Capítulo 18: La última noche.

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Si querés oír con música esta historia lo podés hacer. Yo te recomiendo que escuches este capítulo con: RIOT DE THREE DAYS GRACE 

Las cortinas corrieron al tope. Desde adentro no podía verse otra cosa, ojos vivos asombrados contemplaban el fin del mundo; en bocas hambrientas, ojos extraviados de tonalidades frías, en pieles despedazadas a mordiscos, pellejos sucios donde la suciedad, sangre podrida y seca y esa infección contagiaba ese color gris. Decadencia que venía de seres que alguna vez fueron hijos, hermanos, padres. Seres que solo parecían humanos, pero que el apocalipsis los había resumido a lo más primitivo.

Linternas inquietas llegaban a sus puestos, esperando a que el de al lado estuviera listo.

_ ¡Ahora!

Palmas golpeaban las ventanillas del lado derecho del colectivo. El último plan había comenzado. Alejo sacó la cabeza y comenzó a escupir amenazas como si los de afuera pudieran entenderle.

_ ¡Vengan, putos, todos vengan...! ¡Vengan les digo, es una orden! ¡Te voy a matar a vos, a vos también, los voy a matar a todos y cuando muera me los voy a coger en el infierno para siempre, no me entienden, pero ya lo van a ver!

Alejo estaba más cerca a la puerta delantera, su escándalo provocó que los mordedores acecharan su lado, liberando el peso de la puerta de Emanuel.

_Jajajajaja no puedo creer que funciona. Mauro, Rubén... ¿qué están esperando ustedes dos? Hagan quilombo.

Reclamó el herido cuidando todavía su puerta. Solo eso hizo falta para que el manco y el moreno reaccionaran.

_ ¡Putos...! ¡Vengan de a uno, putos!

Rubén más creativo que sus compañeros, les dedicó una canción de cancha.

_ ¡Los infectados son... todos putos! ¡Y lo infectados son... todos putos!

Era un maremoto de insultos, de puteadas a los muertos de allí y a los de todas partes, a sus hermanas, sus madres y hasta sus abuelas, sean quiénes hayan sido.

_Vos chupame la pija, y vos también, tengo para todos, esperen que salga nomás... ¡putos, putos!

Continuaba con la furia y los insultos el de la panza, Emanuel desde la otra punta podía escucharlo y disfrutarlo.

_Bue, este gordo necesita ponerla urgente.

Estaban a una pared de fierro y vidrio de distancia de una muerte segura. Esa lata de sardinas los protegía de los muertos de hambre. Sin embargo, los muchachos disfrutaban de esos últimos chistes, de esas últimas bromas, de esa que sería su última noche juntos.

_Dale, ustedes sigan que yo acá me estoy cagando de risa.

Mencionó Emanuel que se calló para sonreír y disfrutar de esas monerías.

En la parte de adelante, quien saltaba en su asiento con ideas más originales y mejores insultos era Alejo, que peló su abdomen en forma de burbuja para tentar a esos que lo veían de afuera.

_ ¿Querés esto? ¿Eh? ¿Quieren la panza toda gordita, sabrosa y llena de estrías de Alejo Daniel, Rubio? Vengan que es gratis, toda gratis...

_Ahí tienen para una semana, gordo.

Bromeó el de un solo brazo. El siguiente en descansarlo fue Rubén.

_Con eso mueren, pero de diabetes, gordo.

Emanuel se descostillaba de risa, cuando de pronto el plan se detuvo para dar lugar a las carcajadas del equipo. No todos lo notaban, alguno que otro se hacía el desentendido, pero allí rondaba la idea de que esa sería la última vez que escucharían reír a ese que detenía la puerta. Las risas dejaron de oírse más temprano que tarde, Emanuel lo notaría lejos de la vista de los demás.

Muertos de HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora