninguno.

_ ¿Cómo sabés?

Interrogó el atemorizado morocho. Alejo, molesto por el dolor y con el alcohol ya metido en su sistema, pidió la botella de cerveza que tenía Mauro. El unidiestro pasó la botella que ya le quedaba poco, tomó el resto. Luego la linterna la puso en su boca, lanzó la botella en el aire y la reventó de un batazo.

_ ¿Qué hacés, enfermo de mierda?

Puteó el moreno, Alejo no se achicaría.

_Cerrá el orto, negro puto.

Pasaron los segundos, pero de esa tercera puerta no salía nada. El bateador avanzó y llegó al umbral, donde apuntó a todas direcciones con su linterna. Cada pedacito de ese lugar, cada rincón, mirará a donde se mirará, el lugar estaba regado de podredumbre y porquería.

_No puede ser... puaj... este lugar huele horrible.

El pliegue de su brazo izquierdo cubrió su nariz, la linterna seguía en esa mano y el bate en su diestra lista para defenderlo. Su caminar no se detenía, estaba infectado y no importaba, iba a destruir cráneos solo por diversión. El trio lo seguía detrás con las linternas apuntando hacia adelante.

Muertos de HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora