on the other side of the window

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Del otro lado de la ventana

Del otro lado de la ventana

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James Peterson

Se habían cansado de ese viejo colchón. Blake y Peterson estaban sentados en el piso apoyando la espalda en una de las paredes de la habitación, el castaño observaba el teléfono como si estuviera intentando lograr tener una comunicación telepática con el mismo, mientras que el ojiverde pensaba en el perro de Oliver Stewart a la par que seguía maquinando en su propia cabeza respecto al tema de su hermano.

Los sonidos que producían los cerrojos de la puerta resonaron por toda la habitación y con ello, los dos chicos se sobresaltaron y se alejaron de la puerta hasta llegar a tocar con la espalda la pared en la cual colgaba el teléfono.

Un hombre cruzó la puerta, llevaba un suéter azul oscuro con otros colores neutros, y por supuesto, su máscara. La cual lo hacía ver cómo el mismo diablo, pero tampoco se alejaba de la realidad, o al menos eso pensaban ambos chicos. Consigo llevaba una bandeja de plata y por lo que podía ver, tenía un plato de comida y una botella de algún tipo de soda.

—Les hice el desayuno —dijo de forma amable, como si eso fuera a cambiar mágicamente la macabra sonrisa que había en su máscara.

Ninguno de ellos se movió de dónde estaba, James no planeaba decir ninguna palabra, y menos si no había podido descansar nada la noche anterior.

—¿Qué le pusiste?

Finney miraba el plato de comida hambriento y pese a ello se mantuvo cuerdo ante el "regalo" del raptor, lo último que querían es que uno esté bajo los efectos de algún alucinógeno.

—Sal y pimienta.

Peterson se esforzaba por no demostrar el hambre que le provocaba ver el plato de huevos revueltos que se encontraba en la bandeja, pero sus impulsos le jugaban en contra, dió un paso adelante en un intento de ir a tomar la bandeja, pero Blake lo contuvo poniendo su mano en el pecho del ojiverde, y le hizo retroceder un paso.

Aunque no pudieran ver la expresión real del raptor, el ojiverde sabía que se sentía satisfecho al ver cómo se morían de hambre y se resistía a sus impulsos de correr hacia la comida tal como lo hacían los animales. No quería darle el gusto, Peterson quería demostrarle que tenía la suficiente cordura a pesar de su situación en ese sótano.

El hombre soltó una risa nasal, se agachó de cuclillas y les dejó la bandeja en el piso frío de cemento.

—Coman, no coman —decía en una cierta melodía. El hombre con canas levantó su mirada y la enfocó en los rostros de los dos niños. —Ya están aquí.

Sus palabras fueron como una sopa difícil de tragar, rasposas y dolorosas.

—¿Para que los tendría que drogar?

Finney y James se mantenían estáticos, observando la comida a la par de que hacían todo lo posible para encontrar la forma de olvidar las palabras del raptor.

𝗦𝗨𝗥𝗩𝗜𝗩𝗘; the black phoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora