𝑆𝑒𝑣𝑒𝑛

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Los ninjas se mantuvieron quietos, mirando las armas con las que estaban siendo apuntados y culpándose por haber dejado las suyas a bordo del Bounty. El grupo de personas que estaba frente a ellos eran de largas cabelleras lacias, algunas trenzadas o atadas en coletas altas, vestimenta rústica y colorida.

—¿Quienes son ustedes? —cuestionó un hombre de tez morena rojiza y el cabello atado en dos trenzas, apuntándoles con una lanza.

—Soy Alisha y ellos son mis amigos —la azabache extendió los brazos, señalando a quienes estaban detrás de ella —. Nuestra aeronave ha sufrido graves daños y nos hemos estrellado cerca de aquí, ¿podrían ayudarnos?

El hombre le sostuvo la mirada por unos instantes, como si buscase una razón para atacarlos en ese mismo momento.

—Síganme —hizo una seña con su mano, dándoles la espalda y comenzando a caminar.

—¿Segura que son de fiar? —susurró Nya.

—Solo hay una manera de comprobarlo.

Todos siguieron a los aldeanos, que caminaban a sus costados, vigilandolos.
Al cruzar por el lugar exacto donde Alisha había hecho contacto con lo que parecía inexistente, lograron ver la aldea que ella les señalaba. Pequeñas cazuchas, sembradíos y niños y adultos pasando por doquier. Aquellos pequeños que jugaban cerca de por donde pasaban, se detenían y los miraban.

Era una pequeña pero alegre aldea.

—No puedo creer que ella haya tenido razón —resongó Kai, haciendo una mueca.

Los ninjas fueron guiados hasta llegar a la casa más grande de todas, más alta, y entraron. Había bastantes personas dentro, sentadas detrás de escritorios posicionados para formar un polígono incompleto.

Se detuvieron frente a una mujer anciana, tan vieja como el Sensei Wu, con el cabello canoso recogido en un moño. El hombre que estaba al frente de los ninjas se arrodilló ante ella.

—Nana, le traigo ante usted a éstos intrusos que dicen haberse estrellado cerca de aquí en su aeronave —habló fuerte y claro, apuntando a los siete jóvenes que estaban detrás de él.

—¿Nana? —Jay reprimió las ganas de soltarse a reír, cubriéndose la boca.

—Cállate, Jay —mangoneó Nya.

La anciana se levantó de su asiento y miró a los menores con severidad, barriendolos con sus ojos amielados.

—¿Quién de ustedes supo que estábamos aquí? —les preguntó, exigiendo respuesta inmediata.

𝑉𝑒𝑟𝑑𝑎𝑑 𝑦 𝐸𝑛𝑔𝑎𝑛̃𝑜 | Ninjago [Lloyd × Lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora