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María José cerró con llave la puerta lateral del garaje y subió pisando fuerte las escaleras que daban acceso a su casa gris de estilo Craftsman en Beacon Hill.
Introdujo la llave en la cerradura de la gruesa puerta de madera, la empujó con la bota y dejó que se cerrara bruscamente al entrar.
Se quitó la chaqueta de cuero, la colgó en el perchero, que cayó por el peso y tuvo que recogerla con una palabrota en voz baja.
¿Por qué carajos estaba tan inquieta?
Ni que existiera la posibilidad de perder el trato con Daniela Calle.
Veía las tendencias de sumisión en una mujer de lejos y había estado sentada a su lado.
Lo suficientemente cerca para captar el olor a vainilla que despedía su salvaje melena castaña, mezclado con algo más. Algo que olía a picante y a sexo puro.Arrastró los pies por el suelo haciendo ruido hasta que llegó a la alfombra persa, donde los
pasos quedaron amortiguados por un momento y luego volvieron a resonar sobre la madera al otro extremo de la habitación. Cogió una copa de una cómoda antigua y se echó dos dedos de whisky.Daniela sería todo un reto; de eso se dio cuenta al instante. Pero le gustaban los desafíos; no
era eso lo que la tenía tan nerviosa. No, era el hecho de que tenía que poseerla. Debía tenerla de tal modo que le quemara la piel de solo tocar algo más que no fuera su mano. De eso no había duda.Tenía que poner las manos en su piel desnuda. Tenía que atarla, sentir cómo se relajaban sus
músculos mientras se entregaba a ella… Tenía que…Eso no le gustaba nada. No le gustaba notarse tan compelida por el deseo que sentía por la castaña.
¿Cuándo fue la última vez que le sucedió algo parecido? ¿Le había pasado alguna vez?
La morena no era de la clase de mujeres que necesitaban a alguien. O nada. Su padre le había enseñado bien. La independencia era la clave.
El conocimiento y las experiencias eran cosas importantes. Y eran también el motivo por el cual se había pasado gran parte de su vida adulta buscando las respuestas leyendo y viajando por el mundo. No obstante, aún no había encontrado nada concluyente. Pero tampoco necesitaba pensar en su padre ahora.
Ese era un dolor que no se iba nunca. Después de todos estos años, había remitido un poco, pero seguía presente como una herida que no
cicatrizaba.Dio buena cuenta del whisky y se deleitó con la quemazón del alcohol mientras le bajaba
por la garganta. Pero nada parecía aliviarle.Volvió a llenarse la copa y se acercó a la ventana
panorámica que daba a la ciudad, que se expandía ante sus ojos.Seattle estaba gris, como siempre, aunque había claros en el cielo vespertino y alcanzaba a ver la silueta lejana de Bainbridge Island, más allá del estrecho de Puget.
Le dio un sorbo al whisky, pensando en las vistas. Pensando en Daniela, «joder».
Había algo en la manera en que se contenía y se controlaba con tanto afán. Sabía lo que pasaba cuando una mujer como ella se soltaba. O la obligaban a soltarse. Bueno, ella nunca forzaría a otra mujer.
Vivía por un credo sano, cuerdo y consensuado, como la mayoría de las personas que se movían por su círculo de clubes y grupos de BDSM. Sin embargo, eso no cambiaba que, de poder llevar a Daniela al subespacio, si lograba que se abriese, que se soltara, se viniera abajo. Se deshilara como un jersey. No «si» lo lograba, «cuando» lo logrará. ¿Dónde estaba su confianza hoy? Quizá se debía a que la deseaba con muchas ganas. Demasiadas. Estaba medio excitada solo con pensar en ella y recordar esas sutiles pecas que salpican sus mejillas en una piel digna de la porcelana más exquisita. Esos ojos cafés, como avellanas.
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El Límite Del Placer
Fanfiction[Adaptación Caché] +21 ⚠️ Advertencias⚠️ •Mucho contenido sexual explícito •Habrá escenas que podría incluirse como prácticas de BDSM (Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo) G!P •Esta historia NO es mía, es una ADAPTACIÓN...