Dar, recibir y perder.

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Su corazón latía a ritmos acelerados, las facciones en su rostro permanecían sumamente tensas. Pasos agigantados se eran dados en camino a su habitación, Fushigurō se encontraba perdido en la hermosa vista de la marea que podía avistarse desde el inmenso ventanal de la habitación, el aroma que desprendían las prendas del menor le comunicaban al de cabellos blanquecinos que había estado fumando, algo que lo hizo enfurecerse aún más de lo que ya se encontraba.

Con un paso decidido, se aproximó al menor, tomándolo del hombro, obligándole a verlo a los ojos, a pesar de permanecer con una expresión tranquila, Megumi se sintió ciertamente intimidado por su padre.

- Antes de que quieras decirme algo, quiero saber, ¿Aquello que siempre te mantiene tan deprimido es Getō-san?

Inmediatamente, Satoru retiró el agarre de su mano sobre la camisa del chico, completamente atontado, durante unos segundos lo miró confundido en silencio, intentando entender las palabras dichas por su hijo, supuso que había descubierto algo de su pasado o algo por el estilo. Decidió evitar la pregunta, no estaba listo para hablar de algo tan personal.

- ¿Dónde estabas?

Megumi suspiró con cansancio.

- Estaba con Mimiko-senpai. Estaba decaída, no quise dejarla sola, está pasando por la separación de sus padres, se sintió cómoda conmigo porque de cierta forma, podía entenderla.

Al escuchar eso, el pobre corazón del mayor comenzó a latir con exageración, inmediatamente negó con la cabeza, después de todo lo que había sucedido, ¿Cómo pretendía pensar si quiera en una oportunidad más con el azabache?

Megumi volvió a hacerle nuevamente la misma pregunta que había hecho al ver llegar a su padre a la habitación, quería saber si Getō-san era el causante del estado anímico que rodeaba el aura azulada de su padre, sin embargo, Gojō respondió que no era algo de su incumbencia.

El menor apretó su puño con fuerza, intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos azulados oscuros, suspiró y finalmente pudo contenerse un poco, así que decidió retomar la palabra.

- Tengo derecho a saber la razón por la cuál prefieres hundirte en la tristeza antes de siquiera prestarme un poco de atención.

Satoru se quedó completamente paralizado ante las recientes palabras dichas por su hijo.

Hubo un silencio un tanto incómodo durante unos largos segundos, cabizbajos, intentando descifrar el mensaje de sus respectivos sentires.

Ya bastaba de tantas barreras y muros impuestas por sí mismo, Megumi era hijo suyo, que sin importar los lazos sanguíneos, tenía que tener en claro que su fraternidad con el menor podía más que la adversidad de sus problemas.

Había un motivo para poner ambos pies sobre la tierra, y era Megumi Fushigurō, su hijo.

Todavía cabizbajo y arrepentido, Megumi retomó la palabra, en su pequeño corazón podía sentirse cierta presión indescriptible.

- Lo siento, sé y tengo bastante en cuenta el aprecio que me tienes y que perfectamente podrías dar hasta la vida por mí, es sólo que, quizás inconscientemente me arropas con la tristeza que te abruma, sin siquiera sacarlo a la luz.

Satoru levantó su mirada, observando directamente a los ojos a su hijo, ambos con un rostro comunicativo lleno de aflicción, ambos sintiendo el mismo pesar, sintiendo cierta sintonía de almas.

- No debes pedir perdón Megumi, tienes razón, todos estos años te involucré involuntariamente en la tristeza que carcomía mi alma, y que quizás de forma indirecta, te convertías en el receptor directo de mis pesares. Probablemente sea hoy el momento en que como padre e hijo nos sentemos a hablar las cosas como hombres, exteriorizando nuestros sentires, abriendo el corazón, dejando a un lado el orgullo.

Quizás abrirse emocionalmente con el menor, más allá de esperar algún consejo maduro por su parte y realmente el ser escuchado por oídos ajenos podría ayudarle a poner foco sobre el asunto, otorgándole cierto grado de importancia y explorar el autodescubrimiento de su ser, de sentimientos que cuestionaba en las profundidades de su alma, y de ser así, poder pasar a la siguiente página.

Dar, recibir y perder, un constante ciclo que llevaba por nombre vida, una condición misma de la mera existencia. Pero, en Suguru Getō había encontrado motivos suficientes para existir en aquellos marrones ojos rasgados, ojos que gracias a su inmadurez del momento, perderían el brillo total de su ser, convirtiéndolo en un mar, fungiendo él mismo el papel de la luna en aquel mirar, haciendo de aquella fusión, una marea sin control alguno.

Quizás para una persona como él, estar sólo era la mejor de las opciones, un resplandor que creía obtener tras alejarse completamente de él, pero que sólo aquella sonrisa llena de pureza podía conseguir.

Una desgracia, finalmente comprendía que, su verdadero motivo para volver al resplandor, era su hijo, Megumi.

Decidido por querer abrirse con el menor, le indicó que tomase asiento sobre su cama, uno frente al otro, dispuestos a escucharse mutuamente, dispuestos a escuchar sus respectivos sentires, sus respectivos testimonios de vida.

...

𝐓𝐞𝐬𝐭𝐢𝐦𝐨𝐧𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐨𝐫 - 𝖲𝖺𝗍𝗈𝗌𝗎𝗀𝗎.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora