CAPÍTULO 7

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A Daniela le dio la impresión de que solo había dormido unos minutos cuando sonó su teléfono móvil. Alargó el brazo a tientas, lo cogió de la mesita de noche y contesto.

-¿Diga?

-Te has ido.

-¿Qué? Ah... Poché.

-¿Por qué?

Se apartó el pelo de la cara, tratando de reactivar su cerebro. ¿Por qué se había ido?
Recordaba la calidez de la gran cama de la morena, de su cuerpo a su lado, de la comodidad de su presencia. Recordó asustarse al sentir lo mucho que le gustaba estar ahí. Lo mucho que necesitaba estar ahí con ella. Se le aceleró el pulso y se le desbocó el corazón.

-Es que... tenía que irme.

Al otro extremo de la línea, María José suspiró. O quizá fue un resoplido de irritación.

-Daniela, deberíamos hablar de esto.

-¿Por qué, es parte de tu trabajo como dominante?

-Es parte de mi trabajo. Eres mi responsabilidad después de una sesión de juego. Necesito saber que estás bien antes de irme.

-Pero si la que se ha ido he sido yo.

-Sin consultármelo.

La rabia la consumía por dentro.

-Ya te lo dije: no soy una esclava.

-No, pero si existen reglas es por algo, independientemente del nivel que tengan los
juegos. Es para mantenerte a salvo.

-Estoy a salvo, gracias.

Poché se quedó callada un momento. Luego añadió en un tono que dejaba claro su enfado:

-Joder, Daniela. Reconozco que eres muy fuerte y muy capaz en tu vida diaria. Pero estas
estupideces no se aplican aquí. No cuando te entregues a mí. No cuando yo te llevo a ese sitio donde no eres capaz de tomar decisiones o de velar por tu bienestar. Y eres demasiado nueva en esto para evaluar cuándo salir y marcharte.

¿Tenía razón? En ese momento no sabía decirlo. Seguía muy cansada.

-¿Has oído lo que te acabo de decir?

-Sí, te he oído. Estoy... pensando.

-Bueno, pues piénsalo bien. No pienso jugar con una mujer que no respete las reglas que
yo pongo. Y una de esas reglas es que yo decido cuándo estás bien para quedarte sola.

-¿Por qué estás tan enfadada? Estoy en casa,
en mi cama. Estaba durmiendo o, al menos,
intentándolo, hasta que has llamado. Está claro que estoy bien.

-¿Lo estás de verdad?

-Sí. -La mentira le salió demasiado deprisa.

-¿Es tu primera experiencia con juegos de dolor en un club fetichista y estás bien? ¿No
estás confundida por lo que te ha pasado, no te resulta difícil aceptar tu respuesta, tus deseos,
aunque sean la antítesis de lo que eres normalmente?

-Yo no he dicho eso.

-No. No hace falta. Mira, Daniela, hace mucho tiempo que hago esto. He desarrollado cierta
intuición, entiendo las transiciones por las que pasa la gente al entrar en este mundo; eso es parte de lo que hace un buen dominante. Y yo soy muy buena en lo mío, así que eso que me dices de que estás bien y que no estás afectada por lo de anoche es una gran mentira.

-Yo no he dicho que no me afecte.

-Estás racionalizando las cosas.

Daniela se mordió el labio y jugueteó con el ribete del edredón que tenía entre los dedos.

El Límite Del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora