𝟐𝟎

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las mañanas y las noches no volvieron a ser igual después de aquella cena, rocio no volvió a la habitación de invitados y la cama de enzo comenzaba a ser el lugar más tentador a conocer de todo montevideo.

pero la felicidad terminaba cuando en sus ratos sola era atacada por sus pensamientos, seis años no eran nada, lo sabía, enzo estaba pronto a cumplir 31 y era lo que menos le importaba. había salido de una relación hace más de un año y hasta lo que tenía entendido aún se mantenían cariño y un trato cordial como amigos, como lo eran él y ella. pensar en la cantidad de gente que atraía le cerraba la garganta por momentos y lo que más le preocupaba de todo eso que se le venia encima por propia cuenta era ¿por qué estaba pensando en posibilidades?

no habían pactado nada, solo eran amigos que compartian todo, desde los buenos días y un té hasta los besos más íntimos, enredando sus cuerpo a la hora de dormir. nada más.

sus pies se hamacaron en el aire, estaba sentada en uno de los asientos altos de la isla en la cocina, del té salía el olor a frutillas y un suave humo que le ayudaba a divagar en sus pensamientos atacados por la soledad.
corrigió su postura minutos más tarde al escuchar la puerta abrirse, mágicamente aparecieron aquellas dos gatas la cuál una de ellas pasó justo debajo de su asiento, rozando la planta de su pie con su cola para seguir su camino hacia su padre.

-- buen día. -- sus miradas se juntaron a lo lejos y espero en su lugar, lo vió agacharse para saludar a las felinas y luego hizo el camino a ella.

-- chiquita. -- aquel apodo comenzaba a hacer eco en su pecho, sin poder evitarlo una sonrisa se formó en su rostro y como si fuera una costumbre de meses, sus labios se juntaron por pocos segundos, haciendo que una de sus manos agarre la tela de color negro.

-- no me saludás y querés más. -- mientras hablaba este mantenía su sonrisa formando aquel hoyuelo. asintiendo no pudo llevarle la contra, no habia dicho palabra desde que despertó ya eran casi las once de la mañana.

-- ¿por favor? -- pidió en voz baja, eran las primeras del día.

-- pero que educada. -- apenas el muchacho terminó la oración y sin darle tiempo a responder, labios adversos buscaron los suyos y no pudo hacer nada más que derretirse en los brazos que la rodeaban.

el té había quedado por la mitad y apoyada sobre aquel mueble, entre sus piernas enzo bajaba sus labios por su cuello por primera vez, robandole suspiros y erizandole la piel.
los besos se deslizaban hacia su clavícula y con los ojos cerrados, sus labios soltaron un jadeo, puro gusto.

-- ¿me dejás? -- el susurró contrario llegó a sus oídos y ella devolvió su respuesta por igual.

-- por favor. -- otra vez.

la sonrisa del mayor la pudo sentir sobre sus piel y sin darse cuenta terminaron en la cama, el pijama, una remera tres talles más que ella por encima de sus costillas mientras los besos seguían siendo repartidos entre ambos, las manos contrarías comenzaron a recorrer lugares de su cuerpo en dónde aún no habían estado.

su respiración se agitó con el paso de los roces, entre sus piernas se encontraba la ajena y la tela que cubría su torso se desparramó a un costado en la cama, no habían palabras más que jadeos suyos, suspiros y el ruido de los besos del pelinegro sobre su piel, la fricción de las sábanas debajo de ella y como poco a poco la ropa, que le parecía excesiva en aquella situación, también desaparecía del mayor.

cuando paso por sus pechos, la curva de su espalda se pronunció y ambas de sus manos fueron al cabello y aprovechando su largor, se enredaron en los mechones oscuros y estiraron ante tal estímulo.

-- enzo. -- logro decir, sus orbes miraron los marrones, pura necesidad y es que el calor corría por su cuerpo y le era insoportable. -- por favor.

el tono de súplica fue convincente para el muchacho encima suyo, la presión sobre su centro apareció por encima de la última prenda que le quedaba, alivio.
sus dientes atraparon su inferior, estaba húmeda, lo sabía, podía sentir como el dedo resbalaba una y otra vez sobre la tela y se desesperaba más y más, llenando la habitación de gemidos que poco a poco subían de tono.

su cabeza se hundió entre las almohadas debajo suyo, poco a poco las caderas ajenas se juntaban con las suyas en un ritmo lento que todavía le era suficiente y su vista no se despego de él, sabía que la atención adversa sólo se centraba en ella y como su cuerpo reaccionaba a él.

-- ¿más? -- la voz sonaba serena y varonil, no entendía como no estaba desesperado así que sus uñas se clavaron en su hombro, directo en su piel.

asintió, relamiendo sus labios antes de volver a gemir. -- pedimelo.

un quejido salió de ella, comenzaba a escucharse la unión entre ambos, la humedad, y los labios ajenos se complementaban con la boca en uno de sus pechos, todo la estimulaba y comenzar a sentirlo cada vez más profundo.

-- más, por favor. -- rogó en plena sumisión y no necesitó repetirlo, el vaivén aumento en ritmo y si antes el sonido del placer retumbaba contra las paredes ahora no tenía descripción, sus cuerpos estaban cubiertos por aquella fina capa de sudor, no podían separarse y a punto de sentirse llegar, sus ojos quisieron perder de vista al contrario.

-- no, mirame. -- la demanda del agitado enzo fue lo último que necesito para ser golpeada por el primer orgasmo, la piel de la ancha espalda masculina comenzaba a tener trazos rojos gracias a ella y la marca de sus uñas sobre su piel; de la misma forma que con los besos, no terminó ahí.

temblorosa y aún agitada siendo acurrucada contra él, el agarre del mayor no se separaba de ella y posando su mano sobre su pecho aún se podía ver su piel enrojecida a la altura de sus muñecas y sin poder evitar reír, sus ojos se alzaron y él que parecía ver lo mismo.

-- bruto. -- no se animó más que a susurrar.

y un nuevo pensamiento llegó, ¿cómo saldría de ahí?




︶꒦꒷♡꒷꒦︶︶꒦꒷♡꒷꒦︶︶꒦꒷♡꒷꒦︶︶꒦

buenos días, al que madrugada dios lo ayuda

Besitos <3

𝒒𝒖𝒆𝒓𝒆𝒎𝒆. - 𝙚𝙣𝙯𝙤 𝙫𝙤𝙜𝙧𝙞𝙣𝙘𝙞𝙘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora