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Capítulo 12. Renacimiento y renovación

Dos años habían pasado desde que las llamas del destino separaron el vivo amor entre Syzoth y Tomas. Para el zaterrano, los días se deslizaban entre las sombras del recuerdo, marcados por la ausencia de su amado. En los rincones del olvido; entre aquellas oscuras y desoladas calles de Outworld, Syzoth construyó su refugio, una fortaleza de silencio donde las llagas del pasado apenas se atrevían a sangrar.

Los días continuaron pasando, él siguió viviendo en Outworld, en aquél reino sombrío del cuál añoró escapar alguna vez. Lo había perdido todo, y lentamente iba muriendo por dentro cada día que pasaba sin su amado a su lado. Syzoth aún mantenía esas heridas del pasado enterradas en su interior y no podía dejar que nadie supiera lo que había dentro de ellas. Así es como había sobrevivido hasta ahora.

Syzoth mantuvo su corazón cerrado y sellado, temiendo a la debilidad . No quería ser visto como una víctima, de la misma manera que no quería caer en esos sentimientos de tristeza y desesperación que casi lo habían destruido antes. Él tenía qué seguir adelante, no podía mirar atrás, de lo contrario, correría el riesgo de ser consumido por esa tristeza una vez más. Por eso, el zaterrano había construido una fortaleza de sentimientos silenciados.

A pesar de que él había estado viviendo durante ese tiempo con el hombre que lo salvó de las llamas, no permitía que ni siquiera él viera a través de sus sentimientos. No podía negar que se sentía agradecido con el hechicero por haberlo acogido en su laboratorio, de hecho, había pasado algunas horas ayudándolo en sus inofensivos experimentos.

Pero a pesar de que Tsung había tratado de ayudarlo y cuidar de él, Syzoth todavía se sentía muy solo y deprimido sin su amado. Es como si todo lo que hiciera fuera inútil y una pérdida de tiempo si Tomas ya no estaba ahí para compartirlo con él.

Syzoth sentía como si realmente ya no estuviera viviendo, sino simplemente existiendo y permitiendo que el tiempo pasara sin sentir nada más que vacío. Sentía como si ya nada importara porque Tomas ya no estaba ahí para compartir esos pequeños momentos de su vida diaria. El corazón de Syzoth estaba sellado y no podía permitirse caer en esos mismos sentimientos de dolor otra vez.

Syzoth se encontraba recostado en su cama de la que se convirtió en su habitación en la torre del laboratorio, mirando al techo con una expresión vacía en su rostro. Estaba pensando en todo; en el pasado, y en el presente que estaba viviendo actualmente. Su amado ya no estaba ahí y aunque había estado trabajando con Tsung y viviendo con él, Syzoth se sentía cada vez más solo con cada día que pasaba.

Syzoth fue repentinamente interrumpido en sus pensamientos cuando escuchó un ruido inusual proveniente del área del laboratorio en la zona alta de la torre. Rápidamente dejó su cama y caminó por las escaleras, subiendo hacia la planta más alta para poder ver lo que estaba sucediendo.

Entonces pudo ver que Tsung ahora estaba parado frente a una especie de mesa enorme con un montón de sustancias y frascos inusuales sobre ella. Parecía estar realizando algún procedimiento extraño, y ahora Syzoth sentía mucha curiosidad. En especial cuando observó que el rostro del hechicero, así como su cabello, estaban hechos un caos.

Por su expresión frustrada y los restos de humo invadiendo sus mejillas, Syzoth pudo asociar el ruido de antes a una reacción negativa entre las sustancias que el hechicero estaba utilizando. No era difícil suponer que una vez más, sus experimentos estaban saliendo mal.

No pudo evitar soltar una ligera risa al ver el cabello del hombre hecho un desastre, su peinado ligeramente con las puntas hacia arriba, y su rostro enegrecido por los restos de humo resultantes de las sustancias reactivas. Esto llamó la atención del hechicero y ahora estaba mirando a Syzoth de pie en las escaleras.