𝖳𝗋𝖾𝖼𝖾

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El miembro ahora duro de la mayor se
encontraba en los labios de Minjeong, que sonrió levemente al sentir la dureza en sus bellos. Era como su nuevo dulce que le encantaría chupar y chupar.

Jimin llevó su cabeza atrás, exhaló, y
su mano se dirigió a la cabeza de la menor,
acariciando su cabeza mientras relamía sus
labios. Puede que había olvidado la sensación, porque en cuanto sintió la calidez de los labios contrarios. Inhaló profundamente, y volvió exhalar. En un momento a otro, y Jimin no supo de dónde Minjeong aprendió eso, la cabellera
castaña comenzó a subir y a bajar en su
miembro, haciendo a la mayor gemir.
El simple hecho de tener a la menor de esa
forma le provocaba cosas que no había sentido con nadie más, pero el literal, que su miembro estuviera en su boca, superaba todos los limites se sus más oscuros y perversos sueños. Tragó saliva al escuchar a la menor quejarse en cuanto sacó su miembro de su boca.

Relamió sus labios, sus manos comenzaron a
moverse en su miembro, y sonrió.

—Pondré el preservativo. —de su bolsa sacó
uno, rompió la envoltura de la forma correcta, y comenzó a enrollar el miembro de la mayor en el látex, haciéndole gemir de manera involuntaria. Rió al poner su mano en él y comparar el tamaño. Era tan grande.

De una manera cuidadosa se quitó las bragas, dejándolas por el asiento trasero, y se intentó acercar a la otra, posicionando sus piernas a cada lado de las contrarias, dejando el erecto falo de la otra rozar contra su vagina, y puede que ambas rieran, pero estaban nerviosas.

Los ojos tristes de Jimin sólo veían su miembro erecto mientras sostenía la cintura de su menor, y suspiró. Una de sus manos se dirigió asu clítoris, donde comenzó a acariciarlo, haciendo que su mejor amiga gimiera bajo en su oído. Se retorció en su pecho, gimió de nuevo, y se recostó en su hombro. Una canción clásica sonaba de fondo, que podía casi tapar los gemidos de la otra.

Era una canción romántica que no concordaba para nada con sus acciones.

Relamió sus labios, miró los de la menor, y se acercó para besarlos, tomándola por sorpresa. Nunca se iba a cansar de besar a Minjeong, porque podría pasar más de mil años besándolos, sintiendo lo suaves que son, la calidez con ña que la recibía a ella, los gemidos que eran ocultos por el beso.
Incluso parecía que la menor sentía algo por ella en ese beso.

Se separó de ella, tragó saliva, y su mano fue a la mejilla contraria, comenzando a acariciarla. Acunó su rostro de una manera tierna, viéndole a los ojos.

"No quiero que sólo sea un polvo."

Fue la frase que nunca dijo.

Sus ojos tristes se dirigieron a la radio, después a la palanca, y en un buen rato, volvió a ver a la menor. Apartó un mechón que caía en su bello rostro, sonrió al verla, y su pulgar comenzó a repartir caricias sobre esa mejilla regordeta que siempre amaba acariciar.

Mejilla que próximamente alguien podría
acariciar.

Jimin no la culpaba, ella sabía que eso era algo justo porque ella jamás se había atrevido a confesarle a Minjeong lo que en realidad sentía por ella y en cambio, se había quedado callada, disfrutando por un simple toque cálido de su mejor amiga. Y era completamente consciente de eso. Sólo volvió a suspirar.

—Voy a meterlo.

—Con cuidado. —dijo, sujetando su cintura de ese modo. La acarició, riendo y viéndole.

La belleza de Minjeong era increíble, Jimin pensaba que ella era la chica más hermosa en toda la tierra y que era totalmente encantadora, tierna, agradable, y en pocas palabras, era la mejor persona del mundo, así que sus ojos viajaron por todo el rostro de la menor mientras lo analizaba detenidamente, sonriendo al ver
esas tiernas mejillas sonrosadas. Ella de misma manera sonrió.

El ruido de una palmada llegó a ella, la música clásica seguía, pero ambas gimieron, Jimin al sentir la estrechez del interior de Minjeong, y ésta, por ser llenada por completo. Ahora eran sólo una.

El ceño fruncido de la mayor le gritaba a la
menor que lo estaba disfrutando, el vapor que llenaba las ventanas del carro, la gota de sudor que recorría su frente aunque era invierno. Minjeong sintió latir su corazón más fuerte, y en el fondo, muy en el fondo, sabía que no era por la cansada acción que estaban a punto de cometer. Rió, viéndole a los ojos.

Y no recordaba que los ojos de su mejor amiga eran tan tiernos, claros y lindos, hasta que hizo eso.

Ella volvió a acercarse para besarla, sintiendo cómo su corazón latía en su boca, y gimió en medio del beso al sentir un leve movimiento de caderas involuntaria. Sólo se separó, tragó saliva, gimió, y volteó a verla de manera tímida.

—La verdad es que ya no sé que hacer —confesó, tímida, haciendo reír a su mejor amiga. ahora amante.—. Nunca lo había hecho.

—Yo tampoco. —rieron, viéndose, y se volvieron a besar mientras gemían en sus labios.

Besos húmedos suavemente repartidos por
todo el cuello de la menor, sus manos que
se dirigieron a los cabellos castaños de la
contraria, y sobre todo, gemidos. Minjeong había comenzando a moverse de manera circular, como había visto en unos videos, logrando que la mayor gimiera alto, sosteniendo su cintura. Su cuello se veía totalmente apetecible, sus labios hinchados y entreabiertos. Era una imagen sorprendentemente deliciosa para la
pelinegra, que sólo veía todo sorprendida.

Sus ojos abiertos, sus labios entreabiertos, y sus mejillas sonrosadas. Jamás había pensado así sobre su mejor amiga. Gimió cuando elevó su cadera unos centímetros y se dejó caer, pero en medio de todo, de una manera torpe, la imagen de Aeri llegó a su mente. Aeri jamás podría hacer lo que estaban haciendo ella y Jimin, y jamás, pero nunca, desearía que lo hicieran.

En ese momento era totalmente posesiva.
Relamió sus labios en cuanto volvió a repetir
la acción, sin la imagen de la japonesa en su
cabeza, y todo se volvió absolutamente más
placentero. El roce de sus cuerpos, su sudor,
los vidrios que cada vez se empañaban más y sus gemidos que a medida que aumentaba la velocidad, estos aumentaban.

Era el cielo, para ambas. El cielo en un carro.

A medida que comenzaba a moverse más, se
acercó a besar más a Jimin, a rozar sus labios, o por lo menos, a acercarse a gemir en ellos. Se veían fijamente, gemían constantemente, lo estaban gozando.

Era realmente un goce.

Sus gemidos se volvieron entrecortados en
cuanto sintió un movimiento brusco golpear en ella, un sentimiento suelto en su vientre, y leves espasmos tocar su cuerpo. Segundos después escuchó cómo gemidos suaves salían de la boca de la menor, cómo maldecía levemente, y después, cómo comenzó a respirar de una manera irregular. Se miraron, se besaron de
nuevo, y Minjeong no quería admitirlo, pero sabía que ese día había cambiado todo.

Y puede que sus pensamientos.

𝖣𝗂𝖾𝗍 𝖮𝖿 𝖲𝖾𝗑 - 𝖶𝗂𝗇𝗋𝗂𝗇𝖺 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora