El Límite Del Placer

CAPÍTULO 11

Pov Daniela

Poché me lleva en sus brazos a la cama y esto me parece demasiado romántico, aunque yo se lo había permitido porque el orgasmo y las endorfinas me habían dejado demasiado débil para protestar.

Aparta la colcha, me acuesta sobre las sábanas blancas e inmaculadas y se acuesta a mi lado.
Quiero acurrucar la cabeza en la curva de su hombro y apretar la mejilla contra su pecho para escuchar los latidos de su corazón. Pero no me atrevo a hacerlo.

«Ridículo.»

Jamás había anhelado la cercanía postcoito que la mayoría de las mujeres parecíamos necesitar.
Eso debía de ser el «tocar fondo» del que me había hablado, ese choque tras la subida de endorfinas y otras sustancias químicas hasta el cerebro que aparece tras el juego de dolor. Me siento abierta. Dolorida. Necesitada.

Entonces, Poché se vuelve hacia mí, como si puede leerme la mente. Me besa la mejilla
con suavidad, atrayéndome hacia su lado poniéndome el brazo por debajo del hombro.
Ay, es fantástico.

«No te acostumbres demasiado.»

No, pero, por ahora, es maravilloso, estar aquí tumbada con ella. Acogedor, con el ruido de la
lluvia golpeando las ventanas, la luz tenue procedente de la cocina, como un sol pálido y distante.

-Eh -dice ella con voz ronca y baja.

-¿Mmm?

-¿Estás bien?

-Sí, estoy bien.

-¿Solamente «bien»?

Sonrío.

-Mejor que bien, si quieres saberlo.

-Bien. -Poché se detiene mientras me acaricia con aire ausente la clavícula-. ¿Estás
preparada para hablarme de tu madre?

Se me encoge el estómago y aprieto la mandíbula.

-Poché. No, no lo estoy.

-Daniela, en algún momento tendrás que hablarme de ello.

-¿De verdad?

-No puedes esperar soltarte hasta que no te puedas mostrar abierta conmigo respecto a
todo. Si mantienes cerrada alguna parte de ti, siempre será así.

-¿Es absolutamente necesario? ¿Soltarme?

-¿No crees? ¿Acaso no es lo que hacemos aquí?

-Empecé a indagar para mi libro. Ya no estoy segura de lo que hacemos aquí.

Se calla un segundo.

-Yo tampoco.

De algún modo, eso me hace sentir mejor, oír como ella admite su inseguridad. Como si
yo no fuera la única. Me hace parecer más humana. Y, quizá, me hace parecer menos imperfecta, menos débil. relajo los hombros y la mandíbula. Aspiro el aire fresco, el aroma de su piel.

-De acuerdo -respondo tranquilamente, como si todavía no estuviera lo bastante segura.

-De acuerdo, ¿qué?

-Te lo contaré.

-Muy bien, te escucho.

-Mi madre es bipolar -farfullo, antes de poder echarme atrás-. Eso hizo que tuviera una... infancia difícil. En realidad, prácticamente imposible. Estoy segura de que ese fue el
motivo por el que mi padre se fue, aunque la razón por la que abandonó a dos hijos pequeños... bien, supongo que eso es otra historia.

Poché coge una de mis manos y la aprieta.

-Empecemos por esta.

Me callo un momento, tomo aire una y otra vez. No estoy acostumbrada a hablar de mi
familia con alguien que no sea Lucia e incluso esto es nuevo para mí, no es algo a lo que
esté acostumbrada. Pero ahora quiero contárselo.