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Me empecé a poner nerviosa al ver cómo cada vez se llenaba más la casa de monos y de alcohol.
Juani ya estaba en la suya con los chicos, dejándome con dos opciones: o socializaba, o me echaba en un rincón a tomar.
Al final terminé rechazando ambas opciones y me fui afuera a fumar.
No era una costumbre habitual. Recurría a esta opción cuando me exponía ante situaciones que me generaban demasiado estrés o ansiedad, y esta era una de ellas.
Este era un momento de paz para mi. La música se escuchaba como un eco al fondo, pero yo la ignoraba. Nada más éramos la noche y yo. Estuve así por unos minutos, hasta que una voz masculina me sacó de mis pensamientos.
—¿No me convidas uno?— Preguntó el rubio de ojos claros.
—Toma— Dije alcanzándole la caja.
—Gracias, reina— Dijo mientras encendía el cigarrillo para luego darle una calada.
Permanecimos en silencio por un rato. Se notaba que ambos necesitábamos alejarnos de todo el ruido y el desorden que se hallaba a unos pocos metros de distancia de nosotros.
Noté que de a ratos la dirección de su mirada pasaba del cielo estrellado y luego hacia mi, pero mis ojos nada más miraban a la luna.
Aproveché estos minutos al máximo que pude, porque sabía que en cualquier momento el muchacho iniciaría una conversación. Creo que el estaba esperando a que yo diera el primer paso, pero no iba a darle con el gusto de esa manera. Yo me encontraba aquí para descansar de todo ese ruido que provenía del interior, y apreciaba la compañía silenciosa que el joven me brindaba, pero sabía que no duraría por mucho.
Cómo era de suponer, el chico volteó a mi dirección y me miró unos segundos antes de hablar.
—¿Fumas mucho?— Preguntó rompiendo el silencio.
—Solo cuando estoy estresada—Respondo reteniendo el humo antes de exhalarlo.
—¿Y qué es lo que te estresa tanto?—Pregunta en un tono curioso.
—Acabo de empezar a trabajar en una película que puede marcar un antes y un después en mi carrera y mi casa está llena con más de 20 chicos consumiendo alcohol.
—Bueno, veo que tenés tus razones— Dijo haciendo una mueca.—¿Cómo dijiste que te llamabas?—Preguntó volteando para mirarme.
—Chiara.— Dije mirandolo.
—Francisco.— Dijo el cómo si me leyera la mente, ya que honestamente me había olvidado completamente de su nombre.
—Bueno, Chiara. Si me disculpas yo ya me vuelvo para la joda, mil gracias por el pucho reina— Dijo dándome unas palmaditas en el hombro y adentrándose de vuelta a la casa.
