Capítulo XX

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Vacía.

—Mia—.

Era como un eco, suave y lento pero, no lograba ubicarlo bien.

—Todo va a estar bien ma petite fille—.

Aquella voz se escuchaba agitada y algo quebrada.

Le era familiar.

—Debes ser fuerte… Lograrás tantas cosas—.

Esa voz.

Le hablaba con tanto amor pero con tanta tristeza a la vez.

Golpes se escuchaban a lo lejos.

—Je t’aime… nunca lo olvides mi amor—.

Cada vez aquella voz se escuchaba más y más lejana. Y los golpes se iban haciendo cada vez más fuertes.

Sentía como su respiración se iba agitando.

Tenia miedo.

Hasta que en un punto los golpes se detuvieron y lo último que escucho fue un suave susurró.

—Mami siempre te cuidará…. Je t’aime mon cœur—.

Mia despertó de golpe dándose cuenta que estaba en la mansión y que seguía en su habitación.

Fleur ya no estaba a su lado pero por la conversación que escuchaba abajo supuso que tenía que estar desayunando.

Tratando de controlar su respiración, decidió levantarse y darse una ducha fría. Hace varios días venía teniendo sueños extraños, pero el que acaba de tener la dejo no solo sensible sino también pensativa.

Nunca había soñado con su madre hasta la fecha, algunas veces soñaba con su padre, aunque era muy raro.

Escuchar la suave voz de su madre la dejo con sentimientos encontradas.

Joder, necesitaba esa ducha.

Se encontró con la rubia hablando animadamente con Hogwal.

El asiento de su abuelo estaba vacío como en la última semana, parece que lo que estuviera haciendo en Francia era realmente importante.

Dejando esos pensamientos de lado, se sentó junto a Fleur no sin antes dejarle un beso en su cabellera rubia y darle los buenos días a Hogwal.

Empezó a comer su desayuno en silencio sin percatarse de las miradas que le daba su novia, hasta que sintió una mano en su mejilla que la saco de sus pensamientos e hizo que mirara los ojos preocupados de la rubia.

—¿Te encuentras bien amour?—

—Si, no te preocupes— Contesto ida.

Fleur no quiso presionar más y siguió su conversación con el pequeño elfo doméstico, pero dejo su mano en el muslo de su novia como un apoyo silencioso.

Mia lo agradeció mentalmente y la mañana trascurrió igual.

Su abuelo, cayendo la noche envío una carta, avisándole que su viaje tardaría más de lo previsto y quizá a final de mes estaría en la mansión.

Realmente no le importo pues, ahora mismo estaba más ocupada tratando de soportar el terrible dolor de cabeza que hace más de tres horas tenía.

[…]

Sabía que no estaba bien lo que hacía pero fue la única forma que encontró para no enfrentar a la rubia.

Sus noches eran horribles, hace más de una semana que no dormía y si lo hacía, por mucho era una hora.

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