Capítulo 26: Creo que Merezco un Poco de Paz.

7 1 0
                                    

Si querés oír con música esta historia lo podés hacer. Yo te recomiendo que escuches este capítulo con: FRIENDS WITH THE ENEMY DE POOR MAN'S POISON / WAITING FOR THE END DE LINKIN PARK

El llanto es el único consuelo que le queda al alma cuando tiene que decir adiós y no quiere hacerlo. Ese momentáneo desagote es el precio de no poder acompañar en su viaje a esa vida que está en marcha hacia un lugar que se supone mejor.

Cinco minutos de duelo le regalaron a su compañero de viaje. No podían dejarlo al sol, no había tiempo para funerales, velatorios o ataúdes. Con su camisa, la cual trató de lavar lo mejor que pudo, el gordo le cubrió la cara al difunto, mientras pensaban como solucionar esos problemas.

_Tenemos que buscar una pala de punta, algo debe haber por acá para hacer un pozo, adentro vi un equipo de asado a la estaca.

Sugirió el gordo. Mauro segundearía esa decisión.

_Bueno, yo te ayudo a buscar. Vos, negro si querés podés ir buscando un auto para después.

Rubén se limpiaba las lágrimas, respiraba un poco, entendía que solo era el primer duelo del día. Sorbió un poco, aclaró su voz y confesó.

_No, eso lo puedo hacer después, vamos a buscar esas cosas. Pero tengo una pregunta para ustedes. ¿Qué quieren hacer cuando el virus los cambie?

Soltó finalmente la pregunta que ninguno se había hecho. Las bromas habían quedado en la noche anterior, todo lo que quedaba era una asquerosa realidad.

No hubo mucho que argumentar, tampoco hicieron falta miradas, ambos tenían las horas contadas, había que responder las preguntas por más incómodas que fueran.

_Yo... yo no quiero convertirme, no quiero vagar por la tierra tratando de hacer daño a otro ser humano.

Confesó el ojeroso de un solo brazo, la simple tarea de respirar tornaba dificultosa a esa hora, Alejo había sido mordido primero, pero resultaba impresionante como Mauro parecía más cercano a su final que el seboso.

_ ¿Vos, gordo?

_Yo tampoco quiero convertirme, me gustaría saber que se siente, pero no. Creo que merezco un poco de paz después de tanto.

_Claro que sí, gordo, todos merecen paz... ahora vamos a buscar las herramientas.

Resolvió el moreno encabezando la búsqueda.

Sus pasos fueron hacia la parte trasera del restaurante. Atravesaron los quinchos, llegando al primero, solo encontraron moscas revoloteando por la grasa y los huesos que quedaron arriba de la mesa. La luz solar hacía inútil el uso de sus linternas.

_Locos... yo me estoy sintiendo muy mal, me está reventando el dolor de cabeza.

Expresó el de un solo brazo. Alejo bostezó, viendo al moreno que se vió contagiado por el mismo. Cuando pudo hablar, Rubén tranquilizó a Mauro, apoyó su diestra en la espalda y soltó.

_Tranquilo, loco, no hace falta que hagas esto.

Alejo, no dijo nada, solo asintió apañando a su enfermo compañero. Mauro tomó asiento y recostó su cabeza sobre su único brazo.

_Vamos, gordo, sigamos buscando.

Con uno menos, la búsqueda la continuaron esos dos. Llegaron al último de los quinchos y nada, tal y como al principio.

_Busquemos adentro, ahí debe haber algo, de paso saquemos todo lo que te vas a llevar... ah y te cedo la última cerveza, sé que te gané... lo que sí no la tomes ahora, debe estar re caliente.

Muertos de HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora