🌺෴•°❁♪-𝙻𝚞𝚌𝚢 𝙶𝚛𝚊𝚢 𝙱𝚊𝚒𝚛𝚍-♪❁°•෴🌺

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Lo último que recordaba era estar esperando a Coryo para celebrar su victoria, aún no se creía que hacía menos de unos minutos había mirado a la muerte a la cara, pero ella había cantado y enfrentado su mirada a las cámaras. Si el capitolio quería tanto un show se lo iba a dar, pero no iba a permitirse quedarse callada, sin demostrar la furia de su corazón y los sueños que le estaban arrebatando. Ella no sabía lo que pasaba en ese gran estudio dónde estaban presentando en vivo sus juegos, pero sabía que Coryo le miraba... Quizá por eso se había llenado de valor para cantar sus últimos pensamientos.

Había subido a la pila de piedra sabiendo que solo podría retrasar su final unos minutos, ya habían caído todos los tributos pero el gong de finalista no le coronaba, sabía que moriría. Pero las serpientes al alcanzarla solo comenzaron a rodear sus tobillos y muñecas, reptando por su cuerpo mientras su voz ganaba fuerza, sabía que las serpientes con el canto solían ser más pacíficas, más de una vez había estado jugueteando con una en sus manos cuando estaba con la bandada pero ¿por eso las serpientes no le atacaban? Había visto con horror cómo se habían abalanzado contra los tributos supervivientes, como habían caído uno por uno cubiertos por las escamas multicolor, los gritos de los que en algún momento le habían perseguido y amenazado se desvanecían con siseos, un ruido que le había perseguido hasta que ella se decidió por enfrentar una muerte de forma memorable.

Para cuando la sacaron no sabría decir cuánto tiempo estuvo esperando, pero tenía claro que a los minutos de que bajara la adrenalina de la final de los juegos sintió una alegría agridulce... El resto de sus compañeros estaban muertos, Jessup no volvería a casa con ella, si es que acaso le dejarían volver ¿no vería más a la bandada? Son pensamientos que no iban a abandonarla por un tiempo, pero cuando escuchó que se abría la puerta dónde le habían dejado custodiada solo pensaba en una cosa, poder abrazar a su mentor y decirle gracias de mil formas distintas, deseaba poder compartir esa alegría de estar viva con alguien con quien confiaba, después de todo... le habían arrebatado al resto... quería sentir que valía la pena haber sobrevivido y sonreír al chico del capitolio que se había preocupado por ella.

Pero no recordaba haberlo hecho.

Cuando ese pensamiento fugaz cruzó su mente, sabía que algo andaba mal, abrió los ojos y de pronto comenzó a sentir por primera vez en mucho tiempo la claustrofobia. Una respiración entrecortada se colocó en su pecho cuando sus oídos sólo podían escuchar el latido de su corazón, y latía muy rápido, como si después de haberse parado repentinamente un golpe de adrenalina le obligara a seguir. Sus ojos buscaron una respuesta y solo pudo encontrar como un grupo de extraños le miraban con asombro, vestidos con batas blancas y gafas extrañas de laboratorio... ¿eran científicos?:

——— Wow... en serio es ella.

Escuchó decir a uno de ellos, pero en ese momento lo único que quería era separarse de ellos y huir lejos, no le gustaba estar rodeada de extraños sin saber un porqué y acababa de despertar, pero cuando intentó moverse y forcejear notó unas correas que sujetaban sus brazos, piernas y cintura. Al saber que estaba inmovilizada contra su voluntad entró en pánico, comenzando a moverse como podía aunque eso rozara sus muñecas:

——— ¡Suéltenme! ¿Qué hago aquí?

Se le escuchaba gritar por toda la sala mientras los doctores intentaban calmarla, sólo deseaba irse, olía como a metal, a limpio, notaba una base fría y dura bajo su espalda, sus pupilas se movían de golpe de un lado a otro mientras inspeccionaba aquel lugar que estaba muy lejos de recordarle a su hogar. Era una habitación de paredes blancas y yacía sobre una camilla metálica, parecía una enfermería, pero era muy distinta a las que conocía. Con un nuevo impacto trató de levantarse, logrando ver que las pocas decoraciones de esa sala, se trataban de carteles de letra pequeña que contaban con el símbolo del águila que tanto había visto dentro y fuera de su distrito... reconoció entonces que seguía en el Capitolio, pero eso solo significaba que la pesadilla no había hecho más que empezar. ¿Por qué esa gente adinerada no dejaba esa farsa?¿Por qué no le dejaban irse?¿Dónde estaba Coryo? Esa duda final era la que más rondaba por su mente.

Balada de "Sinsajos sobre la nieve"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora