Cutty Flam [Franky] ~{ONE SHOTS}~

Cuarto Secreto

Sabías bien que habías causado un efecto único en Franky: lo habías enamorado. ¿Cómo? Ni tú tenías una idea, es más, ¿cuándo llegaron a ser novios? Quizás había sido una decisión mutua tomada con el tiempo, pero no podías decir que estabas en desacuerdo. Mucho menos cuando te llevaba a aquel cuarto secreto.

Una habitación en la que solo los dos caben, y tiene el solo fin de pasar tiempo íntimo a tu lado. O sobre tí..., o debajo de tí...

La cosa es que tener a un hombre enamorado encima es realmente alucinante. Cuando su cuerpo enorme aplasta el tuyo, pequeño en comparación, no puedes sentir nada más que puro placer.

Sus caderas chocan con tu lindo trasero, arrastrando adentro y afuera su vibrante polla. Sus suspiros eran bajos, pesados, ocultos en la calidez de tu hombro. Amabas sentirlo allí, chocando contigo y estampando tus bolas contra tu cuerpo. El placer exquisito de un choque agresivo con tu cervix hacía tus piernas temblar. Tu respiración se entrecortaba y hundías el rostro en la almohada para suspirar fuerte. Con eso le bastaba para saber que estaba haciendo el mejor de los trabajos.

Continúa el brincoteo de su polla contra tu coño envuelto en humedad y parte de su propio semen. Repartiendo también besos y caricias por tu espalda y hombros mientras susurra a tu oído.

-¿Te gusta, bebé?-

Le gustaba escuchar aquel delicado "Sí" que soltabas en suspiros. Nunca fallaba en recibirlo. Necesitaba saber que tu placer estaba por los aires, y cuando lo hacían aquí, a ese paso medio, soltabas suspiros pesados que podrían o no pasar a ser gemidos débiles.

Se yergue, agarrando tus nalgas y moviéndose contra ellas para alcanzar su propio placer. Ahí mismo aprovechaba para verte llegar a tu orgasmo, con el rostro hundido en la almohada aguantando el querer gemir muy fuerte, a pesar de que ya te había explicado que la habitación era insonorizada.

Eras malditamente adorable, sobretodo cuando le permitías venirse dentro tuyo. Tu rostro tomaba un sonrojo potente, y parecía que mezclarse en tu interior le movía más de una tuerca.

Terminaba bobo, estúpido, y alucinante una vez se acostaba a tu lado.

Una, y otra, y otra vez en la semana volvían a esa habitación. Y es que no podía aguantar verte todos los días en el barco con ese bikini y esos pantalones largos abombachados que solo te hacían ver más linda. ¿Y si cambiabas algo de tu aspecto? Ten por seguro que esa noche te haría el amor como si fuera la primera vez. Sin importarle si el cambio era volver a lo original.

-Bebé...-

El cuarto tampoco es que fuera meramente para tener sexo.
Cuando más necesitaban del otro se recostaban, abrazándose o solamente acompañándose un rato. Al acompañarse, sus palabras eran suficientes para hacerte sentir mejor, al igual que las tuyas para él.

Sí, era muy positivo, pero en el fondo sabías que él no creía que estuviera haciendo algo bien.

-Haces un buen trabajo- Susurras, acariciando su barbilla y mirando a sus ojos pestañosos. Sacándole una sonrisa única o quizás una lágrima, siempre dependía de cómo se sentía.

Ugh, y ni hablar de esos días en que se abrazaban. Esos días en que le rogabas que se quitara la camiseta y se acostara encima tuyo por completo. Te fascinaba, quedar atrapada debajo de su caliente pecho y su frío estómago, sobretodo si estabas en tus días. Aquella sensación casi orgásmica de ambos climas te hacía poner una sonrisa boca y reír con la felicidad de una niña.

Eras perfecta para él, y el perfecto para tí.

Y esa habitación solo hacía todo más perfecto.

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