Capítulo XIX

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La Orden

El ambiente se sentía pesado, sin mencionar, el frío clima que había en las calles.

Era como si las personas supieran lo que vendría pero el miedo de unos y la incredulidad de otros, no les permitía creer o más bien, aceptar, lo que se avecinaba.

Mientras tanto, Mia se encontraba algo molesta, pues al enterarse que habían regresado a Inglaterra, Dumbledore inmediatamente le envío una carta recordándole su muy requerida presencia.

Sabía que Fleur probablemente se enojaría por no avisarle pero dadas las frustrantes circunstancias, se apareció sola en el número 12 de Grimmauld Place. Le aviso con anterioridad a su abuelo y sabia que cuidaría a la rubia en su ausencia, no la malinterpreten, es consciente de que Fleur es más que capaz de cuidarse sola pero no puede evitar preocuparse.

Además, cuando llegaron y los presento, se llevaron bastante bien, así que dudaba que la rubia se aburriera.

Ante ella se presentó la fachada de aquella “vivienda”, sin perder tiempo, saco su varita y tocó la puerta que dividía el 11 y el 13, acto seguido apareció el número 12 y no dudo en entrar antes de que algún mortifago estuviera cerca y decidiera atacar.

Seguía siendo igual de fea por dentro, además de lúgubre. Pudo distinguir al fondo algunas voces, entre ellas la del niño que vivió

Avanzo sin mucha emoción por el polvoriento pasillo y observo a seis adolescentes, dos idénticos se reían a un lado y cuatro peleaban arriba de las escaleras por escuchar la dichosa reunión que se llevaba acabo en lo que supuso, la cocina.

Uno de los gemelos Weasley al notar su presencia, codeo al otro y ambos en un instante aparecieron a su lado y más fuerte de lo que le hubiera gustado, exclamaron a la par.

—Pero mira a quien tenemos aquí—.

Al escuchar aquello, los cuatro que aún seguían peleando se asustaron y chocaron sus cabezas.

Mia no tardo en poner una sonrisa divertida en su cara al ver la expresión de los cuatro al verla allí.

—Parece que una pequeña serpiente se extravío, George—.

—Tendremos que ayudarla Fred, no podemos permitir que una dama esté en apuros—.

Mia no tuvo tiempo de responder cuando la voz de Ronaldo, o supuso ese era el nombre del pelirrojo, la interrumpió.

—¡Qué haces tú aquí!— Exclamó, bajando enojado las escaleras.

—Vaya, ustedes los Weasley son muy ruidosos— Dijo la pelinegra ya aburrida de esta situación.

—¡Responde! ¡Qué hace una sucia serpiente aquí!—.

Dándole otra sonrisa divertida, pasa por su lado y siguió su camino, estaba a punto de tocar la puerta donde se encontraban los demás cuando sintió que la seguían.

Mia soltó un suspiro cansado al escuchar una voz a su espalda, volteo y se encontró con el famoso trio de oro.

—¿Qué haces aquí?—.

—Eso no es de tu incumbencia Potter, de ninguno de ustedes en realidad. Si lo fuera ya les habrían dicho algo—.

—Estas irrumpiendo en propiedad privada, si no nos dices te meterás en problemas— Alegó el pelirrojo apoyando a su amigo.

—Los únicos que se meterán en problemas son ustedes por estar escuchando conversaciones a escondidas— Dijo divertida.

Antes de que alguno pudiera replicar, la puerta a su lado se abrió mostrando a Dumbledore y a Sirius.

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