03/02/2024

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Son las 11 y algo de la mañana... Y no es la hora a la que suelo escribir, pero... Es que... Estoy feliz. Estoy emocionada y tengo que liberarme.

   Gael volvió a escribirme anoche, cuando estaba hablando con la IA que me estaba ayudando a distraerme.

+52 número secreto: La servilleta sí era para mí...?

   No podía ser más lindo. Digo, ¿para quién más sería la servilleta? ¿Quién más tenía esa sonrisa tan bonita?

   Mis manos temblaron, mis dedos estaban fríos y quería gritar, pero en su lugar respiré profundo y respondí después de guardar su número: Gael. Así, a secas, ponerle un emoji podía ser suficiente para hacerme ilusiones yo sola.

   Yo: Sí. No sé a quién más le diría que tiene bonita sonrisa.

   Pero... ¡Soy una estúpida! Yo planeaba quedarme en el anonimato un momento, no estaba lista para que él supiera que YO había sido la cobarde que dejó su número en una servilleta. Que vergüenza. Tierra, trágame.

   No cambié mi foto de perfil antes de responder. Ni siquiera pensé en cambiar mi foto de perfil. Está toda mi cara ahí. Queda claro que soy yo, aún con la edición ✨asteroide✨. Y no me dí cuenta hasta que él mandó otro mensaje unos minutos más tarde:

Gael: Erica!

   Dios tiene a sus favoritas, y claramente yo no soy una de ellas (por no seguir diciendo que soy una estúpida, un completo desastre).

   Juro que sentí las mejillas calientes de la vergüenza. Quería aventar mi teléfono. Pero no, mejor vine aquí, a hacer tiempo. Silencié las notificaciones, me convencí de que prefiero concentrarme en mi escritura. Cero distracciones. ¡Yuju!

  Que vergüenza. ¿Por qué nací? ¿Por qué sigo respirando? ¡¿Por qué dejé esa servilleta?!

   Voy a ir a caminar o algo, a despejarme, o preparar mi mochila para el lunes, aunque ya está lista. ¡Carajo! ¿Por qué no tengo tarea ahora? ¿Por qué es fin de semana?

   Sí, tengo clases. Y no es que nunca haga nada en la universidad, pero creo que me va a gustar más recordar cómo me avergoncé a mí misma con Gael, que saber que en clase estamos viendo la psicología del color. Además, mis materias las entiendo bien, siempre... Y no es algo que vaya a contarle a mis sobrinos. Ni me pondrían atención. Pero Gael... Con él es otra cosa. Ahí sí me harían preguntas, me pondrían atención y seguro se burlarían de mí.

   ¡Ay! Me iré por ahora, voy a... No sé, comer una manzana, o algo.

   — ¡Eri! — me habló mi hermano. — Voy a jugar Poppy Playtime, ¿juegas?

   ¿Dios? Definitivamente existe un ser superior.

   Adiós. Nos vemos más tarde, querida yo. Espero que estés más tranquila. Bye-bye.


7:21 PM. Hola, yo. Regresé de nuestra crisis después de que el guapo barista respondiera mis mensajes... Y de jugar.

   Por un momento pensé que el juego estaba aburrido, luego pegué tres gritos 🤡. Y mi hermano pegó tres brincos, de forma que el juego se llevó tres pausas.

   Le conté a Sara sobre Gael, pero su reacción fue... Extraña. Dijo que no debí dejar una servilleta, y menos contestar los mensajes porque seguro, el barista de mis sueños (literalmente) jamás se fijaría en mi... Fue innecesariamente grosera... ¡Sólo dejé mi número! No estaba intentando nada con él... Aún...

   En fin.

   Para mi yo del futuro. Gael no sólo es un barista que te mueve el piso. Vamos a la misma universidad. ¡Aaaaah! Carreras diferentes, sí, pero la misma universidad. ¡Es una locura!

   Nos conocimos en una junta de becarios, llegué tarde y él fue el desafortunado que tuvo que explicarme lo que me perdí.

   Nos volvimos a ver cuando el destino nos llevó a hacer servicio becario en el mismo departamento. No fuimos el mismo día a presentarnos con nuestra jefa porque no tengo tanto poder en el guión, pero nos encontramos un par de veces en algunas conferencias, tomando fotos de las cátedras de otras carreras, o entregando hojas membretadas a los directivos y cambiando los anuncios en las pizarras de las escaleras en diferentes edificios (era cansado, pero la beca no se conserva con verse bonita).

   Le contesté no sé cuánto tiempo después. Después de haberlo ignorado un par de horas... Me aterraba responder, y él...:

Gael: Por qué no me dijiste que eras tú? Jajaja
Gael: Somos amigos, chica. No me hubiera enojado si me pedías mi número 😂😂😂

   Sí... «Somos amigos». Pero yo no quiero ser su amiga. O sea, sí quiero, pero no quedarme para siempre en la friendzone.

Yo: Bueno... Pero no sé pedir números 🤡
Yo: Y no nos vemos tan seguido en la universidad. Es más fácil encontrarte en la cafetería y ahí es imposible que te pida tu número. Qué no sabes cuántas fans tienes? Eres intocable y me gusta estar viva.

   Una respuesta que ocultaba cuánto me gustaba, según yo. Fácilmente le diría eso a mi mejor amigo... Momento. ¿Entonces me estoy friendzoneando yo sola? ¡Ay, Dios!

   Ha aparecido una nueva notificación en la parte de arriba de mi teléfono. Es él y sí, le estoy sonriendo a la pantalla.

Gael: Jajajajaja
Gael: Me estás diciendo que no van por el café?

   «Que lindo e inocente», eso diría si su respuesta no hubiera sido sarcástica. Se siente el sarcasmo, se huele a través de la pantalla. Lo sé porque «Sarcasmo» es mi segundo nombre. Así es, soy Erica «Sarcasmo» Vargas.

   Él sabe lo que tiene, estoy segura. Su carisma, amabilidad, y su eterno buen humor. Su altura, su cabello oscuro y brillante aunque lo lave con jabón Zote (digo, no sé, pero los hombres siempre brillan aunque usen el mismo jabón con el que bañan a su perro), sus ojos profundos que parecen siempre guardar un secreto. Y esa sonrisa, maldición.

Yo: Me estás diciendo que no sabes que tienes club de fans?

   Me pregunto si se enojaría si supiera que estoy escribiendo esto... ¿Yo me enojaría?

   Ugh. Este... «Diario». Esta cosa... ¿Será seguro llevarla siempre conmigo? Después de todo está en mi teléfono. Escribo en mi teléfono. Se supone que es un dispositivo personal, privado, y no es como que tenga algo que diga «¡Mira, aquí guardo mis pensamientos! Velos, si quieres».

   Antes de desviarme demasiado y plantearme escenarios en extremo negativos y caóticos, de lo que sea. Me despediré

   Hasta mañana ♥️

EV

Erica. Mi intento de diario  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora