CAPÍTULO 9

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Pov Daniela.

Estaba sentada en el sofá con una suave manta sobre mi regazo, escuchando el sonido de la lluvia caer en el exterior y bebiendo un té verde con jazmín, mi favorito. Estaba cansada y me dolía todo. Era como si hubiera estado en un trance desde la noche anterior, desde que llegué a casa de María José.

El simple hecho de acudir a la cita siguiendo sus órdenes me provocó un caos mental. Un caos al que me entregue con demasiada facilidad, sobre todo una vez que empezamos. Y lo que pasó después…Decir que fue increíble me quedaba corta. El sexo. Esa sensación de haber conectado con ella hizo del sexo algo distinto: mejor y más intenso. Pero esta mañana me asaltaban las dudas, estaba nerviosa y mi pulso demasiado acelerado.

¿De verdad me había dejado hacer esas cosas? ¿Le había cedido el control a Poché? Aún no me hacía a la idea de haber perdido la sensación de control. Tenía razón sobre lo de mi lado sumiso. Eso no podía discutírselo.

Entonces, ¿por qué estaba tan enfadada con ella esta mañana? No era su culpa, ¿o quizá sí?

No quiero estar enfadada. No quiero sentir miedo. Ahora mismo lo único que quiero hacer
es estar aquí sentada un rato, adormilada y adolorida, pero con la comodidad de la manta, el calor del té y el sonido de la lluvia.

Quiero deleitarme con la experiencia de anoche porque había estado muy bien. Más que bien, incluso. ¿Por qué tenía que echarlo a perder con las interminables preguntas?

Mi teléfono suena y pienso dejarlo saltar al buzón de voz. Pero entonces reparo en que puede ser Poché, así que me apresuro a cogerlo de la mesa de centro.

—¿Diga? — contesto sintiendo nervios.

—Hola, Calle, soy Lucía.

—Ah, hola. — respondo sin muchos ánimos.

—Vaya, yo también me alegro mucho de hablar contigo.

—Lo siento, pensaba que eras María José.

—Ah.

—¿Qué quieres decir con eso de «ah»?

—A ver, está claro que pasó algo y no sé cómo no me has llamado para contármelo.

—Es que… —me muerdo el labio—. No lo sé.

—Tengo la sensación de que tenemos que hablar.

—Tú y tus sensaciones, Lu.

—Me estás cambiando de tema.

—Sí.

—¿Por qué?

Doy un sorbo al té, inhalando su dulce aroma y dejo que me tranquilize un poco.

—Es como… si esto fuera diferente para mí. Ni siquiera sé cómo hablar de esto.

—Pues empieza por contarme qué ha pasado desde la última vez que hablamos la semana
pasada — apuntó mi amiga.

—María José y yo hemos hablado y hemos quedado. Me llevó a cenar, lo que me parece… algo raro, dadas las circunstancias. No es como me la imaginaba cuando Jennifer me habló de ella, para nada. Pensaba que sería una tipa ruda, maleducada y de pocas palabras y no es así. Ahora me parece ridículo haber hecho tal suposición porque no es ni siquiera lo que me esperaba después de la vez que la conocí.

—»Al principio me dio una impresión… no sé, puede que no estuviera cómoda conmigo misma y cómo le respondía, así que me monté una película en la cabeza sobre el tipo de persona que era. Pero la primera vez que la vi supe que era inteligente y no solo en cuanto a cultura,
a lo que está en los libros, sino muy espabilada. Tiene muchas tablas. Y probablemente sea la
persona más segura de sí misma que haya conocido nunca. Primero pensé que era engreída y me centré mucho en eso pero no es así, porque tiene motivos para estar tan segura.

El Límite Del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora