Durante las aclamadas vacaciones de verano, Cellbit de la noche a la mañana se mudó, fue una gran sorpresa para él ya que no había prestado atención a sus padres cuando le notificaron de ello. Al llegar conoce a Roier, un joven de su misma edad que...
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Era un día frío de Febrero, Roier y Cellbit la habían pasado de maravilla estos últimos días, yendo a citas, caminando de la mano, y claro, estando más unidos que nunca,siendo simplemente dos piezas del rompecabezas que habían encajado con la pieza con la que si debían encajar.
Por ahora, la pareja estaba en su pequeño hogar, esa casa del árbol en la que se conocieron y compartieron tantos momentos, por el momento, ambos charlaban en la planta de arriba, mientras que sus hermanos jugaban abajo, cosa que llegó a asstar a Roier, con miedo a que ellos rompieran algo, era un día como cualquier otro, pero eso no significaba que fuera aburrido, al contrario, mientras él estuviera con las personas que lo hacen feliz, los días nunca serían aburridos.
— Cell, ¿Pensaste alguna vez que terminarías así? ¿En una casa del árbol, en un manzano y con novio? Porque yo me imaginaba todo, menos lo último. — Charló el de bandana azul, simplemente dejando salir aquella duda pasajera.
— Bueno, sinceramente no me esperé conocerte, o siquiera vivir aquí, pero la verdad, estoy feliz de haberme mudado. — Respondió con naturalidad en sus palabras, entrelazando su mano con la de su chico.
— Aún lamento ese golpe que te dí, ¿cómo se sintió desmayarse? — Roier nunca había experimentado un desmayo, y como tenía una amplia curiosidad, no haría daño hacer otra pregunta, después de todo, se la pasaba tirando datos de Spiderman y preguntando cosas bastante interesantes, algo que Cellbit adora escuchar, y con gusto, responder.
— Es como si de la nada te pusieran a dormir, como si apagaras la luz de la nada y luego volviera de a poco, así es como lo recuerdo, fue hace tiempo ya. — Explicó, pues ya desde las últimas vacaciones habían transcurrido ya varios meses y con ellos, aquella fecha en la que ambos cruzaron mundos por primera vez, los recuerdos no eran de lo más claros.
Los minutos y minutos de conversación continuaron sin parar, sacando risas uno del otro, haciéndose compañía, simplemente existiendo uno a lado del otro, siendo felices a su propio modo, simplemente, siendo felices.
Claro que hubo un punto en el que los menores decidieron bajar a jugar fútbol, dejando a los mayores completamente solos, cosa que los animó a bajar de piso, Cellbit agarró su cuaderno de todos verdes, ya que el de color marrón se había quedado sin páginas libres, ya que desde que se cruzó con el, Cellbit nunca dejó de dibujar el precioso rostro de Roier. Comenzó a hacer trazos sinsentidos, simplemente viendo que resultaba de tantos garabatos, hasta que el castaño llegó a notar una especie de forma entre los trazos del cenizo.
— Parece un cerezo, ¿has dibujado uno antes? — Miraba la página con detenimiento, y según él, había una forma parecida a la del mencionado árbol.
