La luz de la luna llena sobre ambos individuos se sentía de alguna manera como si fuera la única compañía de ambos en el mundo, a pesar de estar a escasos metros de la multitud, en aquel momento pasaban por completo desapercibido.
Como si de un llamado del alma se tratase, el azabache extendió ambos brazos en su máximo esplendor, indicándole al contrario que se acercase a él, cerca de su corazón.
Los ojos azulados del chico parpadearon un poco con cierta conmoción, hacía años que no se sentía de dicha forma, a pesar de no quererlo admitir en el pasado por cuestión de mera dignidad, sabía que su alma, vida y corazón pertenecían únicamente a Suguru Getō.
Tras regresar de aquel estado de trance en el que se encontraba, su cuerpo finalmente respondió al llamado del corazón ajeno, abalanzandose en el abrazo más cálido y puro que su misma existencia pudo sentir antes, hundiendo su rostro en el hombro de Suguru.
Los ojos rasgados de Getō decidieron abrirse un poco llenos de estupefacción, dentro de su pecho, podía sentir como su propio corazón luchaba contra su cuerpo por salir. Tratando de guardar la compostura, llevó una de sus manos a la espalda de su viejo amorío, acariciando con lentitud la parte trasera de su torso, comunicándole con aquel bello tacto el cariño que a día de hoy prevalecía, regulando por completo su sistema nervioso.
El corazón de Satoru derramaba gotas de agua, producto de aquel sólido hielo que se encarnaba en sí mismo, y que con aquel fino tacto de luz, respiraba nuevamente aquella atmósfera llena de querer, renaciendo en el proceso, volviendo a la vida.
Con ambos ojos cerrados, el albino inhalaba el delicioso aroma que emitía el largo cabello de su antigua pareja, algo que parecía ser esencia de coco o vainilla, un olor que no importaba los años que pasaran, no cambiaría.
- Ha pasado mucho tiempo desde que memoricé tu aroma, Suguru.
De igual forma al contrario, aquellos pequeños ojos rasgados se cerraron por completo, como si el Suguru de dieciséis años se apoderara de aquel maduro cuerpo, recordándole aquel frío invierno en dónde a pesar de la implacable frescura que fundía sus huesos, exigía el calor del cuerpo ajeno, sintiéndose afortunado del estruje hogaño.
- Mi corazón tiene una respuesta a tus plegarias, mi mente tiene otra completamente distinta. El dictamen de mi vida está en disputa. - expresó en un susurro, cerca del oído ajeno, con aquella dulce voz que Satoru añoraba con toda la fuerza de su ser.
Con sus delgados y finos dedos, Gojō acarició cada mechón del suave cabello de Suguru, tratando de contar cada uno de ellos, su cabello había crecido mucho más a comparación de la última ocasión en la que lo avistó, imaginando que cada uno de ellos representaba un valioso recuerdo.
Nuevamente, abrió los ojos, su pecho subía y bajaba con lentitud, aquella alma siempre generaría en él cierto tipo de calma en su ser.
Sin despegarse de él, exclamó. - El veredicto final siempre será dictaminado por tu alma Suguru, sólo ten en cuenta eso.
Delicadamente, Suguru se separó de la unión de ambos cuerpos y permaneció callado durante unos minutos, observándose mutuamente en silencio, adentrándose por primera vez después de una larga década en aquellos azules y brillantes ojos, admirando cada blanca pestaña sobre ellos, y finalmente ver su propio reflejo en el brillo de estos, un brillo que parecía haber desaparecido por un largo tiempo, hasta esa noche.
Rió en voz baja para sí mismo, finalmente Suguru se rendía ante el brillo del alma de Satoru.
Lentamente negó con la cabeza, todavía sonriente, pues aquella pequeña barrera de orgullo que parecía proteger su propio corazón, al parecer había sido derrumbada con total facilidad.
- No te lo dejaré tan fácil, Satoru.
En la mente de Gojō, nada podía ser más difícil que vivir con la pesadumbre y la añoranza de su antigüo amor, así que redimirse y tener la oportunidad de hacer las cosas bien ahora que era un adulto no sería una tarea imposible, no al menos si eso era lo que su corazón tanto anhelaba.
- No esperaba menos de ti, Suguru. Eres una persona de alto valor, que a pesar de no haberlo valorado en su momento, si se me da la oportunidad de demostrarte que ahora soy una persona completamente diferente, estaré más que agradecido.
Los rasgados ojos de Suguru se cerraron al sonreír, la gente comenzaba a retirarse, dejando únicamente el sonido de las luciérnagas a su alrededor.
Los arbustos se movieron un poco hasta dejar ver los rostros de Megumi, Nanako y Mimiko, quiénes llevaban un buen rato buscando a sus respectivos padres, hasta dar con ellos a la vez.
El joven de cabello puntiagudo sonrío sutilmente, después de todo lo que había conversado con su padre la noche anterior referente a su amorío juvenil le hacía contentarse por aquel reencuentro.
Las hermanas Hasaba por su parte se encontraban un tanto desconcertadas, a pesar de tener una muy buena comunicación con su padre, éste jamás les comentó sobre su relación con el profesor Gojō Satoru, así que resultaba algo confuso el encontrarlos intercambiando palabras, bastante cerca uno del otro para su sorpresa.
- ¿Papá? ¿Gojō-sensei? - exclamó Nanako con una banderilla en la mano que recién había comprado en uno de los puestos del evento.
Getō las miró con una sonrisa en el rostro, antes de retirarse junto con ellas, se aproximó al oído de Satoru, exclamando en un susurro.
- ¿Crees que sea posible el que podamos coincidir de nuevo?
Con una sonrisa sutil, Gojō tomó el hombro del contrario e igualmente se acercó al oído.
- Haré todo lo posible para que así sea, tú confía en mí.
Finalmente se retiró con las niñas, no sin antes despedirse de Megumi y su padre, para después contarles a sus adoradas hijas toda aquella travesía que había vivido al lado de Satoru, quiénes quedaron totalmente fascinadas con aquel reciente reencuentro.
- ¿Cómo definirías tu relación con Gojō-sensei?
- La mera existencia de Gojō Satoru me hace recordar quién soy. Caos, sosiego, desespero y amor, puedo asegurar el florecimiento que nos brindamos mutuamente, pero, ahora estamos en una década completamente distinta, siendo distintas personas, con sentimientos semejantes.
...
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𝐓𝐞𝐬𝐭𝐢𝐦𝐨𝐧𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐨𝐫 - 𝖲𝖺𝗍𝗈𝗌𝗎𝗀𝗎.
FanficLa traición de su amor se reflejaba en aquellas lágrimas escondidas en los rincones más profundos de su corazón, inconscientemente, Satoru buscaba a su otra mitad, una mitad que ya no le pertenecía en su totalidad. • Satosugu.