IX ⚛Un pequeño accidente nada mas⚛

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«—Eres pésimo ligando chicas.

—Igual haré que te enamores de mí.

—¿No era que harías que olvidara a tu primo?

—Y creo que estoy consiguiendo que lo hagas, aunque si te enamoras de mí en el proceso yo no me quejo.

—¿Por qué me enamoraría de ti?

—No lo sé, yo tengo muchas razones por las que podría enamorarme de ti.»

Durante los últimos días esa conversación había estado viniendo a mí muchas veces más de lo que se podría consiedar como "normal". No dejaba de pensar en su mirada risueña y sus mejillas sonrojadas, en como parecía estar hecha para amoldarse a mi cuerpo. Y siendo un poco menos romántico, tampoco podía dejar de pensar en todas esas imágenes que recreó mi cerebro al verla encima de mí y en la facilidad con la que se me puso dura cuando en vez de apartarse, se quedó sentada a horcajadas sobre mí.

Si los pensamientos pudieran verse, más de uno de los que estaban en el parque me habrían mandando a tomar una ducha de agua fría.

—¿Podrías acercarme al instituto?  —abrí un ojo para cerciorarme de que sí me estaban hablando a mí. Aunque a quién más podría ser si solo éramos nosotros dos en casa.

—¿Y tu auto?

—En el taller mecánico. —respondió despreocupadamente, pero al fijarse en cómo lo veía se apresuró a aclarar —No lo choqué, tampoco lo rayé, es solo que tenía un ruido extraño y preferí llevarlo ahorita y no cuando posiblemente fuera peor.

—¿Sería peor para ti que te dieran otro auto nuevo? Antes esa parecía ser la mejor solución para ti.

Un resoplido que no se molestó en disimular salió de sus labios, mientras cambiaba el peso de su cuerpo a la pierna contraria.

—Uno intenta cambiar pero tú no colaboras.

—¿Para bien o para mal? —pregunté solo por molestarlo otro poco.

—Pues claramente no creo que pueda ser peor de lo que ya he sido todos estos años. —se defendió, y en el acto usó su mochila para asestar un golpe en mi pierna como incentivo a que me pusiera en pie.

—Sí que puedes, ambos lo sabemos. —me levanté del sofá y palpé mis bolsillos en busca de las llaves del auto —Venga, vamos que no quiero volver a la oficina del director solo porque tienes otra amonestación por llegar tarde.

Se colgó la mochila al hombro y a paso desganado empezó a caminar hacia la salida. Cuando ambos estuvimos en el auto, lo primero que hizo fue encender el reproductor y conectar su teléfono. Mi ceja arqueada le valió absolutamente nada.

—¡Que atrevido! Todavía de que te estoy llevando y profanas mi auto con esa aberración que llamas música, por lo menos pon algo que me guste a mi también.

Rodó los ojos pero fue cambiando las canciones hasta que dejó una que sabía me gustaba. Solo dos canciones más se reprodujeron antes de que me estacionara frente al instituto y lo viera bajar para ir a clases, estuve a nada de dar la vuelta y conducir a casa de Thomas cuando volteé a ver a la ventanilla de mi lado y la vi a ella parada al pie de las escaleras tratando de evitar que su prima pusiera algo en su cabeza.

Medité durante una fracción de tiempo muy corta el regresar por donde llegué, pero tenía un par de días sin ver a la responsable de mi despiste nada habitual que no pude resistirme a acercarme. Aunque si les soy sincero, mis pensamientos y mi cuerpo no iban al mismo ritmo porque cuando había decidido que me acercaría para saludar; ya mis pies me llevaban varios metros lejos del auto y más cerca de ella.

La versión de AlanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora