VII ⚛ Nunca digas nunca, acosadora ⚛

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Fuimos de los primeros en abandonar la sala cuando terminó la película, recorrimos el centro comercial en busca de Thomas y Fabiana pero no estaban, yo lo sabía; solo que no iba a pincharle a Venus el globo de esperanza de volver a casa con su prima y tampoco niego que moría de ganas por saber su respuesta cuando le dijese que tendría que volver conmigo.

Casi llegábamos a la salida cuando de reojo vi que se detuvo a revisar su teléfono, me giré para verla mejor y su ceño estaba fruncido.

—Me ha dejado —puso el móvil con la pantalla hacia mí, donde se leía claramente el mensaje de su prima diciéndole que se había marchado con mi amigo.

Llegamos a la calle y la vi echar un vistazo en ambas direcciones, no necesité que hablara para saber sus intenciones de marcharse a pie pero no le dejaría hacerlo, principalmente porque estaba de noche y la calle un poco sola.

—¿A donde vas? —la tomé de la muñeca para evitar que empezara a caminar.

—A casa, estamos bastante lejos de la urbanización y si quiero llegar temprano y evitar un regaño debo empezar a caminar ya.

—No vas a llegar tarde, mi auto está ahí —señale hasta el otro lado de la calle donde había aparcado mi auto —Vamos al mismo lugar, no dejaría que te fueras caminando.

Mi mano pasó de estar rodeando su muñeca a descender y entrelazar mis dedos con los suyos. La sentí tensarse bajo mi agarre pero aún así no se soltó. Cruzamos la calle y cuando llegamos abrí la puerta para que subiera pero no hizo amago de moverse.

—Mi madre dice que no debo subir al auto de un extraño.

¿En serio? ¿Qué pensaría su madre si se entera de todo lo que ha hecho desde que nos topamos en el cuarto de baño?

—¿Y tu madre no te dijo algo sobre verle la polla a un desconocido? O mejor aún, ¿meterle la lengua hasta la garganta? —mis palabras la tomaron por sorpresa porque sus ojos se abrieron a más no poder.

Sus mejillas se ruborizon pero giró el rostro para impedirme que siguiera viéndola. Soltó un suspiro bastante audible y sin decir nada subió al asiento del acompañante, cerré la puerta y di la vuelta para tomar lugar tras el volante, me tomé unos minutos para apreciarla mejor, el rubor de sus mejillas se había ido pero ahora su pose enfurruñada era la que me hacía gracia. Parecía una chiquilla haciendo una rabieta y su entrecejo fruncido no ayudaba a que me tomara su posible enfado en serio.

Pasé por detrás de su oreja un mechón de cabello suelto y aprovechando que no me había apartado empecé a pasar mi pulgar suavemente para que dejara de fruncir el ceño.

Ese simple gesto me recordó a mis padres, a cuando mamá solía hacerle lo mismo a papá y decirle que le saldrían arrugas desde muy joven por fruncir demasiado el ceño.

—Deja de pasar tu dedo por mi cara —estaba muy cerca de ella.

—Puedo pasarlo por otro lado si quieres.

Con un suave empujón me devolvió a mi asiento, encendí el auto y automáticamente se empezó a reproducir Finesse de Bruno Mars, había dejado de prestarle atención a la chica a mi lado porque no quería que por un descuido mío al volante tuviéramos un accidente, aunque no niego que me permití echarle varias miradas de reojo y aún más cuando la vi alargar el brazo y subirle el volumen al reproductor.

—Tienes buen gusto, pero a Bruno se le oye en volumen alto.

¿Ven porqué digo que ella es mi chica ideal? Yo suelo oír a mis artistas favoritos en un volumen considerablemente alto mientras conduzco, solo lo había dejado bajo porque pensé que quizás le molestaría oírme todo el camino de regreso tarareando las canciones.

La versión de AlanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora