Tal como había prometido al día siguiente, Valeria, acompañada de su madre, regresó al café. Había sido una tarea ardua convencer a su madre de que necesitaba mantenerse ocupada, de que el trabajo la ayudaría a distraerse de su dolor y confusión por Gabriel. La idea de Marco de seguir adelante parecía más fácil de decir que de hacer. A veces, el dolor era tan intenso que sentía que se ahogaba en un mar de desesperación y soledad.
Así pasó la semana, dividida entre las tareas del colegio y las mesas del café. Marco, pasaba todas las tardes en el café, pidiendo un frapuccino y esperándola para acompañarla a casa. Fue en una de esas tardes cuando ocurrió lo inimaginable. Un grupo de chicos entró al café, eran los jugadores del equipo de fútbol del colegio de enfrente. Valeria se acercó a ellos para tomar su pedido cuando lo vio. Era él. Era Gabriel. Su corazón se detuvo, su mente se quedó en blanco y su cuerpo se paralizó. No sabía qué hacer ni qué decir, hasta que él rompió el silencio.
"¿Valeria?" preguntó Gabriel, con una expresión de asombro y alegría en su rostro.
"Sí", respondió ella, su voz apenas era un susurro.
"Es un gusto volver a verte", dijeron ambos al unísono, sus sonrisas se iluminaron y sus ojos se encontraron, revelando un torbellino de emociones no dichas.
"Creí que no te volvería a ver", confesó Valeria, con voz temblorosa por la emoción.
"Igual yo", respondió Gabriel, con una mirada intensa y llena de emoción.
En ese momento, la señora María, la dueña del café, interrumpió su conversación. "Valeria, no es hora de conversar. Atiende a los muchachos", dijo en un tono severo. Valeria se sonrojó de vergüenza y asintió, volviendo a su trabajo.
Gabriel, sin embargo, parecía no estar molesto por la interrupción. De hecho, parecía más decidido que nunca. "A qué hora sales?", preguntó, su voz llena de anticipación.
"A las seis", respondió ella, su corazón latía con fuerza.
"Entonces, te recojo a las seis para seguir hablando", dijo él, guiñándole un ojo. Valeria no podía creer lo que estaba pasando. Había visto a Gabriel, había hablado con él y, por si fuera poco, ¡tenían una cita! La emoción era tan intensa que quería saltar de alegría y cantar a viva voz, pero se contuvo y siguió trabajando, esperando ansiosamente la hora de salida.
Cuando faltaban unos minutos para las seis, Marco llegó al café, como siempre. Valeria le llevó su frapuccino y le contó la increíble noticia. "Vi a Gabriel y... ¡tenemos una cita!", dijo, con su voz llena de emoción. Marco pareció sorprendido, pero rápidamente se recuperó y sonrió. "Me alegro por ti, Val", dijo, con voz sincera. "Y bien, creo que hoy no necesitarás mi compañía". Con eso, se levantó para pagar y se despidió. Valeria lo vio irse con una sensación extraña en el estómago. Algo dentro de ella quería gritarle que no se fuera, pero se contuvo.
Cuando finalmente llegó la hora de salida, Valeria buscó a Gabriel con la mirada, pero no lo vio por ningún lado. ¿La había engañado? ¿La había dejado plantada? Justo cuando estaba a punto de irse, desilusionada, Gabriel llegó corriendo. "Lo siento, Valeria", dijo, sin aliento. "El entrenamiento se alargó hoy". Luego, notó que tenía una flor en la mano. "Ah, esto", dijo, al ver que Valeria miraba la flor. "Es para ti. Me recordó a ti, callada y hermosa".
Valeria no supo qué decir, pero sus ojos decían más que mil palabras. Tomó la flor con delicadeza y caminaron juntos. Gabriel le contó que se había cambiado de colegio porque se había mudado y este colegio le quedaba más cerca. También le contó que había hablado con Marco, que había conseguido su número de teléfono de alguna manera, y que había estado muy enfermo, motivo por el cual había faltado algunos días a clase. Ella le contó que todo seguía como siempre en su antiguo colegio, solo que ahora ella era amiga de Marco y trabajaba en el café por las tardes.
Gabriel pareció sorprendido al escuchar que era amiga de Marco. "Vaya, qué sorpresa", dijo, con su voz llena de interés. "Sería interesante si algún día saliéramos los tres para recordar el antiguo colegio".
Continuaron hablando hasta que llegaron a la casa de Valeria. "Fue una verdadera alegría haberte visto hoy, Valeria", dijo Gabriel, con su voz llena de sinceridad. "Espero que me permitas acompañarte a casa otro día".
Valeria, con los ojos llenos de emoción, asintió. "Sí, me gustaría eso", dijo, con una voz que parecía más un susurro. Cuando Gabriel se inclinó para darle un beso de despedida en la mejilla, ella giró la cara sin querer y sus labios se rozaron. Sorprendida, Valeria se alejó, mientras Gabriel, con una sonrisa en su rostro, se despidió. "Nos vemos", dijo, antes de alejarse.
Valeria entró a su casa, todavía atónita por lo que acababa de suceder. Había visto a Gabriel, había hablado con él y, por si fuera poco, ¡habían compartido un beso! La emoción era tan intensa que apenas podía contenerla. Sabía que este era solo el comienzo de una nueva aventura, y estaba emocionada por lo que el futuro le deparaba.
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Buscando a Gabriel
Teen FictionValeria se encuentra profundamente enamorada de Gabriel, su compañero de clase. Sin embargo, su timidez y miedo han sido barreras que le han impedido acercarse a él. Cuando Valeria se entera de que Gabriel ya no está en su colegio, comienza una búsq...