IV

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Siempre supe que esto iba a pasar.
Creo no tuvimos que jugar porque al final siempre sale mal.

—"Enzo." —Un peso extra en sus hombros lo hizo salir de su ensimismamiento.

Volteó lentamente a mirar de quién se trataba, aunque por el aroma a limón y azúcar, pudo deducir fácilmente que se trataba de Francisco.

—"¿Qué pasa, Fran?"

—"Bueno..., con los chicos iremos al bar otra vez y..., me gustaría que nos acompañes." —El omega de ojos verdes mordió su labio con nerviosismo, Enzo siempre había logrado ponerlo tímido.

—"No estoy de humor, además, ¿No es muy temprano para ir?" —Sonrió de lado y Fran sólo se encogió de hombros.

—"Nunca es demasiado temprano, anda, nunca quieres salir con nosotros." —Puchereó el menor.

—"Exageras, sólo no he ido las últimas dos veces." —Rió y después soltó un suspiro. —"Bien, iré, pero más tarde. Necesito hacer unas cosas."

—"¡Bien! Lo tomaré como una promesa." —Le advirtió, señalándolo con su dedo índice. —"Chau, nos vemos en un rato."

El mayor exhaló y fue a su camerino para que lo desmaquillaran y de paso recoger lo que había dejado ahí. La maquillista pasó la toallita por su rostro cuidadosamente mientras le hablaba de algo a lo que ni siquiera podía poner atención, no cuando escuchaba la voz melosa de Matías afuera, seguramente hablando con su novia. Tomo una larga respiración y negó, había sido un imbécil.

[...]

Cuando el uber lo dejó frente al hotel, lo primero que hizo fue ir al cuarto de Recalt. Por supuesto que tenía la otra llave, así que pudo entrar con mucha facilidad, si Matías realmente quería que se alejara, entonces lo haría.

En una bolsa, colocó toda la ropa que tenía en el armario del omega, lo vació hasta que sólo quedaron las prendas de este y lo mismo hizo con sus zapatos. Al final, no quedó un rastro de su presencia en aquella habitación y, sí, inevitablemente un par de lágrimas se le escaparon porque, incluso si Matías se esforzaba en negarlo, eran compañeros y en ese momento, su alfa se sentía rechazado, humillado y desolado.

Cuando terminó, se apresuró a salir, abriendo la puerta de manera abrupta y sobresaltándose al encontrarse con la figura de la persona que menos quería ver en ese momento.

—"¿Te vas ya?" —Le cuestionó el menor.

—"Sí, no quiero incomodarte más."

—"Bien, gracias."

El más bajo pasó a su lado y se colocó detrás de él, sosteniendo la puerta para cerrarla en cuanto el mayor se fuera y así fue, Enzo, sin siquiera voltear, avanzó hasta que escuchó el sonido de la puerta cerrarse. Tragó con dificultad e ingresó al ascensor para bajar a su piso, sentía que respiraba con dificultad, no recordaba la última vez que alguien le había roto el corazón y, sin duda, era la peor sensación que hubiese podido experimentar.

Quería encerrarse a llorar y maldecirse por haber sido tan tonto, ¿De verdad creyó que Matías mágicamente se enamoraría de él y dejaría a su pareja?

Pues sí.

Se dio un golpecito en la frente y pasó sus manos por su rostro con frustración, no se dejaría caer tanto, no ahora que estaba en el proyecto de su vida. Sólo era un pequeño mal de amores, no le podía doler para siempre.

[...]

—"¡Un milagro!" —Gritó Diego al verlo entrar al bar.

Todos lo recibieron con una sonrisa, haciéndole señas para que se sentara con ellos. Se encaminó hasta uno de los lugares libres y tomó asiento, los chicos ya tenían unos cuantos vasos sobre la mesa, así que supuso que algunos ya se hallaban con unos tragos encima.

—"Has tenido esa cara de cachorrito abandonado todo el día." —Le comentó Agustín.

—"¿Y cómo no? Si su noviecito ha estado de un humor asqueroso hoy." —Juanicar rodó los ojos.

—"Chicos, no lo molesten." —Reprendió Esteban. —"Queremos que te diviertas hoy, Enzo, así que..., ¿Nos harías los honores?"

Sacó una botella sin abrir y se la extendió, Enzo lo pensó por algunos segundos, pero finalmente cedió; tomó el objeto, girando la tapa para abrirlo y posteriormente dirigirlo a su boca, dándose un "shot" bastante decente de diez segundos. Tenía el corazón roto, por supuesto que quería embriagarse.

Después de ese trago, le siguieron otros dos o quizá otros cuatro, ¿quién en realidad llevaría la cuenta? Al cabo de dos horas, ya se sentía lo suficientemente mareado como para estar casi recostado sobre la mesa mientras escuchaba a sus compañeros bromeando y riendo en voz demasiado alta, ellos también se encontraban bastante ebrios y habían dejado el pudor de no querer que nadie escuchara su conversación de lado.

De repente, un movimiento a su lado le hizo incorporarse, mirando casi asustado en dirección de su nuevo acompañante. Se tranquilizó al ver a Francisco.

—"¿Viniste a dormir?" —Preguntó divertido.

—"No estaba dormido."

Al analizar el rostro del rubio, pudo notar el efecto del alcohol en él, sus mejillas pálidas estaban sonrojadas y sus ojos verdosos ya se encontraban ligeramente entrecerrados, además de que tenía esa característica sonrisa ladina de borracho. Sin poder evitarlo, soltó una risilla.

—"Ah, ¿Te estás burlando de mí?" —Le dio un suave empujón.

—"No, no." —Volvió a reír. —"Es sólo que pareces un niño."

—"¿Un niño?" —Enzo asintió. —"Bueno, viniendo de ti, lo tomaré como un halago."

El omega llevó un cigarrillo a sus labios y lo encendió, recordándole a Enzo la cajetilla de cigarros que había llevado. La sacó e igualmente colocó uno entre sus belfos.

—"Acércate." —Le pidió y el omega no tardó en hacerlo.

Con ayuda del cigarro ajeno, encendió el suyo, llamando la atención de algunos de los chicos por la peculiar escena. Juan no tardó en sacar su celular y capturar el momento en una borrosa foto que posteriormente fue enviada al grupo donde todos los del cast eran miembros.

Los protagonistas se alejaron, Francisco tenía las mejillas más rojas que antes y Enzo sólo atinó a regalarle una radiante sonrisa, siendo ajeno a lo que pasaba a su alrededor. No tenía intenciones de coquetear con Romero, su personalidad ya de por sí era coqueta y él creía que Fran lo sabía, no había motivos para malinterpretar nada, ¿O sí?

We Don't Gotta Be In Love |MatiEnzo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora