XVI

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Olvídate de mis encantos, nunca seré el mismo. Hemos llegado demasiado lejos sólo para volvernos locos.

Y sí, Enzo lo anudó, no una, sino varias veces. Estaba tan cegado por el placer, tan manipulado por el momento y las feromonas de su omega en celo que ni siquiera pensó en las consecuencias y simplemente lo hizo. No fue hasta que, por la noche, mientras Matías al fin dormía, él tuvo sus cinco minutos de claridad y se dio cuenta de que muy probablemente, la había cagado.

Haciendo el menor ruido posible, tomó una sudadera y un pantalón de chándal y salió de la habitación para dirigirse al baño. Al entrar, abrió las llaves de la regadera y se sentó un momento sobre la tapa de la taza del baño, mordiéndose las uñas de los nervios. Había sido lo más irresponsable que hubiese podido hacer en sus veintiocho años de vida, ni siquiera cuando era un tarado de diecisiete se le había ocurrido anudar a sus parejas porque literalmente era lo primero que los papás les advertían a sus hijos alfas.

Soltó una risa sin gracia y al fin se metió a la ducha con la intención de despejarse un poco. Eran las once de la noche, así que aún estaba relativamente a tiempo para encontrar una farmacia abierta.

Cuando salió del baño, ya cambiado y oliendo un poco menos a Matías, se apresuró para abandonar el departamento y correr hasta el estacionamiento para llegar a su auto. Lo encendió y se puso en marcha, las manos le temblaban ligeramente y su labio inferior se encontraba entre sus dientes, siendo mordisqueado.

Recorrió la ciudad hasta que encontró una farmacia abierta, no tardó en estacionarse y casi corrió al interior del local. Fue hasta el mostrador y una beta lo recibió con una sonrisa amable antes de murmurar un "buenas noches".

—"Buenas noches." —Respondió al saludo. —"Yo..., bueno, quería saber si tienes..., ya sabes..."

"Que vergüenza..."

—"¿Condones? Sí, tenemos..."

—"¡No! No, no, condones no." —Ya era muy tarde para los condones. —"Es..., la píldora."

—"¡Ah! Claro que sí." —La joven fue hacia los estantes y le llevó una pequeña cajita. —"Si estás en una verdadera emergencia, te recomiendo esta y que tu pareja la tome cuanto antes."

—"¿Tiene efectos secundarios?" —Tomó el medicamento para analizarlo.

—"Mmm..., los normales, aunque..., bueno, si está en celo y las toma, probablemente se deprima unos días, pero después regresará a la normalidad."

—"Bien..., entonces me las llevo."

—"Perfecto."

La rubia pasó el producto por el escáner y Enzo sacó el dinero para pagar, después de que dio la vuelta para irse, la muchacha susurró un "suerte" que le hizo reír. Sí, necesitaba mucha suerte.

[...]

Cuando llegó a su departamento, todo estaba oscuro y en silencio, gracias a que había abierto la puerta del balcón, el aroma de Matías estaba menos intenso, así que pudo controlarse bien. Mientras caminaba a su habitación, repasaba lo que le diría al chico para convencerlo de tomarse la pastilla, sabía que su omega se sentiría rechazado y dolido si básicamente le estaba pidiendo no embarazarse cuando estaba en celo, pero es que era obvio, ninguno de los dos deseaba tener un bebé en ese momento.

Entró a la habitación y se encontró con los ojos atentos de Recalt mirándolo entre las sábanas, escondido entre ellas. Parecía un gatito.

—"¿Dónde estabas?" —Enzo se acercó hasta el menor y este de inmediato abrió los brazos para recibirlo.

—"Fui a la farmacia." —Se acurrucó en el pecho del omega, olisqueando su piel, volviendo a llenarse del aroma a cerezas tan agradable y que ahora era más dulce de lo normal.

—"¿Por qué? ¿Te sientes mal?" —El alfa negó. —"¿Entonces?"

—"Bueno, cariño, creo que sería bueno que tomaras una pastilla..., así evitaremos accidentes."

—"¿Accidentes?" —La voz del joven sonó un poco más baja.

El mayor se alejó un poco de él para poder mirarlo y tomó una corta respiración antes de afirmar con la cabeza.

—"Sé que parte de la culpa es mía porque mi responsabilidad es cuidarme, pero no lo pensé y..., bueno, te prometo que no se va a volver a repetir, sólo me gustaría que la tomaras para prevenirnos."

Hubo un silencio que al mayor le pareció interminable, podía ver a través de la oscuridad los ojos dudosos de su acompañante y sentir como las pequeñas manos del joven se aferraban a las colchas. Él sabía que no tendría una buena reacción, pero prefería mil veces un momento incómodo a nueve meses más dieciocho años de arrepentimiento.

—"Está bien." —Aceptó el joven.

Enzo sacó la caja de pastillas del bolsillo trasero de su pantalón y se estiró para tomar el termo con agua que siempre tenía en su mesita de noche y le extendió ambas cosas a Recalt. El omega sacó una de las píldoras y la metió a su boca para pasarla rápidamente con ayuda del agua, después de eso, hubo silencio. El ambiente se tornó frío y un poco incómodo, incluso el aroma de Matías perdió intensidad.

—"Cielo, de verdad lo siento." —El alfa se acercó, envolviendo al chico en un abrazo. —"Sabes que adoro la idea de una familia, pero no ahora."

—"Lo entiendo..." —Matías se acurrucó contra el pecho ajeno, frotando su mejilla ahí. —"Sólo me siento un poquito raro."

—"Prometo que esto no se repetirá, ¿Bien?"

El menor sólo asintió y se separó del uruguayo para recostarse, envolviéndose entre las sábanas para darse un poco de confort a sí mismo. Incluso si su parte racional lo entendía, su omega estaba sumamente triste y molesto por el rechazo de su alfa a tener un cachorro, al final de cuentas, ese era el propósito del celo.

Enzo tomó su lugar al costado del contrario y volvió a abrazarlo, acariciándole la espalda mientras le susurraba cosas reconfortantes, no iba a ser sencillo que el lobo del menor lo disculpara, pero al menos quería cumplir su parte estando ahí para el joven. Confiaba en que, eventualmente, estarían bien.

We Don't Gotta Be In Love |MatiEnzo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora