XV

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Me tienes tan drogado, tomando profundas, profundas respiraciones.

No se dio cuenta de que Enzo había llegado hasta que la puerta de la habitación se abrió, haciendo que Matías retirara la almohada de su rostro. Desde que el alfa entró al departamento, percibió el fuerte aroma de Recalt opacando por completo el suyo, así que no tuvo que ser demasiado listo para deducir que el menor estaba en celo.

—"¿Mati?" —El mayor se acercó al nombrado y cubrió ligeramente su nariz. —"¿Por qué no me llamaste, hm? Hubiera llegado más rápido."

—"Estoy bien, ya me tomé los supresores, así que..."

—"¿Por qué?" —El semblante y tono de voz de Enzo cambió de repente.

—"¿Qué...?"

—"¿Por qué tomaste eso?"

—"P-Pues porque..., me hacen sentir mejor..." —La actitud del más alto comenzaba a ponerlo nervioso, incluso sentía las feromonas de este comenzando a salir, permitiendo que se mezclaran con las suyas.

—"¿Y no tienes un alfa para eso?"

—"Enzo..." —Se quejó el menor.

Se acomodó en la cama, dándole la espalda y el uruguayo aprovechó esto para colocarse detrás de él, tomándolo con firmeza para evitar que escapara.

—"¿Qué no recuerdas cómo me pediste que pasara tu celo contigo?"

Le dejó un beso en el hombro y Recalt se estremeció, queriendo esconderse por la vergüenza de recordar ese momento. Enzo rió suavemente y permitió que sus manos se deslizaran por debajo de la playera de dormir que Matías llevaba para acariciarle el vientre e ir subiendo lentamente a su pecho. La piel del omega se encontraba caliente y por cada caricia, la sentía erizarse.

El argentino giró otra vez para mirarlo y el alfa no tardó ni tres segundos en acercarse para juntar sus bocas en un húmedo y demandante beso que hizo al más pequeño suspirar. Sus lenguas danzaron entre ellas, sus dientes mordieron el labio del otro y por la torpeza de su accionar, en más de dos veces se chocaron, sacándose risillas cómplices.

El olor de Matías que al fin había disminuido, de repente se disparó otra vez. No importaba cuántos supresores tomara, si su alfa estaba ahí, besándolo y tocándolo, su cuerpo reaccionaría de manera positiva.

—"Que lindo eres." —Le susurró el mayor, dejando castos besos en su mentón que fueron descendiendo a su cuello.

—"Tú también." —Suspiró, llevando su mano al cabello que yacía detrás de la nuca ajena, acariciándolo. —"Hasta se me olvida que eres un mentiroso."

Tiró de algunos mechones, provocando que el contrario se quejara levemente.

—"¿Un mentiroso?" —Enzo puchereó. —"No soy tal cosa."

—"¿No?" —El mayor negó.

El de cabellos oscuros continuó besándole el cuello, entreabriendo sus labios para hacer del contacto más húmedo. Matías jadeó y se aferró a la espalda del otro, enterrando ligeramente sus uñas por encima de la tela de la playera. Los dientes del mayor se clavaron con suavidad en el cuello pálido del omega, robándole un gemidito.

Poco a poco, las prendas fueron abandonando el cuerpo de Recalt hasta que quedó únicamente en ropa interior, su pecho subía y bajaba de forma agitada y sus ojos miraban necesitados a Vogrincic, por cada minuto que pasaba, el calor en él incrementaba y era cada vez más difícil controlarse.

Los besos de Enzo ahora se concentraron en el pecho del joven, dejando una que otra marquita diminuta que no tardaría más de tres días en desaparecer. Descendió lentamente hasta que se topó con el elástico del boxer ajeno, tirando de este para hacerlo impactar en su blanca piel, dejándole una tenue línea roja.

—"Enzo..." —Gimió el muchacho. —"Por favor..."

—"¿Qué pasa, cariño?" —Jugueteó con el borde de su ropa interior hasta que decidió bajarla, dejándola caer al suelo. —"Ni siquiera te he tocado y ya estás así..."

—"No te burles..." —Murmuró, sintiendo cómo su rostro tomaba color.

—"Jamás, cielo."

La gran mano del alfa tomó la longitud contraria, comenzando a estimularla lentamente hasta que el quejido de Matías lo hizo ir más rápido. No iba a negar que le parecía difícil concentrarse, las feromonas del omega lo envolvían y hacían que su alfa se pusiera ansioso, todo lo que quería era complacer a su compañero.

Le separó las piernas lo suficiente para dejar a la vista la húmeda entrada del menor y llevó dos dígitos hacia ella. Dio simples roces para molestarlo y cuando vio las intenciones del chico de hablar, los introdujo en una sola estocada, robándole el aliento y haciéndolo arquear la espalda. Aguardó unos segundos antes de comenzar a mover sus extremidades, iniciando rápido para bajar el ritmo gradualmente. Hacía movimientos de tijera para dilatarlo perfectamente y Matías sólo se dedicaba a gemir y a aferrarse a las sábanas a sus costados.

Cuando Enzo no lo soportó más, se alejó del otro y quitó sus pantalones junto a sus bóxers de un tirón y, acto seguido, se acomodó entre las piernas del menor, alineándose en él. Con cuidado, fue entrando, sintiendo las paredes ajenas apretándolo en una invitación de que continuara.

—"Mierda..." —Gruñó el mayor.

No esperó mucho para empezar a embestirlo, haciéndolo duro y rápido, sacando al instante gemidos de la boca de Recalt que inundaron todo el cuarto. Las manos del omega fueron a la espalda del más grande y sus uñas se aferraron a su piel, dejando una serie de líneas rojas trazadas que dejaban el área ardiendo.

El alfa sujetó con firmeza las caderas del menor y ahí comenzó la verdadera tortura, —o no—, de Matías, pues Enzo estaba yendo tan profundo, tan rápido y tan certero, que la vista se le nublaba y apenas podía respirar correctamente. Había perdido fuerzas en los brazos, por lo que estos descansaban tranquilamente sobre el colchón, sus ojitos se cerraron y le fue imposible reaccionar ante algo más que el inmensurable placer que lo recorría hasta que Vogrincic se encargó de girarlo y acomodarlo en cuatro.

—"¿Ya estás cansado, chiquito?"

Volvió a entrar, sacándole un quejido a Matías pues ahora lo sentía considerablemente más adentro.

—"¿Qué? ¿Es mucho para ti así?" —Se burló el mayor y el omega, que apenas y podía pensar, sonrió.

—"D-Debes tenerte..., en mucha estima, alfa."

Aquellas palabras fueron suficientes para que Enzo lo comenzara a follar casi con violencia, el cuerpo del menor rebotaba una y otra vez contra él y los gemidos de ambos se hacían más y más constantes en una clara señal de que el jueguito no duraría más que unos minutos más.

Fue cuando Vogrincic golpeó su punto que a Matías le temblaron las piernas y, de no ser por la mano que se aferró a su abdomen, hubiera caído de cara contra la cama. Enzo lo alzó con facilidad, pegándole la espalda contra su firme y, ahora, húmedo pecho y continuó con su labor. Una, dos, tres, quizá cinco o seis embestidas más fueron más que suficientes para que la escencia de Matías saliera disparada al igual que un fuerte gemido entrecortado.

—"Alfa..." —Lo llamó. —"Quiero tu nudo..."

We Don't Gotta Be In Love |MatiEnzo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora