El eco de la ola danzando entre sí resonaba con intensidad en su cabeza, en aquellos azulados ojos podía divisarse el brillo de la luna en su máximo esplendor.
Parpadeó un par de veces antes de agachar un tanto su mirar, frente a él y de espaldas, se encontraba un hombre alto, esbelto, de cabellera larga y sedosa, parecía divertirse con las pequeñas olas chocando contra sus descalzos pies sobre la arena.
A pesar de estar unos tantos pasos detrás de él, su cuerpo no podía reaccionar al llamado de su alma. Al parecer, necesitaba de su tacto, su psique imploraba de su cercanía.
Aquel hombre giró ligeramente su torso con suma lentitud, y al cabo de unos cuantos segundos, pudo divisar la sonrisa más hermosa que sus ojos hayan apreciado antes.
- "Satoru, ¿Nos volveremos a encontrar?"
Fue lo último que escuchó antes de dar un sobresalto en su mismo lecho, despertándose de golpe.
Megumi lo miró con extrañeza, quién se encontraba vistiendo su uniforme para la escuela secundaria.
- ¿Qué pasa? ¿Pesadillas? - preguntó devolviendo su vista al espejo de la habitación, para continuar aplicándose su gel para cabello, sin embargo, en el reflejo de este mismo podía visualizar a Gojō, con una cantidad considerable de lágrimas amenazando con salir. - ¿E-Estás llorando...? - alargó un tanto la pregunta, en el tiempo que llevaba viviendo con él, jamás llegó a ver a su padre adoptivo llorar, ni si quiera verse un poco débil.
Con la yema de sus dedos, Satoru palpó las lágrimas que comenzaban a descender. Rio y asintió, negando con la cabeza.
- Sí, una pesadilla. - respondió acariciando el cabello de Megumi, quién lo miró confuso, si bien creía tenerle confianza al mayor, no se animaba a preguntarle qué era lo que había soñado recientemente, y qué tan duro debía ser cómo para hacer derramar lágrimas del propio Satoru Gojō.
Aquella supuesta pesadilla tenía nombre y apellido, Suguru Getō, una pesadilla que para su desgracia, era real.
Tan rápido como retiró las lágrimas de su rostro se puso de pie, observando el reloj colgado en la esquina de la habitación, aún era temprano.
Emprendió caminó hacia el baño de dicho piso y se postró frente al lavabo, durante unos cuantos segundos observó absorto su reflejo en el espejo, un reflejo que en su mente era completamente distinto, la paranoia del instante le hacía reflejar a Suguru en su lugar.
Abrió el grifo, con ambas manos lanzó un chorro de agua completamente fría para poder despertar del todo, le parecía realmente gracioso que a pesar de haber transcurrido tantos años ya, podía recodar con exactitud cada facción del rostro del peli-negro.
Y nuevamente ahí estaban, las dichosas lágrimas en su rostro. Frente a su silueta en el espejo, sostenía su propia respiración, mirando aquellos ojos azulados suyos, y que a través de ellos, podía observar la silueta de Suguru en aquellas pupilas completamente dilatadas, que comunicaban aquel dolor inmenso, sentimientos totalmente particulares, definitivamente duraderos.
Era como si en su cerebro aún vivieran aquellos recuerdos de su juventud, que durante las noches de vez en cuando solían hacer aparición, haciendo de las suyas con sus sentimientos, rebobinando en su subconsciente, deteniéndose cada vez en situaciones lamentables, cayendo nuevamente en aquella sonrisa sutil.
Negó varias veces con la cabeza, aquellos recuerdos debían permanecer bajo llave.
Tomó una ducha rápida, cepilló sus dientes, se cambió de ropa rápidamente y ambos salieron de casa. Durante el transcurso de la casa al colegio de Megumi, ninguno emitió ni una sola palabra, el albino únicamente se disponía a mirar completamente serio al frente, Fushigurō observaba de vez en cuando a su padre por el retrovisor, intentando poner en palabras lo que tenía por decir.
Finalmente llegaron, Satoru bajó un poco sus anteojos para visualizar a Fushigurō, quién tomaba su mochila y bajaba del auto. Antes de cerrar la puerta en su totalidad, el adolescente se detuvo y la abrió nuevamente, mostrándose cabizbajo y un tanto avergonzado.
- Entonces, ¿No podrás venir?
El mayor alzó una de sus cejas, preguntándose de qué era de lo que hablaba su hijo.
Ah, aquel evento escolar, era cierto, Megumi días atrás lo había comentado. Otorgó una sonrisa llena de completa pena antes de responder, amaba con todo su corazón al peli-negro, así que sin duda le dolía tener que rechazar cosas como esas.
- Megumi, sabes que tengo que ir al trabajo, te recompensaré después por tu gran esfuerzo. ¿Vale?
Megumi asintió con la cabeza, para finalmente cerrar la puerta del vehículo y retirarse.
Era realmente confuso, ¿Qué era lo que realmente sentía y pensaba sobre la situación? Megumi sabía perfectamente el gran favor que Gojō había hecho por él, tan sólo el rescatarlo del trato que su padre biológico le daba a penas siendo un niño convertía a Satoru en una mejor figura paterna, el reclamarle por algo tan banal como no asistir a sus eventos escolares le resultaba de cierta manera egoísta.
¿Acaso exigirle ser un padre presente le convertía en un niño malagradecido?
Negó varias veces con la cabeza, debía dejar de darle tantas vueltas a un asunto tan estúpido como ese, no debía permitir que algo tan insignificante le quitara el sueño.
Abrió su mochila, dentro de ella estaba un pequeño bolso de su padre, quizás lo había dejado ahí por error.
El joven corrió a la puerta del colegio con la esperanza de que su padre no se haya ido tan lejos todavía, sin embargo, este ya se había retirado.
Suspiró agotado. Curioso abrió la bolsa del mayor, dentro de ella se encontraban las llaves de su residencia, unos cuantos billetes y una caja de cigarrillos.
Dentro de la mente del menor, recordó a su padre fumando unos cuantos cigarrillos para alivianar el estrés acumulado por el trabajo, realmente disociado en el aroma emitido.
Sacó uno de los cigarrillos y lo observó con suma atención, quizás eso le ayudaría a relajarse un poco y dejar de pensar en cosas insignificantes como la presencia de su padre.
Quizás así dirigiera su atención a otras cosas con más importancia.
...
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𝐓𝐞𝐬𝐭𝐢𝐦𝐨𝐧𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐨𝐫 - 𝖲𝖺𝗍𝗈𝗌𝗎𝗀𝗎.
FanfictionLa traición de su amor se reflejaba en aquellas lágrimas escondidas en los rincones más profundos de su corazón, inconscientemente, Satoru buscaba a su otra mitad, una mitad que ya no le pertenecía en su totalidad. • Satosugu.