Reinita

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Coqueta, así te podría describir. Siempre estabas en ese escenario con tus trajes reveladores y alguna bebida en la mano. Tus extremidades apoyaban tu canto, como si formaran parte de él. Aquel restaurante privado siempre iba acompañado de su dulce reinita, como te apodaban por aquel "pequeño" tamaño que se te veía por la lejanía de la tarima con el resto y tus trajes amarillos que asemejaba el pecho del ave.

Vaya que cantabas de manera espectacular. Además de que te movías con una gracia y una pasión asombrosamente dulce. La salsa que cantabas era fuerte, llena de orgullo y timbales. El musical estruendor rompía oídos, pero tú imagen le hacía quedarse en blanco unos minutos. Desde que llegó a aquella isla con los Sombreros de Paja no pudo evitar visitar el bar todos los días al escuchar tu canto.

Pero..., hoy tu mirada pareció languidecer la luz a su alrededor. Sintiendo que un foco de luz le alumbraba a él mientras tu mano se abría en su dirección. Ojalá no fuera su imaginación.

Porque ahora estaba dispuesto a ir por tí.

-Reinita- Escuchaste a tus espaldas aquel sobrenombre dulce que te habían puesto. Una sonrisa se posa en tu rostro mientras se cubres con un abrigo de pelusa gris que asemejaba aún más a aquel pajarito.

-Dígame- Tu voz profesional y suave lo hizo temblar, teniendo miedo de seguir hablando. ¿Se estaba poniendo nervioso por una mujer? Eso era nuevo.

-Eh..., quería...-

-¿Invitarme un trago? Me gusta la piña colada con bastante hielo-. Respondes a quemarropa acomodándote el cabello y caminando más al fondo de aquel pasillo a lo que era el baño.

-Eh..., sí, claro...-

Se sentía algo ridículo, esperando por tí fuera del baño con aquella piñacolada bien fría en mano. Esperaba que no te hubieras ido al parecer un rarito o un acosador.

-Gracias, cariño-. Tomas la piñacolada de sus manos y sostienes el sorbeto entre tres dedos con suma elegancia para posicionarlo entre tus labios y succionar.
-¿Tiene alcohol?-

-Solo un poco-

-Perfecto. Bien, te escucho-.

-¿Escucharme?-

-Me ibas a pedir algo, ¿no es así? No tengo proxeneta cariño, tampoco es como que me venda a costa de otro idiota-. Regresas a los sorbos a lo que él ríe bajo.

-No...eh..., solo...-

-¿Te parezco linda?- Sonríes ampliamente, haciendo remolinos en la bebida con tu sorbeto.

-No lo voy a negar. Pero no creo que...- Lo tomas de la cadena de oro que le cuelga del cuello, llevándolo fuera del bar.
-¡Oye!-

-Hablemos en otro lado-. Lo llevaste a otro establecimiento. Uno donde la barra era pequeña y la música era un calmo y suave jazz.

-Así que eres pirata, ¿no?- Tus piernas se cruzan en su dirección, dejando un espejismo de lo que podía haber debajo de ese corto traje amarillo. Se rascó la mejilla con el índice por los nervios mientras su sonrojo se hacía presente.

-Sí, si lo soy-. Responde con simpleza. No sabía cómo responder a una mujer de tu índole.

En esa silla redonda y alta tu figura parecía resaltar aún más. A su altura la carne de tus apretados pechos le llamaba la atención y aquel rostro con un piercing Monroe le estaba volviendo loca la cocacola. Osea, lo ponía nervioso.

-Soy de los Sombreros de Paja, ¿has escuchado de ellos?-.

-Oh, sí, claro-. Ríes bajo.
-Acá llegan muchos tipos a quejarse de ustedes entonces. La última vez creo que fué un payaso de mala cara, nariz roja y el pelo así azul como el tuyo. Tienen muchos amigos y enemigos creo yo-.

Cutty Flam [Franky] ~{ONE SHOTS}~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora